Enseñanzas del modo de producción soviético para el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela

En la Unión Soviética y en los países de Europa oriental no existió socialismo, porque de éste sólo se consolidaron algunos rasgos y no logró configurarse como modo de producción predominante.

Lo que fracasó fue un modo de producción que no fue socialista, pero tampoco capitalista; fue el modo de producción soviético.

Introducción

A tal extremo ha llegado la acumulación de problemas no resueltos en el mundo y en América Latina y su progresiva agravación, que la crisis que se profundiza, a fines de la primera década del siglo XXI en la economía de los Estados Unidos, con énfasis en el sector financiero y su proyección a todo el planeta, va más allá de la simple contracción económica, del desequilibrio social, del resquebrajamiento institucional, la agudización de conflictos armados como el de Iraq, Afganistán y Colombia, la descomposición ética y moral, el fracaso de una política económica o de un determinado modelo de desarrollo, como el neoliberal.

Estamos frente a un colapso sistémico, ante la disolución de las estructuras y de todas las relaciones económicas, políticas y sociales existentes, ante el riesgo de desaparición de la especie humana por el calentamiento global o por una guerra nuclear. En tales términos, sólo una profunda ruptura, un nuevo orden internacional de tipo multipolar, un nuevo sistema económico y social, nacional y latinoamericano, democrático y popular, es decir, socialista, puede asegurar la salida del abismo en que nos encontramos: El paso a una nueva etapa histórica de desarrollo que posibilite la solución de los principales problemas y la satisfacción integral de las necesidades de la población. [1]

En Venezuela, la búsqueda de esta alternativa se va concretando en la formulación y puesta en marcha del Proyecto Nacional Simón Bolívar 2007-2013, primer plan socialista de la nación y su proyección al denominado por el Presidente Chávez como “Ciclo Bicentenerario de la Independencia 2010-2030”.

En este proceso de transición al socialismo que empieza a vivir la República Bolivariana de Venezuela es necesario tener en cuenta las más diversas experiencias de intentos de construcción del socialismo vividas por la humanidad a escala internacional, entre ellas, la de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, 1917-1991) [2] , que partió en dos la historia de la humanidad. Su importancia es extraordinaria, porque incluye la creación del primer Estado de obreros y campesinos del mundo, que asumió como proyecto histórico político la construcción del socialismo, tarea que quedó inconclusa, pues las desviaciones de tipo teórico y práctico en que incurrieron los dirigentes que prevalecieron sobre los bolcheviques formados bajo la influencia de Lenin, condujeron a su extinción, sin haber logrado los objetivos inicialmente propuestos. Debemos entonces, extraer de esta experiencia, sus más importantes enseñanzas, para aprovechar sus aspectos positivos, y no repetir los errores, cuya progresiva generalización e impacto en la sociedad, condujeron a la desaparición del país que fue, durante medio siglo, la segunda potencia económica, científica y militar del planeta.

Importancia histórica de la Unión Soviética

y análisis de su modo de producción

D urante casi 150 años, desde la publicación por Marx y Engels del Manifiesto comunista, en 1848, hasta la caída de la Unión Soviética, parte importante de los partidos políticos de los trabajadores y de izquierda en el mundo, especialmente de América Latina, Asia y África, asumieron el marxismo como guía y lucharon activamente porque sus países emprendieran la vía de desarrollo socialista como alternativa al capitalismo. Mostraron como ejemplo del poder político de los trabajadores; de democracia auténtica, de humanismo, de desarrollo económico y social, a la Unión Soviética y a las llamadas democracias populares de Europa oriental, que se establecieron como Estados con su apoyo después de la Segunda Guerra Mundial.

Durante décadas, estos países dieron apoyo económico, político y militar a los trabajadores del mundo y a sus organizaciones políticas. Contribuyeron a la construcción y desarrollo de partidos políticos de la clase obrera y del campesinado y a la lucha de los pueblos por su independencia nacional y social.

El desarrollo económico, cultural, científico-técnico y militar alcanzado por la Unión Soviética le permitió superar durante algunos años a los Estados Unidos en la exploración del cosmos, y establecer durante medio siglo un equilibrio militar importantísimo para el mundo, tanto en armamento convencional como estratégico, es decir, nuclear. Este equilibrio hizo posible, con la lucha de los pueblos y trabajadores del mundo, la desintegración del sistema colonial y el triunfo de revoluciones en todos los continentes. En Asia son de destacar los casos de China, Corea y Vietnam, en Latinoamérica el de Cuba.

Con la llamada crisis de los misíles en 1962, después de la derrota de los contrarrevolucionarios cubanos, apoyados por Estados Unidos en Bahía Cochinos, el presidente Kennedy tuvo que comprometerse a no atacar militarmente a Cuba, si la URSS retiraba los misíles nucleares que había instalado en la isla y que apuntaban contra el imperio del norte.

Cuba no pudo ser destruida, pero, desde entonces, fue sometida por los Estados Unidos y sus satélites a un criminal bloqueo que ya dura 47 años [3] . Cuba pudo sobrevivir hasta 1991, gracias a la solidaridad y al apoyo de la Unión Soviética y del llamado “campo socialista mundial”.

Durante muchos años, parecía que a escala mundial, las fuerzas del trabajo se consolidaban y “amarraban las manos” a los militaristas, a los dueños del complejo militar industrial y del capital financiero mundial; todo indicaba que el capital perdía terreno a favor del socialismo y de las fuerzas del trabajo. La competencia entre los dos sistemas, unida a la lucha de los trabajadores organizados, “obligó” a los capitalistas en Europa y Estados Unidos a mejorar, durante muchos años, las condiciones de vida de los trabajadores y a “otorgarles” mayores derechos económicos y sociales.

Los Estados capitalistas tenían un especial interés en que el nivel de vida de los pueblos del “campo socialista” no superara el de sus países. No podían permitir que el “socialismo incipiente”, aún con muchas desviaciones e insuficiencias, se convirtiera en ejemplo de vida y en polo de atracción para toda la humanidad. Principalmente para eso desarrollaron en muchos países de Europa y Estados Unidos el llamado “Estado de bienestar”; por supuesto, siempre en el marco de las relaciones capitalistas de producción. Este Estado fue desmontado progresivamente en la medida en que el campo socialista mundial se debilitaba y los Estados Unidos, junto a Japón y los países capitalistas más poderosos de Europa, imponían a los demás países del mundo el modelo de “desarrollo” de la globalización neoliberal. [4]

A partir de 1989 presenciamos la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética en 1991, la desintegración del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y del Pacto de Varsovia, el desmoronamiento del “campo socialista mundial”, y con la complicidad de su burocracia dirigente —en algunos casos transformada en verdaderas mafias—, el resurgimiento de relaciones capitalistas en los países que integraban la URSS y en toda Europa oriental. Como consecuencia directa, se produjo la expansión e imposición del capitalismo más salvaje y neoliberal en estos países y en gran parte del mundo. Especialmente, sufrimos la transformación de Estados Unidos en potencia hegemónica mundial. El control que ejerce en los principales organismos internacionales tales como la ONU, el Banco Mundial, el FMI y la Organización Mundial del Comercio así lo evidencia.

Más es necesario decir, que no se trata de un control absoluto. Inmensos grupos humanos, que han seguido otras vías de desarrollo, están fuera de su control, aunque de muchas maneras, Estados Unidos puede ejercer influencia y presiones sobre ellos: en Asia está la República Popular China, con más de 1.300 millones de habitantes, Vietnam, Corea del Norte, Irán; en África, Libia; en América Latina, Cuba y Venezuela.

Sin embargo, el enorme aparato ideológico y propagandístico de los monopolios transnacionales y del imperio norteamericano oculta esta realidad y presenta exclusivamente los acontecimientos que le convienen, como evidencia del fracaso histórico del socialismo y de superioridad del sistema capitalista en el mundo. Su objetivo es desalentar a los trabajadores en su lucha por eliminar la explotación del hombre por el hombre; hacerles creer que el capitalismo es la única vía posible de “desarrollo”; incrementar incesantemente el poder, la riqueza y las ganancias de los monopolios transnacionales, mientras saquean las riquezas naturales de los países subdesarrollados, explotan a los trabajadores, deterioran los salarios y las condiciones de vida de los pueblos.

