Esta es una discusión necesaria. En distintas oportunidades nuestro presidente comandante ha propuesto rebajar el horario de trabajo a seis horas. Ya existen horarios asistenciales que rebajaron sus horas a esta cantidad. Ante la convocatoria a la necesaria labor revolucionaria en la transformación de la administración pública, se nos respondió que nuestro mismo presidente luchaba por este horario, una respuesta muy hábil de parte de las fuerzas de resistencia al cambio.
Si bien es completamente cierto que el devenir de las luchas de las clases trabajadoras, que al costo de muchas muertes logró implementar el horario de ocho horas, debe continuarse hasta el horario de seis horas, creo que es un momento importante para revisar entonces el mismo concepto de lo que el trabajo en si significa. Estas horas de trabajo que se discuten son horas que se cambian por salario. Desde esta visión podría estar de acuerdo con el beneficio de bajarlas a seis. Inclusive, cuando se discutía esta reivindicación, algunos enfocamos la ventaja que podría significar que muchas instancias pudieran tener doble turno, lo que podría aumentar los niveles de producción a de servicio, aumentando igualmente los puestos de trabajo y bajando la tasa de desempleo. También vimos como debilidad el que muchas personas aprovecharían esta medida para tener dos puestos de trabajo, convirtiendo una reivindicación que apuntaba a la mejor salud mental de los trabajadores, en un mayor riesgo que pudiera terminar produciendo lo contrario: que en vez de bajar el horario a seis horas, tuviéramos un gran porcentaje de ciudadanos que trabajarían doce.
En todo lo expuesto no hemos tomado en cuenta el enfoque histórico de nuestro momento, ni hemos dejado de enlazar el trabajo con el salario. Ese concepto de trabajo que heredamos de la explotación de los más ricos sobre los más pobres. Ese concepto de prostitución capitalista, de venta de nuestro tiempo y esfuerzo físico o mental. No hemos incorporado una visión socialista y revolucionaria. El concepto del trabajo debe comenzar a separarse de la visión rentista. Entonces podremos redefinir la necesidad de las horas de trabajo necesarias para transformar la sociedad que estamos interviniendo, no como horas/salario sino más bien como horas/revolución. >Los beneficios de las horas de trabajo revolucionario de igual o mejor manera redundarán en una mayor suma de felicidad para todas y todos. Estas horas de entrega a la lucha por cambiar una sociedad capitalista nos brindarán el mundo por el que luchamos y ese será el pago: un pago mucho más valioso que la quincena.
Una revolución no se hace en seis horas de trabajo diario. Al contrario: no alcanzarían las 24 horas del día. Cada revolucionario, cada miembro del PSUV, debe asumir una disposición de entrega y dedicar todo su tiempo disponible al trabajo de transformación. Es por ello importante deslindar muy bien quienes son las fuerzas trabajadoras de la revolución y cuales las de la contrarrevolución. Aquellos que hoy están defendiendo este supuesto “horario asistencial” de seis horas, fundamentalmente en lo que respecta a salud, son la fuerzas contrarrevolucionarias. Mientras el pueblo aun sufre en la calle, mientras no hemos podido cumplir la promesa de atender y dar salud a todos, es un acto inmoral escudarse en las palabras del presidente comandante para de manera cómoda, trabajar solo seis horas.
Habremos de darle una mayor importancia a la militancia dentro de los organismos públicos, es allí en donde debe darse una gran batalla, pues la gran mayoría de quienes laboran en estas instituciones, enquistados desde la cuarta república, dedican una buena parte de sus seis u ocho horas a sabotear, a retardar, a empapelar nuestra propia gestión. Son enemigos a quienes les pagamos un salario por entorpecer nuestra revolución y deben ser descubiertos. Los trabajadores revolucionarios debemos organizarnos en cada ministerio, en cada oficina y declarar la emergencia para darle al pueblo respuestas y resultados, ese sacrificio debe nacer de nuestra propia convicción revolucionaria y será un ejemplo contundente para ir dejando afuera a quienes solo trabajan en la administración pública para garantizarse una jubilación.
La revolución precisa de la entrega de todo nuestro tiempo, no solo para trabajar sino para tomar conciencia. En cada lugar de trabajo en todo el territorio de las organizaciones públicas deben nacer los círculos de estudio y las jornadas de trabajo voluntario, que superando el concepto de salir a embellecer calles o parque, deberá apuntar hacia el mismo desarrollo de la gestión de cada una de ellas. Ningún funcionario revolucionario que tenga cosas pendientes deberá dejarlas para mañana. La revolución no es para mañana, es hoy.
Esto que escribo ya está sucediendo. Con mucho orgullo, y no me cansaré de ponerlos como ejemplo, los médicos del Batallón 51, ahora incluidos en la Misión Barrio Adentro, se quedan en el ministerio del Poder Popular de la Salud hasta entrada la noche, igual en el Ministerio de Tierras y quizá exista ya situaciones similares un muchos organismos, pero es una lucha que debemos de proclamarla a toda la patria. Debemos de plantearla a todas y todos los militantes del partido, debemos terminar de rescatar las instituciones que siempre sirvieron a la clase burguesa o gobernante y llevarlas a su misión de responder y darle resultados a toda la patria y así hacer irreversible nuestra revolución.
Hugo Chávez Frías es un ejemplo de entrega y sacrificio, nuestro comandante nos da ejemplo sin descanso de lo que debe ser la entrega revolucionaria, así muchos otros altos funcionarios lo hacen igual, esto debemos hacerlo de igual forma cada soldado de esta lucha. La constancia y la perseverancia son un arma que nadie podrá derrotar.
Trabajar sin descanso es el único camino para crear un mundo libre, un mundo socialista en donde, quizá entonces, si podamos hablar de horarios de seis o cuatro horas, pero hoy hay que levantarse una hora más temprano y darle 25 horas diarias a la revolución.
Venceremos.
raulhbracho@hotmail.com