Mahoma…
Rosa Luxemburgo en su polémica con los dirigentes de la Comuna de Cronstadt, a propósito de la falta de democracia en la dirección de la revolución rusa expresó: “Es un hecho incontestable que sin una libertad ilimitada en la prensa, sin una libertad absoluta de reunión y de asociación, la dominación de las amplias masas populares es inconcebible…” > Las tareas gigantescas a las que se han aplicado los bolcheviques con valor y resolución, necesitan la educación política más intensa de las masas y una acumulación de experiencias que nunca es posible sin libertades políticas. La libertad reservada sólo a los partidarios del gobierno, sólo a los miembros del partido, por muy numerosos que sean, no es libertad. La libertad es siempre la libertad del que piensa de otra manera. No por fanatismo por la ‘justicia’, sino porque todo lo que hay de instructivo, de saludable y de purificador en la libertad política depende de esto y pierde su eficacia cuando la libertad se convierte en un privilegio”< fin de la cita.
Hay que saber aplicar la democracia, y no en su abolición. El totalitarismo es la obra de una clase, y que ahoga la vida política en un país. En la extinta URSS fue fatal que la vida de los soviets estuvo paralizada. Sin elecciones, sin libertad de prensa y de reunión, sin la libre opinión, la vida muere en todas las instituciones públicas, se convierte en una vida de apariencia donde la burocracia es el único elemento activo.
Para los fundadores del pensamiento marxista, bastante anti dogmáticos en sus planteamientos, la dictadura del proletariado no era otra cosa que una simple democracia, entendida en sentido político, económico, social y cultural. Pretendían una acción política de las organizaciones de la clase obrera y de esta misma que, en el período inicial de la transición al socialismo garantizase el predominio de los intereses de los trabajadores, a través de fórmulas de participación que asegurasen lo que Gramsci dio en llamar hegemonía. Esto es, un grado de conciencia política, de plasmar en las leyes del Estado, la participación y gestión directa que facilitasen el triunfo político del modelo de producción socialista. Jamás pensaron en la supresión de las libertades políticas de expresión, reunión y asociación sino en llevarlas hasta sus últimas consecuencias, de modo que ello garantizase un proletariado consciente, conocedor de sus proyectos y defensor de su modelo de sociedad. Marx y Engels sabían que lo que en su época era una minoría social, la clase trabajadora, acabaría siendo una amplia mayoría social de asalariados y que, educados en los principios revolucionarios, no se dejarían robar las conquistas democráticas del socialismo por las fracciones aún supervivientes de la burguesía.
Las difíciles condiciones internacionales, nacionales, de desarrollo de las fuerzas productivas, de falta de experiencia y trayectoria democráticas del estado zarista heredado y de acoso exterior e interior a la Revolución de Octubre, en las que hubo de asentarse el nuevo Estado Soviético, hicieron que Lenin apostará por un período especial de transición, sobre todo respecto al carácter violento y autoritario de Stalin. Del poder omnímodo de éste desde 1922 hasta su muerte en 1953 se derivan buena parte de las aberraciones cometidas en nombre del socialismo por otros países que intentaron construir una nueva sociedad despreciando las libertades como residuo burgués. Buscar en cada intento emancipatorio lo mejor que hay en él, no puede significar la pérdida del sentido crítico, si lo nuevo nace asfixiado de democracia. Los antiguos comunistas europeos, lideres de las luchas antifascistas y anti hitlerianas en los años 30 y 40 aprendieron lo que Luxemburgo y Trotsky quisieron decir: ‘que a más libertades políticas, más conquista del socialismo; que a más socialismo más libertades democráticas’.
Hoy en día hay sectores, que se autodenominan como los auténticos revolucionarios, una especie de vanguardia inquisidora, por eso critico sus imposturas, por su carácter reaccionario, y los combato –debate-ideológicamente porque causan daño y descreditan a la revolución bolivariana, y las verdaderas ideas de izquierda que si son revolucionarias. Y que no caen en las contradicciones de defender una sociedad socialista y las libertades políticas y ciudadanas, porque ambas son compatibles para un verdadero socialismo. El fanatismo de este lumpen es su norte, sembrando el miedo a la libertad de los otros, una obsesión paranoica. La izquierda revolucionaria bolivariana, mientras calle no recuperará su credibilidad ante la opinión publica, sino desenmascara a los promotores del pensamiento totalitario.
Percasita11@yahoo.es