Pero, ¿corresponde esto a la verdad científica? ¿Existió realmente el socialismo en la URSS? ¿Es cierto que en la competencia a escala mundial entre sistemas opuestos el capitalismo demostró ser superior al socialismo y que éste dejó de ser opción para la humanidad? ¿Qué elementos, tanto positivos como negativos, de esta experiencia de construcción de una sociedad diferente a la capitalista, es necesario tener en cuenta en el diseño de un nuevo modelo de desarrollo y un nuevo sistema socio-económico para la República Bolivariana de Venezuela; y para elaborar y/o, aplicar con éxito, una política económica que haga posible la transición entre el capitalismo dependiente y subdesarrollado actual, caracterizado por una economía rentista petrolera, y el nuevo sistema socio económico que lo ha de sustituir?

¿Fue en verdad la Unión Soviética

un país socialista?

Comenzaremos nuestro análisis con una pregunta. ¿Cual es el carácter, el contenido, la esencia de las relaciones sociales y de producción que condujeron la sociedad soviética al estancamiento y a su posterior desaparición?

De acuerdo con la concepción dialéctico-materialista de la historia, en sentido general, el conjunto de las relaciones sociales están determinadas por las relaciones de producción. En ellas están comprendidas las relaciones que se establecen entre los hombres por:

1. Su participación en la propiedad sobre los medios de producción;

2. El papel que desempeñan en la organización del trabajo;

3. Su capacidad para decidir cuándo, cómo, cuánto y qué producir;

4. Su participación en la producción material, intelectual y cultural, y;

5. Su capacidad para decidir cómo se distribuye el producto del trabajo.

Todos estos elementos forman un conjunto estrechamente interrelacionado. No es posible separar mecánicamente unos de otros, pues se afectan y condicionan sistémicamente.

Para que la propiedad estatal sobre los medios de producción asumiera verdaderamente el carácter socialista, en un país donde se supone que los trabajadores detentaban el poder político, la propiedad de todo el pueblo debería asegurar su participación, en todas las decisiones fundamentales en cada uno de estos elementos. Lógicamente con cierto nivel de intervención coordinadora y planificadora del Estado a nivel macro-económico, para garantizar las condiciones de reproducción y seguridad social; y realizar así, en la práctica, la apropiación real de los procesos de producción por parte de los trabajadores y el pueblo; des-alienando de esta manera a los trabajadores y al trabajo social mismo.

Pero lejos de ser así, en la Unión Soviética, los trabajadores, luego de haber conquistado el poder político en la Revolución Proletaria de Octubre de 1917 y de haber asumido en lo fundamental la administración de la producción en las fábricas durante los años posteriores, fueron paulatinamente desplazados de las estructuras de poder real del Estado y nuevamente separados del control de sus condiciones materiales de existencia. Poco tiempo después de que los medios de producción fundamentales fueron “estatizados”, los trabajadores fueron nuevamente relegados solo a producir y a percibir una parte del producto, de acuerdo con las determinaciones tomadas por una burocracia, cada día más interesada en incrementar su poder y sus privilegios, que en el progreso y bienestar general de la sociedad.

En la URSS el trabajo alienado se mantuvo en nuevas condiciones, después de haber sido eliminadas la propiedad privada sobre los medios de producción y las clases explotadoras de las sociedades feudal y capitalista: los terratenientes y la burguesía.

Ya Marx decía en sus manuscritos económico-filosóficos de 1848 que no es la propiedad privada sobre los medios de producción la que da origen a la alienación del trabajo y a la explotación, sino, al contrario: la alienación del trabajo da origen a la explotación y a la propiedad privada. En la historia de la humanidad esto ocurre cuando, prevaleciendo aún la propiedad comunal sobre los medios de producción, surge la división social del trabajo, aumenta la productividad y es posible la generación de excedentes, que deben ser intercambiados entre diferentes comunidades. Éstas entregan a un grupo social en el cual confían, la función de administrarlos para beneficio colectivo, pero poco a poco, a espaldas de la comunidad, ese grupo intercambia y administra, más para su propio beneficio, que para el de la comunidad que representa [5] . La pérdida del control ejercido por la comunidad de la manera como se administran sus recursos y la apropiación de una parte cada vez mayor de los excedentes por parte del grupo que lo hace, es lo que da origen a la alienación del trabajo, a la explotación y a la propiedad privada sobre los medios de producción.

En las condiciones de la sociedad soviética, resurgió la explotación en proporción y con métodos o mecanismos diferentes a los capitalistas.

La explotación consiste en la apropiación del plusproducto, en parte o en su totalidad, por personas que no han participado en su creación; o en la apropiación de una parte de él, en proporción mayor a la que contribuyen a crear con su trabajo. No se hace referencia aquí a la parte del plusproducto que necesariamente debe ser apropiada por el Estado para la reproducción y ampliación de la producción y para servicios sociales.

La forma de apropiación del plusproducto ha cambiado a lo largo de la historia. En nuevas condiciones, en la URSS también aparecieron nuevos mecanismos de explotación, tal vez más velados que los existentes en la sociedad capitalista. La incorrecta comprensión de la teoría marxista, hizo suponer, que al desaparecer la propiedad privada sobre los medios de producción, desaparecería la base económica de la explotación y, por tanto, la burguesía. Y que, a partir de allí, sería imposible la explotación del hombre por el hombre.

En apariencia, el Estado se apropiaba de los excedentes del trabajo para reinvertirlos en la producción, para ampliarla y mejorarla, así como para cubrir los gastos relacionados con la prestación de servicios sociales. Pero, como se podrá ver en el presente ensayo, mientras esto ocurría en buena medida, y se mejoró notablemente durante los primeros decenios de la revolución las condiciones de vida del pueblo, el proletariado como clase social, fue gradualmente desplazado del poder político y, en esta misma medida, una parte cada vez mayor del plusproducto fue redistribuida de acuerdo con niveles jerárquicos, entre los miembros de la burocracia del Estado y del Partido Comunista, único partido legalmente existente y por tanto y a su vez, partido único de gobierno.

Sin embargo, a diferencia de la sociedad capitalista, en la sociedad soviética la plusvalía, en cuanto a su uso privado se refiere, sólo podía ser consumida o utilizada en forma de bienes de uso personal. La acumulación de capital sólo podía hacerse por parte del Estado. La plusvalía no podía ser acumulada en forma de capital privado; no podía ser convertida en medio privado para explotar trabajo asalariado, como si puede existir en la actualidad en Venezuela (año 2010), pues la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) permite y protege la propiedad privada sobre los medios de producción; aunque con ciertas restricciones determinadas por su función social; y ocurre que, no pocos funcionarios públicos con capacidad de decisión sobre los recursos del Estado, son a su vez propietarios de acciones en empresas capitalistas. Esto es algo que sin duda alguna crea condiciones favorables para la corrupción administrativa en el Estado.

Parte del plusproducto, sin dejar de satisfacer las necesidades básicas de la población, se redistribuía bajo la forma de privilegios, de acuerdo con la posición de los individuos en la escala jerárquica en la estructura de poder. Existieron privilegios de muy diversa índole, que se manifestaban en importantes diferencias en la calidad de vida personal y familiar, pero sin alcanzar jamás las estrambóticas diferencias típicas de la sociedad capitalista.

Es importante destacar que el Partido Comunista se situó por encima del derecho, pues para que uno de sus miembros fuera juzgado por algún delito, sus organismos de dirección debían autorizar previamente a los jueces. Como es lógico, esta situación facilitó la impunidad y se convirtió en estímulo para la corrupción administrativa.

Algunos privilegios concretos fueron: la posibilidad de adquirir en tiendas especiales víveres y productos de óptima calidad inexistentes en los almacenes comunes, sin hacer cola e incluso con servicio a domicilio; también la obtención de productos extranjeros a precios subsidiados por el Estado; el uso de automóviles con chofer incorporado; cupos para los centros de recreación y descanso de mejor calidad; igual para hospitales y sanatorios; viajes al exterior con viáticos en dólares y la posibilidad de adquirir vivienda de mejor calidad o de resolver cualquier tipo de problema por la vía de la influencia partidaria o sindical, eludiendo las colas, las esperas interminables y muchos papeleos y trámites burocráticos, que para la población corriente eran un verdadero tormento y que consumían parte de su tiempo vital.

