Porque el socialismo

La sociedad desarrollada que impera en los países industrializados e imperialista, ofrece a muchos de sus ciudadanos acceso a la educación y la sanidad, presta asistencia a las personas necesitadas, establece garantías jurídicas que aportan seguridad, y proporciona unos niveles de confort impensables hace solo cincuenta años, claro todo a costa de generar grandes niveles de pobreza en otros sectores mayoritarios de su población y en otros países del mundo.

Y todo eso estaría muy bien si todos pudiéramos disfrutar de esos bienes. Pero aun en el caso que pudiéramos hacerlo en el capitalismo, ese goce es insuficiente porque las necesidades humanas trascienden lo meramente material e intelectual y debe complementarse con las satisfacciones inmateriales que proporciona la lucha revolucionaria por el socialismo, la lucha por la libertad integral de todos. Y ninguna religión puede luchar por la completa liberación del hombre.

Sin embargo el capitalismo en su desarrollo no solo rechaza y descalifica esa religiosidad, sino que la combate a fin de destruirla., pero ello ha provocado una crisis de identidad, que ha dejado a muchos ciudadanos, que viven en el apoliticismo sin soporte vital sólido; sin rumbo en la vida. Habrá muchas de estas personas capaces de encontrar sentido a una vida que acaba en la muerte, pero la mayoría es incapaz de hacerlo y no encuentra otra salida que banalizar su existencia.

En un principio, la pérdida de identidad se manifestó como una profunda angustia vital, similar a la que experimentaron los hippies en los años sesenta. Después, derrotada esa juventud, el hombre, sintiéndose huérfano de sentido, buscó escapar del sufrimiento y de la certeza de la muerte a través de una actividad cotidiana febril. Esta búsqueda frenética de confort y consumo compulsivo ha generado una crisis de valores sin precedentes, llevándonos a niveles de frustración y deshumanización nunca antes vistos.

El capitalismo, en su esencia, se rige por la competencia feroz donde solo los más fuertes sobreviven, personas y naciones. Esa realidad obliga a todos a competir sin descanso, en todos los aspectos de su vida, para evitar ser devorados por las manifestaciones económicas y sociales del capitalismo como la pobreza y el desempleo. En este contexto, hablar de solidaridad, humanidad, libertad, amistad o generosidad suena a difícil, porque la mayoría está simplemente intentando sobrevivir. Así es el capitalismo, un sistema que Hugo Chávez intentó erradicar en Venezuela, y que hoy en día muchos deshumanizadores, que nunca se preocuparon por las mayorías, añoran y lamentan.

Como dijeron Marx y Engels, el capitalismo puede generar muchos logros materiales y riqueza, pero lo hace a costa de destruir los valores tradicionales. Tritura aquello que daba sentido a la vida, llevando a la sociedad contemporánea a una crisis de sentido humano sin precedentes. Este sistema erosiona los valores que tradicionalmente conferían significado a la existencia, deshumaniza y somete a las personas, devastando nuestro entorno y dejando a las generaciones futuras ante una existencia miserable. Vean el caso de Estados Unidos.

Y el capital sigue abriéndose paso a machetazos, arrasando todo a su paso y dejando un rastro de víctimas. Pero llegará el momento en que la mayoría se dará cuenta de que ese camino es insensato. Ese será el momento en que regresemos a una senda que nos conduzca a una sociedad tranquila donde podamos sanar y crecer todos juntos, sin herir ni imponer dominio a nadie. Ese será el momento del socialismo.

¿Por qué el socialismo? Porque ofrece soluciones reales a las necesidades vitales de hombres y mujeres en el mundo moderno. Proporciona igualdad económica mediante una distribución más equitativa de los recursos, garantizando que todos tengan acceso a las necesidades básicas y las oportunidades para desarrollarse.

El socialismo se basa en la idea de que todos los seres humanos son iguales y tienen los mismos derechos. Critica las desigualdades sociales y las injusticias inherentes al capitalismo, como la explotación laboral y la discriminación.

También propone que la democracia no debe limitarse al ámbito político, sino que debe extenderse a la esfera económica y social, sugiriendo que los trabajadores tengan un mayor control sobre los medios de producción y que las decisiones económicas se tomen de manera más democrática.

El socialismo promueve la solidaridad y la cooperación entre las personas, en lugar de la competencia individualista característica del capitalismo. Busca crear sociedades más justas y solidarias, donde se priorice el bienestar colectivo sobre el beneficio individual, sin negarlo.

Estos componentes estructurales de la sociedad socialista resuenan cada vez más con las necesidades de amplios sectores de la población, no solo en países pobres y neo colonizados, sino también en países imperialistas donde cientos de millones de personas viven por debajo del nivel de subsistencia, enfrentando una vida de explotación garantizada por sus gobiernos.

La hora del socialismo está cerca, pero necesita que todos ayudemos a su llegada.



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Oscar Rodríguez E


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