Si el miedo a la muerte activó al enemigo a buscar oxígeno para no morir, nada justificará que nosotros, que precisamos el mismo oxígeno no para no morir sino para nacer, no saliéramos todos a pelear.
Un resplandor de luz al final
del túnel nos obliga a doblar el paso. La construcción de la nueva
sociedad socialista impone una entrega absoluta a la lucha constante.
Es mucho el camino recorrido, es indetenible ya, a pesar de la resaca
del pasado que a medida que avanzamos intenta devolver las aguas a sus
viejos cauces. Nos propusimos, en la América, un camino pacífico para
derrotar la sociedad consumista y opresiva del capitalismo. Hoy se baten
las fuerzas de cambio contra la marejada agónica de la vieja sociedad
que nos embate con sus venenos y sus estructuras de poder que no han
sido derrotados.
Más que nunca es preciso el
compromiso personal y colectivo. Saber medir y conocer las distancias
que nos separan de la orilla luminosa de la sociedad socialista, para
saber apuntar las pisadas hacia la victoria. En esa medida, en esa conciencia
del proceso revolucionario, se podrá terminar la marcha victoriosa
de nuestros pueblos al nuevo tiempo por años esperado. Que cada mujer
y cada hombre, cada joven, cada madre, cada hija e hijo, sepan lo que
falta por hacer, lo que hay que defender y sobre todo: lo que hay que
combatir. Hay combates que deben librarse contra un enemigo que no descansa
en su agónica y desesperada necesidad de permanencia, hay combates
que deben darse dentro de nuestra misma organización social, en el
barrio, en el consejo comunal, en el liceo y la universidad, en el campo;
y hay que dar una gran lucha un incansable combate en nosotros mismos:
se hace imprescindible un gran ejército de mujeres y hombres nuevos.
¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que se precisa de legiones de
seres que sepan muy bien diferenciarse de la conciencia capitalista,
que sean inmunes al consumismo hipnótico y demoledor que a diario nos
ataca en los medios publicitarios, legiones de combatientes incapaces
de tener un precio por el cual sean comprados por el pasado, que se
liberen en sus conciencias y no sean más que la luz entre nosotros,
el ejemplo impecable de entrega por la revolución, seres de lucha y
más lucha, de entrega y más entrega en esta marcha final.
Las pasadas elecciones demostraron
que las fuerzas del pasado, en su desesperación, acudieron moribundas
en su totalidad, para intentar derrotarnos. Que su asistencia a las
urnas electorales no precisó de ninguna campaña publicitaria que no
fuera el pánico a su propia extinción. Si podemos comprender que el
miedo a la muerte los activara en búsqueda de oxígeno para no morir,
nada podrá justificar que nosotros, que precisamos el mismo oxígeno,
no para no morir sino para nacer, no nos movilizáramos de igual forma.
¿por qué? Por el triunfalismo burgués que llevamos inculcado, por
la desidia, por la flojera, por la falta de compromiso con la necesaria
participación en esta lucha de cambios. Por eso hay que salir a repetir
hasta el cansancio que no estar con la revolución es estar contra ella,
que no hay posiciones intermedias posibles, que hay que salir a crear
conciencia, que hay que ir por todas y todos los que no entienden aun
lo que estamos haciendo, que hay que despertar a los dormidos y salir
a combatir a esas minorías infiltradas de mafiosos, de capitalistas
vestidos de rojos, de alcaldes traidores, de combatientes vendidos por
cuatro mendrugos.
Es fácil levantarse a buscar
culpables, claro, es mucho más difícil levantarse a revisarnos a nosotros
mismos, a preguntarnos que pude hacer y no hice, que más puedo aportar,
como puedo formarme mejor para ser más útil a mi patria, como puedo
ser mejor soldado.
La batalla de las ideas tiene
que profundizarse, el poder del pueblo debe elevar su capacidad de conducción
en nuestra revolución. Hay que sobrepasar con la razón y la denuncia
las murallas de contención revolucionaria que se generan en nuestro
propio proceso.
La mujer y el hombre nuevo
son la resulta de todos estos años de lucha, luego de 10 años de revolución
tiene que empezar a imponerse la generación que nació de nuestra forja,
que existe, que habla, que lucha, que canta sus mejores canciones y
que de a poco está tomando su propio espacio. Esta lucha se debe fortalecer
de forma indómita, es la fuerza de la vida que repunta hacia la luz
solar con la fuerza con que brota la planta de una semilla, con el verde
frescor que canta a la vida y a su continuidad eterna, con la dulzura
de la poesía que escribieran con su sangre todos nuestros caídos,
con la furia hermosa que presagia un futuro de esperanzas.
Todo un continente que fue
relegado y olvidado por siglos, hoy se abre espacio ante la historia,
y mientra se cae a pedazos las ruinas de un imperio que destruyó
hasta los cielos, renace desde la América sureña un canto comprometido
que ilumina a la humanidad entera. El presente es de lucha camaradas,
de lucha ardua y sin descanso, que nada ni nadie nos confunda, que esa
luz allá lejos en la boca del túnel, sea el llamador universal a la
victoria de los pueblos del mundo, sigamos la marcha sin descanso, que
esa línea que nos distancia del nuevo mundo, será borrada con el paso
de nuestras pisadas victoriosas.
Adelante, siempre adelante,
¡venceremos!!!