Vale la pena destacar que estas colas se formaban porque la demanda de algunos productos de moda o de calidad superior a la común, era mayor que la oferta; y por temor a posibles situaciones de futura escasez, que inducía a la gente a comprar para almacenar en sus casas algunos bienes de consumo cotidiano. La población trabajadora tenía capacidad adquisitiva y de ahorro, pero la producción era insuficiente. En especial no lograba satisfacer la demanda de productos de consumo de alta calidad.

Además de las diferencias salariales, que con frecuencia no correspondían con los niveles de capacitación y productividad del trabajo, en general, se subvaluó el trabajo de los sectores intelectual y cultural de la sociedad. En la Unión Soviética no se aplicó en general el principio que según Marx debería regir en la sociedad socialista: “De cada quién según su capacidad, a cada quién según su trabajo”. Los estímulos morales y materiales que promueven la productividad y la calidad del trabajo no se aplicaron adecuadamente. Ello afectó drásticamente la moral de los trabajadores y su apoyo al Estado, en la medida en que percibían que las diferencias sociales se incrementaban. A partir de los años 60, sería posible establecer un descenso en la productividad del trabajo en la URSS, con respecto a los países capitalistas industrializados.

Existieron niveles de vida muy diferentes, que cuando menos, permiten destacar la existencia de una clase social que incrementaba sus privilegios en la misma medida en que aumentaba su poder en los órganos de dirección del Partido Comunista y del Estado, y en que los trabajadores directamente vinculados a la producción iban siendo desplazados de los verdaderos centros de poder. Esta clase privilegiada, surgida de la burocracia, se fue conformando y fortaleciendo durante varias décadas a partir de los orígenes mismos del poder soviético. Lenin vio claramente el peligro del burocratismo y en muchos de sus escritos a partir de 1918, referentes a la nueva política económica (NEP), o política económica de transición, planteó reiteradamente la necesidad de derrotarlo [6] .

Una dirigencia acomodada y en gran medida corrompida por el sistema de privilegios, no necesita esforzarse por resolver los problemas estructurales de la sociedad, puesto que “sus problemas” ya están resueltos.

Así pues, el trabajo alienado y la burocracia privilegiada y explotadora (pero a la vez poco interesada en aumentar la producción debido a que su nivel de vida no se establecía en relación directa con la productividad del trabajo) condujeron la sociedad soviética al estancamiento y al atraso relativo frente a los países capitalistas industrialmente desarrollados. El malestar material y espiritual de los trabajadores se hizo evidente. Las relaciones sociales de producción que condujeron la sociedad soviética al estancamiento y a la crisis fueron relaciones de explotación que no son inherentes al modo de producción socialista teóricamente formulado por Marx, Engels y Lenin.

El deber de contribuir a la búsqueda de la verdad histórica y científica, sin la cual no podremos diseñar un proyecto de sistema socio-económico adecuado para Venezuela, ni elaborar una táctica y estrategia que propicien el desarrollo nacional, nos obliga a decir claramente y sin ambages, aún a costa de herir algunas susceptibilidades, lo siguiente:

No fue el socialismo el que entró en crisis y se derrumbó, ni el que fue derrotado en la Guerra Fría por el capitalismo mundial, puesto que ni siquiera llegó a existir como modo de producción predominante en la formación económico-social de la Unión Soviética . Tampoco en las llamadas “democracias populares” de Europa oriental. Menos aún en otros países subdesarrollados de Asia, África y América Latina. Lo que entró en crisis fue un modo de producción que no era socialista, pero tampoco capitalista; fue un modo de producción al que ni siquiera se le ha colocado un nombre adecuado, pues su estudio, con la metodología marxista, sólo se pudo desarrollar a partir de la Perestroika (reestructuración) y la Glasnost (transparencia informativa), con su retorno a lo que le es más esencial: el método dialéctico materialista, por completo ajeno a la metafísica y al dogmatismo que dominó el pensamiento de la mayoría de los comunistas durante el último medio siglo cuando menos.

Rasgos característicos del modo de producción soviético

Este modo de producción tiene algunos rasgos muy parecidos a lo que Marx llamó “modo de producción asiático”, pero lógicamente con diferencias sustanciales en cuanto a la tecnología empleada y al grado de desarrollo de la división social del trabajo. Los adelantos logrados por la arqueología y la antropología, durante los siglos XIX y XX, permiten concluir que este modo de producción no sólo existió en Asia, sino que tuvo carácter universal. En América fue el modo de producción predominante en los imperios azteca e Inca. Por esto sería más acertado llamarlo “modo de producción tributario”, cuyo adjetivo permite desvincularlo de un continente específico.

Algunos de los rasgos más característicos de este nuevo modo de producción, que llamaremos modo de producción soviético, por haberse desarrollado primeramente en este país, y para diferenciarlo del modo de producción socialista, como modelo teórico, son los siguientes:

1. Relaciones sociales de explotación basadas en la propiedad exclusiva y excluyente del Estado sobre los medios de producción. Estos están a disposición de una burocracia que determina todos los aspectos de su utilización y distribución en la sociedad, por lo cual ejerce de esta manera la propiedad real sobre los mismos, pero no de manera privada sino colectiva, como clase social.

2. Planificación centralizada por el Estado, sin participación social. Fortalecimiento de la estructura jerárquica del trabajo y de la división social entre el trabajo intelectual y material, y por tanto de la alienación social.

3. Obtención directa por el Estado de los excedentes creados por los trabajadores y redistribución de parte del plusproducto, por el sistema de privilegios concedidos a la burocracia, según nivel jerárquico, como nueva clase social dominante. Disminución progresiva de la productividad relativa del trabajo. Imposibilidad de acumulación de la plusvalía en forma de capital privado.

4. Establecimiento general de ciertos servicios sociales para la masa del pueblo y los trabajadores: educación y atención médica gratuita, así como derecho al trabajo y deber del Estado de procurarlo. Del cumplimiento de estas obligaciones mínimas por parte del Estado depende su justificación y legitimación social.

5. A la superestructura, corresponde un Estado absolutista y antidemocrático, dominado por la élite de la clase burocrática, a la cual le es inherente el nepotismo y la corrupción generalizada.

En honor a la verdad, es necesario decir que, en contraste con las terribles condiciones de vida del pueblo y de los trabajadores en Rusia antes de la Revolución de Octubre de 1917, estos servicios y derechos sociales significaron un enorme progreso en la calidad de vida del pueblo trabajador. Ello motivó durante muchos años su fuerte respaldo al Partido Comunista y al Estado soviético.

Estos progresos, relacionados con importantes logros alcanzados en la esfera de la ciencia y la cultura, fueron posibles porque el modo de producción soviético fue realmente superior a la formación económico social que existía en la Rusia zarista y estimuló el desarrollo de las fuerzas productivas durante cuatro décadas, hasta que empezó su decadencia estimulada por las contradicciones internas y por los enormes costos de la carrera armamentista impuesta durante la Guerra Fría por los Estados Unidos.

La concentración de la propiedad de todos los medios de producción y de los excedentes en el Estado, hizo posible, durante muchos años, más que en cualquier otro país, canalizar inmensos recursos para el logro de objetivos de importancia estratégica, tales como la electrificación, la industrialización, la investigación espacial, la educación, la salud y la cultura. Un logro de importancia excepcional, fue el acceso a la alimentación y la superación de la pobreza, porque en la Rusia zarista, decenas de miles de personas morían cada año de hambre y de frío, y estaban condenados a la pobreza extrema, lo que hizo que los pueblos pobres de la tierra vieran con gran entusiasmo el modelo soviético de desarrollo.

Sin embargo, los exitosos planes quinquenales de los primeros tiempos fueron perdiendo efectividad y terminaron por convertirse en camisa de fuerza para el desarrollo, en la medida en que la administración se burocratizaba y el cálculo económico y la gestión de los trabajadores, así como el libre mercado, fueron suprimidos, sin que éste fuera sustituido por un mercado regulado por el Estado, pero con necesaria participación social.

A pesar de sus deficiencias, el modo de producción soviético fue superior al capitalismo dependiente y deformado por los rezagos semifeudales de los países de América Latina, Asia y África. Pero no fue superior al capitalismo industrializado del Norte, ni al sistema capitalista en conjunto, que se desarrollaba a escala mundial.

Los avances en la investigación del modo de producción asiático, realizados por varios científicos sociales que se apartaron del dogmatismo en el último medio siglo (ver Roger Bartra y otros autores, El modo de producción asiático), parecen confirmar la existencia de modos de producción diferentes a los tradicionalmente aceptados como únicos y obligatoriamente sucesivos: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo y comunismo (con el socialismo como primera fase) y demuestra la existencia de vías alternativas de desarrollo de la humanidad en un mismo tiempo o en diferentes momentos históricos y en diferentes lugares; de manera simultánea o asincrónica.

Al igual que la naturaleza, la sociedad humana en su proceso de desarrollo no tiende a la uniformidad, sino a la diversidad. Un sistema socio-económico tiene como base un modo de producción predominante, pero contiene elementos de los modos de producción anteriores o coexiste con ellos durante mucho tiempo y, a su vez, genera elementos de un modo de producción superior, que inevitablemente habrá de sustituirlo en el futuro.

Parece que, para este periodo cursado sin experiencia previa, -salvo los dos meses de existencia de La Comuna de París en 1871-, la historia corroboró la justeza de la tesis de Marx, según la cual, el socialismo (para ese momento histórico) sólo podría hacerse realidad con el triunfo revolucionario simultáneo en todos o en la mayoría de los países capitalistas o en los más desarrollados.

El intento del partido dirigido por Lenin de iniciar la construcción del socialismo en un sólo país, mientras se creaban condiciones internacionales favorables a su desarrollo y consolidación, con el triunfo de revoluciones proletarias en por lo menos un país industrializado, se vio frustrado principalmente por la insuficiencia de desarrollo y extensión del capitalismo en Rusia en el momento del triunfo de la revolución de Octubre de 1917, pues aunque ésta era la tendencia más fuerte, no era el modo de producción predominante; y por las siguientes causas, entre otras:

1. La destrucción de gran parte de la clase obrera y de su dirigencia leninista, que constituía una franja extraordinariamente activa e influyente, pero pequeña, en la Rusia de principios del siglo XX, en el fragor de la Primera Guerra Mundial y en combates en que la Rusia revolucionaria se defendió heróicamente contra la intervención militar de catorce potencias imperialistas y contra la reacción interna que desató la guerra civil bajo su ayuda directa.

2. El socialismo no podía construirse sin su base social primordial, sin su materia prima: la clase obrera con cultura proletaria, con disciplina laboral, con tradición de organización y lucha sindical, con una psicología particular de acción colectiva, solidaridad y combate a la explotación, que se forma durante décadas y en el transcurso de varias generaciones en el desenvolvimiento del capitalismo.

3. La cultura y mentalidad servil del pueblo ruso, forjadas durante más de mil años, en el proceso de construcción del imperio ruso y de varios siglos de absolutismo zarista, facilitaron la desviación de los objetivos estratégicos de la revolución, el culto a la personalidad de Stalin y sus más cercanos colaboradores, que propiciaron el ascenso de la burocracia como nueva clase social dominante.

En un país con escaso desarrollo capitalista (prácticamente enclaves en Moscú y Petrogrado), con la clase obrera destruida o extraordinariamente disminuida, con predominio de la pequeña burguesía (como señalaba Lenin) y la mentalidad que la caracteriza, y sin experiencia histórica de democracia política, no fue posible, en ese período particular, construir el socialismo.

El intento de construir el socialismo en tales condiciones históricas, en donde el capitalismo jugaba el papel más dinámico, pero en donde en realidad, según Lenin, coexistían elementos de cinco modos de producción, dio como resultado el modo de producción soviético, superior al sistema socio-económico de la Rusia zarista, pero en la economía inferior al capitalismo industrializado.

En su escrito de 1921 sobre el impuesto en especie, Lenin argumenta la necesidad de aplicar una nueva política económica, (NEP) para superar el estado de ruina y postración existente como resultado de la intervención imperialista y de la guerra civil, “consistente en desarrollar el capitalismo de Estado: combatir y superar el burocratismo, estimular la producción agrícola y el comercio, para reorganizar sobre bases equitativas el intercambio entre campesinos y obreros, construir la gran industria, electrificar el país y, de esta manera, crear las bases económicas y sociales para realizar el tránsito gradual al socialismo”.

En el X Congreso del Partido Comunista Bolchevique de Rusia, en 1921, el genial conductor de la Revolución Rusa dice que, la expresión “República Socialista Soviética”, significa la decisión del poder de los soviets de llevar a cabo la transición al socialismo, más en modo alguno el reconocimiento del nuevo régimen económico como socialista; que en Rusia existían diversos tipos de economía social y elementos tanto de capitalismo como de socialismo y que en la correcta comprensión de esta situación estaba la clave para elaborar una correcta política económica de transición.

Esos elementos fueron enumerados por Lenin de la siguiente manera:

1. Economía campesina patriarcal, es decir, natural en grado considerable.

2. Pequeña producción mercantil (en ella figuraba la mayoría de los campesinos que venden cereales)

3. Capitalismo privado.

4. Capitalismo de Estado.

5. Socialismo.

Señalaba que Rusia era tan grande y abigarrada que en ella se entrelazaban todos esos tipos diferentes de economía social y que, precisamente, en ello consistía lo original de la situación y que el elemento que predominaba era el pequeño burgués: “la mayoría, la inmensa mayoría de los agricultores son pequeños productores de mercancías”.

Anotaba que los maestros del socialismo no hablaban en vano de “todo un período de transición del capitalismo al socialismo” y de los “largos dolores del parto” de la nueva sociedad, y que “ésta es una abstracción, que sólo puede encarnar en la vida por medio de intentos concretos, imperfectos y variados de crear uno u otro Estado socialista”. En otras palabras, declaraba que la transición al socialismo era un proceso extraordinariamente complejo y difícil, susceptible de errores, que sólo podría ser perfeccionado mediante la experiencia y que, además, podrían existir diferentes tipos de Estado socialista.

Señalaba que los comunistas como vanguardia, como destacamento avanzado del proletariado, por su nivel de conciencia y organización, podrían pasar directamente al socialismo. Pero como reconocía que este sólo constituía una pequeña parte de todo el proletariado, que a su vez no representaba más que una pequeña parte de toda la masa de la población, insistía en que en este país no era posible pasar masivamente al socialismo y que, por ello, se requería un período de transición.

Según él, para poder resolver con éxito la tarea del paso al socialismo, era necesario comprender cuáles serían los caminos, los métodos, los recursos, los elementos intermedios necesarios, para pasar de las relaciones precapitalistas a las socialistas, porque “en las inmensas extensiones de Rusia, donde largos caminos veredales intransitables separan a las aldeas de las líneas férreas”, que él consideraba como “los medios materiales de enlace con la cultura, con el capitalismo, con la gran industria, con las grandes ciudades, reinaba el régimen patriarcal, la semibarbarie y la barbarie”. Hacía énfasis en que en la mayor parte de Rusia predominaba la rutina, el estancamiento, la inmovilidad.

Afirmaba que la base económica de la especulación en Rusia estaba constituida por el sector extraordinariamente amplio de los pequeños propietarios, y por el capitalismo privado; que la especulación que apresaba a algunos sectores obreros, en lugar del monopolio de Estado, irrumpía por todos los poros de la vida económico-social.

Anotaba que, mientras la revolución se realizaba en Alemania, país que consideraba como el más avanzado en la época, era necesario “aprender de los alemanes el capitalismo de Estado, para implantarlo con todas las fuerzas en la bárbara Rusia”. Para él, el capitalismo de Estado era un camino para llegar al socialismo. Para superar el capitalismo atrasado, pequeño burgués, era necesario pasar por una estación intermedia: la “contabilidad y control por todo el pueblo de la producción y la distribución”. La clave para la transición al socialismo, a una sociedad sin explotadores ni explotados, radicaba en des-alienar el trabajo y a los trabajadores.

Para Lenin, el proletariado de Rusia, iba adelante de Inglaterra y Alemania, por su régimen político, por la fuerza del poder político de los obreros, pero reconocía que, al mismo tiempo, Rusia estaba detrás del Estado más atrasado de Europa occidental en lo referente a la organización del capitalismo de Estado, al nivel cultural y al grado de preparación de la producción material para “implantar el socialismo.”

Debido a que el intercambio entre la industria y la agricultura estaba paralizado y la gran industria estaba destruida, consideraba necesario impulsar lo más accesible: la restauración inducida y controlada de la pequeña industria para sostener la economía semiderruida por la guerra y el bloqueo, desarrollar por todos los medios y a toda costa el intercambio, para que la economía se reactivara. De esta manera el Estado recibiría los impuestos requeridos para el desarrollo social. Recomendaba hacerlo sin temor al capitalismo, puesto que éste ya había sido limitado a un marco bastante estrecho por dos elementos: la expropiación de los terratenientes y de la burguesía, y el poder armado de los obreros y campesinos en el Estado.

El desarrollo del burocratismo en la Rusia soviética

Lenin advirtió reiteradamente sobre el riesgo del resurgimiento y desarrollo del burocratismo dentro del régimen soviético. Según él, medio año después de la Revolución de Octubre, “después de haber destrozado el antiguo aparato burocrático de arriba abajo”, en mayo de 1918, el problema de “la plaga” del burocratismo era imperceptible; un año después en el VIII Congreso del PC de Rusia (18-23 de marzo de 1919), se aprueba un nuevo programa del partido en el que se reconoce el “renacimiento parcial del burocratismo dentro del régimen soviético” y allí se habla abiertamente de desenmascararlo y de despertar la conciencia y la voluntad, la energía y la acción para luchar contra él.

Pasaron dos años más. En 1921, después del VIII Congreso de los Soviets (diciembre de 1920), en el que se discutió la cuestión del burocratismo, y después del X Congreso del PC de Rusia (marzo de 1921), que hizo el análisis del burocratismo, ya se observaba con mayor claridad y precisión que se trataba de una verdadera amenaza para el poder de los trabajadores [7] .

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En los años 80 del siglo XX, a través de la Perestroika, algunos dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), encabezados por Mijail Gorvachov -aunque con resultados nefastos que hoy permiten poner en duda sus verdaderas intenciones-, pretendieron superar el estancamiento de las fuerzas productivas y reiniciar el proceso de tránsito hacia relaciones socialistas de producción, cuyo contenido principal es la des-alienación del trabajo, la democracia participativa económica y política, y no la propiedad estatal sobre los medios de producción como antes suponían. Porque aunque tienen mucha relación, una cosa es estatizar y otra muy diferente, socializar.

Según declaraban los dirigentes de la Perestroika, la médula, el hilo conductor de esta nueva fase de la revolución, radicaba en la democratización de la sociedad a todos los niveles: democratizar las relaciones económicas, sociales, políticas, para incorporar de manera consciente y creadora a las amplias masas de trabajadores en los procesos de planificación y organización de la producción, y distribución y control de sus resultados; al igual que en todas las actividades de creación espiritual, artística, científica y cultural; lo mismo en la actividad política, al separar las funciones del Partido Comunista de las del Estado, devolver a los soviets su papel de órganos de poder popular a los que podrían ser elegidos diputados comunistas o no comunistas, y proceder a la formación de un Estado socialista de derecho.

Se trataba de que en cierto momento, era posible mediante la Perestroika, culminar el proceso interrumpido y realizar el transito al socialismo, revolucionando las relaciones sociales de producción existentes en el modo de producción soviético.

Pero no era esa la única alternativa: también existía la posibilidad de retrotraer la sociedad al ámbito capitalista, es decir, restablecer el capitalismo. Como es por todos conocido, esto último fue lo que ocurrió con la desintegración de la URSS, que abrió paso a la hegemonía de los Estados Unidos y de los monopolios transnacionales en el mundo; a la superexplotación de los trabajadores y a la aplicación de las formas más salvajes del capitalismo, a la imposición de la globalización neoliberal.

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Para superar la postración en que actualmente se encuentran las masas trabajadoras en la mayor parte del mundo por falta de perspectivas y desencadenar su potencial creativo y revolucionario, (como el que impulsa actualmente la acción de los pueblos de Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua) es necesario elaborar una propuesta de un nuevo sistema socio-económico alternativo al capitalismo y al modo de producción soviético, evitando repetir errores que han costado muy caro a la humanidad.

Por eso es importante lograr el mayor conocimiento posible de lo que fue la sociedad soviética: su historia, sus relaciones económicas y sociales, los fenómenos negativos y sus causas, así como sus aspectos positivos.

Los esfuerzos de las organizaciones políticas y sociales de los trabajadores y de las personas honestas y consecuentes con la sociedad deben orientarse a buscar las vías de desarrollo que conduzcan a proporcionar a las más amplias masas la mayor suma de de seguridad, estabilidad y felicidad posibles; con elevados niveles de bienestar material y espiritual, tratando al mismo tiempo de lograr la mayor armonía de la sociedad con la naturaleza, cuya conservación es fundamental para la sobrevivencia de la humanidad en el siglo XXI y para el desarrollo humano integral a largo plazo.

Estas vías de desarrollo pueden y deben ser muy variadas partiendo del análisis de la realidad concreta, que nos muestra claramente que existen niveles de desarrollo desigual por países, regiones y sectores de la producción; así como de tradiciones, costumbres, psicologías, medios geográficos y culturas diferenciadas, y de variadas correlaciones de fuerzas entre sus sectores sociales, que a su vez determinan necesidades y posibilidades diferentes de los pueblos que habitan el planeta.

Por ello, sólo el análisis profundo de la realidad concreta en su diversidad, en sus tendencias principales y en su interrelación a escala mundial, regional y sectorial permite comprender qué tipo de proceso es el necesario y posible para cada pueblo y país, sin caer en esquematismos ni pretender soluciones universalmente válidas, pues aquellas que son adecuadas en unos casos no lo son en otros; y todo intento de aplicar recetas dogmáticas sólo conduce al desastre y a retrasar los procesos sociales.

El marxismo, con su concepción dialéctico-materialista del desarrollo, es un método de análisis de la realidad concreta, extraordinariamente valioso y útil, pero durante muchos años sus partidarios y supuestos defensores, muchos de ellos expertos manipuladores de masas, cayeron en el dogmatismo, esquematizando y simplificando la realidad que es, en verdad, cada día más compleja.

Cayeron en el gravísimo error de creer que el mismo tipo de socialismo (en realidad el modo de producción soviético), sería la solución para todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo socio-económico y de considerar además, que los procesos de transición de un modo de producción a otro, a escala histórico-universal, podrían realizarse en tan solo unas cuantas décadas.

Hoy, con la experiencia acumulada por la humanidad, se comprende que estos cambios son mucho más lentos y complicados que lo que muchos creímos y que para completarse plenamente, algunos procesos pueden requerir incluso siglos.

Sin embargo, es necesario tener siempre presente que la voluntad y la acción organizada y revolucionaria de los pueblos y los trabajadores es la que hace posible las transformaciones profundas de la sociedad y que el nivel de desarrollo de su conciencia social en muchas ocasiones determina que los procesos se aceleren, se estanquen, o sean de duración más prolongada.

Así pues, debemos hacer los análisis partiendo de la realidad concreta para encontrar, entre la diversidad universal, la vía o combinación de vías, y formas de propiedad y de Estado que pueden aplicarse en cada país, teniendo en cuenta el nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas, la cultura y las necesidades de los pueblos, su interrelación con los demás países del planeta y la armonía del hombre con la naturaleza. Todo ello sin perder nunca de vista la diferencia entre lo deseable y lo posible.

Si un análisis riguroso muestra que, para poder desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad, que permitan mayores niveles de producción de riqueza material y lograr bienestar generalizado en un país, es aconsejable para determinado período, el establecimiento de formas de economía mixta, cooperativa, empresas comunitarias, monopolios de Estado, capitalismo de Estado, socialismo, y otras que puedan surgir como las Empresas de Propiedad Social (EPS), que han aparecido en Venezuela durante los últimos años, o la aplicación de algunas de ellas o de todas simultáneamente en diferentes proporciones, habrá que hacerlo, procurando siempre: que el Estado asuma una actitud humanista y solidaria, y promueva formas de organización de la producción que permitan avanzar de manera progresiva hacia la des-alienación del pueblo y los trabajadores; es decir, hacia niveles de conciencia social cada vez mas altos, hacia la superación progresiva de la división social y de la estructura jerarquizada del trabajo en la que unos piensan, planifican y ordenan, y otros cumplen sus ordenes de manera operativa. También, que garanticen a la población su participación en las decisiones fundamentales que afectan su vida; el acceso a la propiedad social sobre los medios de producción para la satisfacción creciente de sus necesidades materiales y culturales, así como cada día, mayores y mejores servicios sociales.

Lenin y la transición del capitalismo al socialismo en Rusia

A continuación destacamos algunos planteamientos de Lenin y transcribimos textualmente algunas citas, que consideramos deben tenerse en cuenta para el análisis del modo de producción soviético y para el período de transición del capitalismo a un sistema socio-económico humanista, es decir, socialista, en el siglo XXI. No se pretende, ni mucho menos, que estos planteamientos sean copiados en nuevas condiciones histórico-sociales concretas, sino que sean aprovechados por los revolucionarios en el aprendizaje de construcción del socialismo, porque son ejemplo de profundidad en el análisis, de ruptura con todo dogmatismo y de creatividad en las propuestas para lograr los objetivos estratégicos.

Indemnizar a la burguesía y atraer a los especialistas

Lenin no planteaba la expropiación sin indemnización como fórmula irremediable; él recordaba que:

“Marx decía que, en determinadas condiciones, lo más conveniente para la clase obrera sería ‘deshacerse por dinero de toda esa cuadrilla’ (refiriéndose a los capitalistas), es decir, indemnizar a la burguesía por la tierra, las fábricas y demás medios de producción”. [8]

Esta observación de Marx, “de extraordinario interés”, se produjo —según Lenin— en la Inglaterra de los años 70 del siglo XIX, período culminante del capitalismo premonopolista, en el país en que había entonces menos militarismo y burocracia, en el que existían mayores probabilidades de victoria “pacífica” del socialismo.

Lenin destacaba, de acuerdo con Marx, que en determinadas condiciones los obreros no se negarían de ninguna manera a indemnizar a la burguesía:

“Marx no se ataba las manos —ni las ataba a los futuros dirigentes de la revolución socialista— en cuanto a las formas, métodos y procedimientos de la revolución, comprendiendo muy bien, cuán grande sería el número de problemas que se plantearía entonces; cómo cambiaría toda la situación en el curso de la revolución y con qué frecuencia y con qué fuerza cambiaría esa situación”.

Pero al mismo tiempo, hacía énfasis en que, en las condiciones concretas de Rusia, en lugar del predominio absoluto de los obreros entre la población, y de su alto nivel de organización, el factor de la victoria fue el apoyo al proletariado por parte de los campesinos pobres, que se arruinaban cada vez más rápidamente por la competencia y el desarrollo del capitalismo.

Pensando en las condiciones concretas de la Rusia atrasada del momento, donde a diferencia de Inglaterra, no existía ni un elevado nivel cultural ni la costumbre de los compromisos, Lenin planteaba la necesidad de combinar los métodos de represión contra los capitalistas incultos, que no aceptaban ningún “capitalismo de Estado”, que no concebían ningún compromiso y que seguían frustrando las medidas soviéticas por medio de la especulación, el soborno de los pobres, etc., con los métodos de compromiso o de indemnización a los capitalistas cultos, que aceptaran el capitalismo de Estado, y que podrían aplicarlo siendo útiles al proletariado como organizadores inteligentes y expertos en la administración de grandes empresas que abarcaran el abastecimiento de productos a decenas de millones de personas.

Creada la situación en que los trabajadores habían asumido el poder político del Estado y tenían que gobernar el país, era necesario ganar, sin escatimar dinero [9] a los elementos más cultos, instruidos por el capitalismo, para ponerlos al servicio de la construcción de la nueva sociedad en contra de la anarquía, baja productividad y disgregación generada por los pequeños propietarios.

El capitalismo de Estado y sus formas

Ante la realidad económica de ruina antes descrita, Lenin sentenciaba que era absurdo y suicida para el partido que intentara llevarla a la práctica, la política de intentar prohibir por completo, todo desarrollo del intercambio privado, no estatal, es decir, el comercio, el capitalismo, inevitable con la existencia de millones de pequeños productores.

Confesaba que, algunos comunistas habían caído en tal política con sus “pensamientos, palabras y hechos”, y que era necesario corregir esos errores, aplicando, según él, “la última política posible y la única prudente: no tratar de prohibir, agarrotar el desarrollo del capitalismo, sino tratar de dirigirlo por el cauce del capitalismo de Estado”, lo que consideraba económicamente posible, porque “el capitalismo de Estado existe —en una u otra forma, en uno u otro grado— en todas partes en donde existen, en general, elementos del comercio libre y del capitalismo”.

Para Lenin, el problema —tanto teórica como prácticamente— consistía en encontrar los métodos acertados de cómo precisamente se debía llevar el inevitable (hasta cierto grado y por un plazo determinado) desarrollo del capitalismo al cauce del capitalismo de Estado; en qué condiciones hacerlo y cómo asegurar, en un futuro próximo, la transformación del capitalismo de Estado en socialismo.

Las formas concretas del capitalismo de Estado serían: “primera, las concesiones; segunda, la cooperativización de pequeños productores privados o capitalismo cooperativista; tercera, contratación del capitalista por parte del Estado, en calidad de comerciante, pagándole un determinado tanto por ciento en concepto de comisión por la venta de la producción del Estado y por el acopio de los productos del pequeño productor. Y la cuarta forma: el Estado entrega en arriendo al capitalista industrial una empresa, una explotación o un bosque o terreno, etc., que pertenece al Estado, teniendo el contrato en arriendo el mayor parecido con el de la concesión”.

Se debe tener en cuenta el contexto histórico en que Lenin planteaba la aplicación en Rusia de estas “modalidades de acuerdo” entre el Estado Soviético y los capitalistas. El propósito era desarrollar las fuerzas productivas para satisfacer necesidades de la población en uno de los países más atrasados de Europa, destruido y arruinado por la Primera Guerra Mundial, la intervención imperialista y la guerra civil. Esto funcionaría como una de las formas de la lucha del proletariado, siempre que ésta clase social mantuviese el control revolucionario del Estado. Es lo que haría al Estado funcionara principalmente al servicio del pueblo y no al servicio de los capitalistas, aunque estos continuaran extrayendo plusvalía a los trabajadores y obtuvieran incluso, “superganancias” por el tiempo que fuese necesario, mientras el sector socialista desarrollaba su capacidad y eficiencia productivas.

Porque estas modalidades de “acuerdo con los capitalistas”, fueron desarrolladas en otro contexto por los monopolios imperialistas a lo largo del siglo XX en todo el mundo y en particular en América Latina, con desastrosas consecuencias para los pueblos. Fueron y son en la actualidad, formas de legalizar el saqueo y la destrucción de las riquezas naturales: mineras, energéticas, el agua y la biodiversidad; también de asegurar la superexplotación de los trabajadores por parte de los monopolios transnacionales; todo en condiciones muy desventajosas para los pueblos de los países dependientes y en detrimento de las soberanías nacionales.

A partir de los años 70 del siglo XX, en América Latina, estas modalidades de contratación se impusieron a través del terrorismo de Estado de gobiernos civiles como el de Colombia y de dictaduras militares, como en los casos de Argentina, Chile, Uruguay; y en general en toda América Latina -a excepción de Cuba revolucionaria- en donde los Estados burgueses se encontraban bajo la hegemonía de oligarquías entreguistas y traidoras a sus pueblos, subordinadas a los monopolios transnacionales y al gobierno de los Estados Unidos. Es el caso de Venezuela durante la llamada IV República. Bajo el influjo de la corrupción administrativa con millonarios sobornos a presidentes y ministros, los contratos de concesión garantizaban la parte del león a las transnacionales y las migajas para su pueblo. Todo bajo el modelo de “desarrollo” de la globalización neoliberal, impuesto por el imperialismo a través de los llamados paquetes de ajuste fiscal del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

Para que, en la construcción del socialismo del siglo XXI en Venezuela y otros países de La Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), los acuerdos con los monopolios o empresas transnacionales puedan hacerse con beneficio para los pueblos y sin detrimento de la soberanía nacional -en proceso de recuperación aún incipiente en la mayoría de los casos-, es necesario asegurar la hegemonía de un bloque auténticamente revolucionario en el poder del Estado; negociaciones transparentes realizadas con contraloría social eficiente; con criterios socialistas, técnicos y científicos; y el cumplimiento de protocolos, es decir procedimientos, que impidan el soborno y la corrupción de los funcionarios públicos encargados de negociar y firmar los contratos.

Pero, volvamos a los planteamientos de Lenin:

¿Es concebible la realización del paso directo de semejante estado, predominante en Rusia, al socialismo? Sí, es concebible hasta cierto grado, pero sólo con una condición, que ahora conocemos exactamente, gracias a un gran trabajo científico llevado a cabo. Esta condición es la electrificación.

¿Cual será la condición o condiciones en las circunstancias actuales de Venezuela y América Latina?

Si construimos decenas de centrales eléctricas distritales (ahora ya sabemos dónde y cómo se pueden y deben construir), si llevamos su energía a todas las aldeas y si conseguimos la suficiente cantidad de motores eléctricos y otras máquinas no necesitaremos pasar por grados transitorios o intermedios entre el régimen patriarcal y el socialismo, o casi no nos serán necesarios. Pero sabemos perfectamente que esta “sola” condición exige, por lo menos, un decenio únicamente para los trabajos más urgentes, y reducir este plazo, a su vez, sólo es posible en el caso del triunfo de la revolución proletaria en países como Inglaterra, Alemania y Norteamérica.

Más para los próximos años es necesario saber pensar en los grados intermedios, capaces de facilitar el paso del régimen patriarcal, de la pequeña producción, al socialismo. “Nosotros” con frecuencia volvemos a caer todavía en el razonamiento: “el capitalismo es un mal, el socialismo es un bien”. Pero este razonamiento es erróneo, ya que se olvida todo el conjunto de las formaciones económico-sociales existentes, entresacando solamente dos de ellas. El capitalismo es un mal en relación con el socialismo. El capitalismo es un bien en relación con el medievalismo, en relación con la pequeña producción, en relación con el burocratismo vinculado a la dispersión de los pequeños productores.

Puesto que no tenemos aún fuerzas para realizar el paso directo de la pequeña producción al socialismo, por tanto, el capitalismo es, en cierta medida, inevitable, como producto espontáneo de la pequeña producción y del intercambio, y por tanto debemos aprovechar el capitalismo (dirigiéndolo especialmente por el cauce del capitalismo de Estado) como grado intermedio entre la pequeña producción y el socialismo, como recurso, camino, procedimiento o método de aumentar las fuerzas productivas”.

Algunas conclusiones

1. El socialismo, teóricamente diseñado por los fundadores del socialismo científico, no existió en la Unión Soviética, ni en las democracias populares de Europa oriental. Sólo lograron consolidarse algunos rasgos de él, pero no los esenciales. Se mantuvo la explotación del hombre por el hombre. La burocracia se transformó en nueva clase social dominante y explotadora, que asumió el control sobre la totalidad de los medios de producción y que, por medio de privilegios asignados por niveles jerárquicos, se apropiaba de parte del plusproducto generado por todos los trabajadores.

2. El intento de construir el socialismo en las condiciones de atraso económico y cultural de la Rusia zarista arrojó como resultado el modo de producción soviético, superior al sistema socio-económico de la Rusia zarista y al capitalismo dependiente y deformado por rezagos semifeudales de América Latina, Asia y África, pero no superior al capitalismo industrializado.

3. El capitalismo mundial terminó por derrotar a la Unión Soviética debido en primer lugar a sus contradicciones internas, a la menor productividad del trabajo, al estancamiento en el desarrollo de sus fuerzas productivas y al desgaste a que la sometieron los países imperialistas mediante la carrera armamentista.

4. Pero el socialismo científico, como modo de producción y de vida superior al capitalismo, sigue siendo una opción válida para los trabajadores del mundo. Es la respuesta viable y necesaria al proceso de globalización y monopolización de los mercados y de la producción, que ha envilecido dramáticamente la vida de los pueblos al incrementar la explotación de los trabajadores y acelerar el saqueo de sus recursos naturales, de expropiación de los medios de producción y de subsistencia a decenas y centenares de millones de personas. Los nuevos intentos de construcción del socialismo, deben aprovechar los aciertos de las luchas de los pueblos de la tierra por el socialismo y evitar los errores y desviaciones que generaron el modo de producción soviético.

5. Para eliminar la explotación del hombre por el hombre no es suficiente eliminar la propiedad privada sobre los medios de producción. Estatización no es igual a socialización. El poder de los administradores del Estado, sin el suficiente control por parte de los trabajadores y de las organizaciones sociales, y sin su participación directa en las decisiones fundamentales, genera inevitablemente burocratismo, corrupción y explotación.

6. En un país dependiente y con rezagos precapitalistas, con predominio de los pequeños productores y de mentalidad pequeño burguesa, no es posible pasar directamente al socialismo, se requiere un período de transición, que será más o menos largo, según el nivel de conciencia social y de organización y acción revolucionaria de los trabajadores y la población.

7. Uno de los instrumentos para realizar esa transición, es el capitalismo de Estado que, bajo diversas modalidades, hace posible, bajo el control del poder político de los trabajadores, inducir el desarrollo de las fuerzas productivas hacia el socialismo, incluyendo para esto, el uso de algunas de las formas de propiedad capitalistas, mediante la regulación del mercado, el control de las ramas claves de la economía y la hegemonía de la propiedad social sobre la privada, en las cadenas y redes socio-productivas.

8. Una parte importante de la producción social no adquiere el carácter de mercancía porque no va al mercado, no se vende, sino que se distribuye directamente a destinatarios predeterminados: niños en los liceos, enfermos en hospitales, trabajadores en las fábricas, etc.

9. Pero también, es necesario mantener el mercado y cierto nivel de competencia, regulados por el Estado con criterios humanistas; y estímulos económicos y sociales, materiales y espirituales bien balanceados, para que el objetivo de la producción no sea la obtención de la máxima ganancia, sino el desarrollo humano integral y la satisfacción de las necesidades de la población. Una emulación sana, entre Empresas de Propiedad Social (EPS), del Estado y de las comunidades es posible. Permitiría que funcione de manera planificada la ley del valor y que la sociedad, en parte, a través de la demanda en el mercado, determine qué empresas y qué productos considera realmente necesarios, al tener en cuenta precios y calidades de acuerdo con su cultura y capacidad adquisitiva. De esa manera, el mercado regulado contribuiría a estimular la productividad del trabajo y a producir las cantidades y calidades necesarias y adecuadas de los productos: bienes, servicios y conocimientos.

10. Los medios de comunicación y la propaganda deben servir a este propósito y no al incremento de la ganancia y del consumismo irracional. Estos deben ser diversificados en su propiedad y controlados por el Estado, conjuntamente con las organizaciones sociales y los trabajadores.

11. La propiedad de los medios de producción y el control de la producción y de sus resultados debe ser realmente socializada por medio de una justa participación del Estado, los trabajadores o colectivos laborales y los usuarios en la gestión de las empresas y redes socioproductivas, en las decisiones fundamentales sobre los presupuestos, los planes de producción, la distribución de los productos y los excedentes. Se puede combinar la propiedad estatal, con la cooperativa y la privada de pequeños e incluso grandes accionistas, con nuevas formas de propiedad y producción como son las Empresas de Propiedad Social (EPS) o empresas comunitarias socialistas que están surgiendo de hecho en los últimos años en la República Bolivariana de Venezuela con el apoyo incipiente del Gobierno, y que, por supuesto, requieren de una legislación adecuada y de muchas mejoras mediante un perfeccionamiento continuo.

12. El aporte en trabajo material e intelectual en todas sus formas, como fuente de la riqueza social y medio de realización del ser humano, matizado con criterios de igualdad compleja, equidad, solidaridad y justicia social, debe ser un derecho fundamental garantizado por el Estado; y debe ser el principal criterio para la participación de la población en los bienes, servicios y conocimientos, y en el valor creado en la producción.

13. Por tanto, para que la propiedad sea legítima y reconocida socialmente debe ser resultante del trabajo.

14. Los tipos de propiedad sobre los medios de producción, sus diferentes combinaciones y la participación de los trabajadores y de las comunidades en las mismas, dependerán necesariamente de varios factores: de la magnitud y procedencia de los capitales, de la complejidad de las tecnologías, así como de la procedencia de las materias primas y de la incidencia del producto específico en los grupos humanos y en la sociedad.

15. En el caso de una refinería, o de una empresa como Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), de la cual provienen la mayor parte de los ingresos de divisas del país; que explota el petróleo y el gas, productos del subsuelo, que por tanto pertenecen a toda la nación, cuya extracción y refinamiento requieren enormes capitales por el tipo de tecnologías utilizadas, que sólo pueden ser aportados por el Estado o por compañías transnacionales; que al realizar los procesos de extracción afectan de manera directa al medio ambiente y a la población de determinados municipios; que generan productos de importancia estratégica para toda la sociedad, como es el combustible, y que afectan a todas las empresas y personas e inciden en el precio de todos los productos, no puede ser propiedad solamente de los trabajadores petroleros, que en Venezuela son menos de 90.000 sobre una población total de 28.000.000 de habitantes.

16. Reiteramos: necesariamente debe participar el Estado en representación del conjunto de la nación, porque a ella pertenece el petróleo, porque a toda ella afecta su producción y porque el Estado tiene que aportar los enormes recursos de capital necesarios. Debe participar el municipio donde se realiza la extracción del crudo para ejercer un control sobre el impacto ambiental y para obtener las participaciones de la renta petrolera que permiten beneficiar a esa población específica. Deben participar los trabajadores directos de la empresa, porque con su trabajo en la exploración, extracción o refinación aportan el valor agregado. Y deben participar los usuarios, representados por las comunidades organizadas (consejos comunales y comunas, como una de las formas del poder popular u otras que sean legítimas); organizaciones de consumidores, las industrias, los transportadores, porque la calidad, el precio y el suministro del combustible los afecta directamente.

17. Se trata de que exista un equilibrio y un control mutuo entre los diferentes sectores sociales e intereses involucrados en los procesos económicos para que ninguno de ellos pueda ejercer un poder hegemónico que afecte negativamente a los demás. Por el contrario: se pretende que los diferentes sectores, mediante su participación en la propiedad y la gestión, tomen de manera concertada decisiones que beneficien equitativamente a toda la sociedad. Lo que implica que se controlen mutuamente, para acabar o reducir el burocratismo al mínimo posible; y también, impedir la corrupción y la concentración del poder y la riqueza.

18. Pero una pequeña empresa de confecciones, de ropa, zapatos, muebles, de las cuales pueden existir miles, podría ser de total propiedad de los trabajadores organizados en cooperativas, porque los capitales requeridos pueden ser aportados por ellos, mediante sus ahorros y préstamos del Estado, -en casos especiales por medio de emisiones de dinero-capital que no son inflacionarias cuando van a la producción-, y porque los precios y calidad de la producción, sí pueden en estos casos ser regulados por la competencia en el mercado con la participación del Estado; las materias primas son compradas a otras empresas, y por supuesto, deben pagar unos impuestos al Estado y cumplir con unas normas legales, ambientales, etc.

19. Otra forma de propiedad, que creemos adecuada para empresas cuya influencia abarca la población de localidades específicas con sus ecosistemas, puede ser lo que llamamos Empresas de Propiedad Social (EPS) comunales, o empresas comunitarias socialistas, que pertenecen legalmente a un grupo poblacional organizado por su lugar de vivienda: un consejo comunal, o un grupo asociado de estos, que constituyen una comuna socialista. Aquí se podría incluir una unidad de producción agrícola, un matadero industrial con su frigorífico, o en general una agroindustria de tamaño pequeño o mediano, pues la materia prima es producida en su radio de acción y sus productos se distribuyen entre la población de la localidad con participación y control de las comunidades cercanas.

20. El modelo soviético se basó en la propiedad estatal de los medios de producción que inicialmente fueron controlados por los obreros. Pero que, con el paso del tiempo , llegaron a ser totalmente controlados por la burocracia, mientras la participación democrática del pueblo y los trabajadores en la toma de las decisiones fundamentales de la sociedad fue reducida a su mínima expresión; en cuanto a la base material, los productores de la riqueza social fueron marginados del control real de la economía. Estas fueron las causas fundamentales de los fenómenos de ineficiencia económica, corrupción, existencia de privilegios para las élites, y desarrollo de procesos de alienación y explotación, que determinaron la incapacidad del Modo de Producción Soviético de subsistir como sistema socioeconómico y a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS), como Estado.



[1] . Alameda Raúl, Utría Rubén Darío, Enciso Rafael y otros, El comunitarismo, alternativa sistémica de desarrollo para el siglo XXI. Proyecto Planeta Paz, Comisión de Sistema Socioeconómico y Modelo de Desarrollo, Bogotá, Colombia, 2002.

[2] . Aunque formalmente la URSS fue constituida en 1922, asumimos que este proyecto se inició con la toma del poder por los bolcheviques en 1917.

[3] En reunión de presidentes miembros de la OEA en la V Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad, durante los días 17-19 de abril de 2009, fue anulada la resolución VI de 1962, mediante la cual Cuba fue expulsada de este organismo. Fue un gran triunfo de Cuba y una derrota para la política imperialista de los EEUU.

[4] . Para lograr estos propósitos, los países imperialistas violan cada vez que consideran necesario las resoluciones de la ONU y la legalidad internacional, como, por ejemplo, la invasión a Iraq en 2002, aduciendo que este país poseía armas de destrucción masiva que jamás existieron, y el golpe de Estado en Honduras, el 28 de julio de 2009 apoyado desde la base militar de Estados Unidos en Palmerola.

[5] . Durante muchos siglos, estas funciones fueron desempeñadas por los Consejos de Ancianos, que concentraban el conocimiento, la sabiduría y la dignidad de las comunidades.

[6] Harnecker Marta, nota al presente trabajo: “Creo que la corrupción de la burocracia o el aparato burocrático corrupto no debe confundirse con el burocratismo, que es un estilo de trabajo en que prima el papeleo, la atención mecánica sin tener en cuenta al hombre o la mujer que están pidiendo el servicio, la postergación de decisiones, etcetera. Y este burocratismo que Lenin atribuía a la herencia del zarismo, yo lo atribuyo a algo que me parece mucho más trascendental: al exceso de centralismo del Estado soviético. Creo que esto se aplica exactamente a Venezuela así. Por eso yo insisto en que, si queremos luchar contra el burocratismo debemos descentralizar todo lo que se pueda descentralizar en el espíritu con que Marx planteaba las cosas cuando escribe La Comuna de París. Por supuesto que habrá decisiones centrales, pero esas serán las absolutamente necesarias. Si se descentraliza la toma de decisiones, más expeditas se dan las respuestas, y más acceso al control popular tendrá la población sobre el aparato burocrático local”.

[7] . Lenin, Vladimir Ilich , Sobre el Impuesto en Especie, Obras escogidas en tres tomos , t. 3, p. 602, Editorial Moscú, Moscú, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

[8] . Pero es fundamental la participación de los trabajadores y las comunidades en los procesos de nacionalización para que las empresas sean justamente valoradas, evitando la corrupción y los pagos fraudulentos que enriquezcan a los burócratas y, aun más, a los capitalistas. Se deben, además, deducir antes de cualquier pago, los pasivos laborales y ambientales.

[9] Pero por supuesto, con un sentido de las proporciones, que estimulen la organización y la productividad del trabajo y nunca el parasitismo social.



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Rafael Enciso P.

Economista Investigador

 saberytrabajo1955@gmail.com

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