Construir el socialismo no es una tarea de ingeniería, no es hacer una casa o una represa. Es estar inmerso dentro de la realidad que nos obliga por voluntad propia y por convicción a ser los servidores de nuestro propio entorno. Es estar consciente que lo que pretendamos ser, o tener, debe partir de nosotros como elemento transformador, que el hueco en la calle frente a nuestra casa, por ejemplo, no necesariamente tiene que ser tapado por el estado paternalista, que la basura dejaría de ser problema, cuando descubramos que si nosotros no largamos el papel, el escombro o lo que sea contaminante a la calle o en el sitio que se nos ocurra, tan solo por deshacernos de eso sin pensar en las consecuencias; que si uno a uno vamos tomando control del acto personal de hacer, para no destruir o contaminar, en esa medida se gastará menos en mantenimiento, en limpieza o en salud. Por lo tanto el sentido de pertenencia será mayor, convirtiéndose en nuestro compromiso con nosotros y los demás.
Construir el socialismo, es ser sensible ante el dolor y el sufrimiento ajeno, es ser parte de la solución de los problemas y dejar de ser causa y efecto de los mismos. Es ser proactivo en el proceso de educación cotidiano, donde la ética y la moral sirvan de referencia vivencial, es estar alerta ante los pequeños detalles individuales, que se convierten en grandes problemas colectivos, por el simple hecho de esperar que otros hagan y nosotros no. Es empeñarse en ser útiles a la sociedad, en poner empeño en hacer lo que nos corresponde individualmente con la finalidad que el fruto sea de utilidad al mayor volumen de personas posible, es ser respetuoso de las condiciones y actitudes ajenas, siempre y cuando no afecten al colectivo.
Construir el socialismo, es desprenderse de esas trampas que pone el capitalismo, en las cuales el ego se alimenta de la jactancia y la opulencia excesiva y que nos hace gozosos de la carestía de los demás, es estar satisfecho con lo necesario para cubrir las necesidades, y estar pendiente de que los otros también estén en esas condiciones, es igualar para bien, no para mal, es aportar sin esperar nos paguen extras. Ser socialistas es vivir en alegría, es ser felices cuando nuestros hermanos son felices, es tener lo que merecemos, sin necesidad de llenarnos de cosas inútiles, es respetar la naturaleza, es entender que ella no nos pertenece, es comprender que somos parte de ella. Ser socialistas es desprenderse de los desvíos mentales que inducen a ser racistas o discriminadores de otros tan solo por el color, credo o raza, es entender que no se es, ni superior, ni inferior a otros, que tanto vale el que se ocupa de barrer la calle por que le corresponde esa digna función, como el medico o el maestro y que todos tienen derecho a una vida digna. Es deshacerse de los privilegios enfermizos.
Cuando nuestro nivel de conciencia - que no se forma con discursos o charlas encerradas en paredes de cristal - llegue a ese auto reconocimiento, entonces podremos decir contentos, estamos en los albores del comunismo, en el fin de las guerras y de los martirios masivos. Esa debe ser nuestra meta, una vez allí, ya no hará falta el estado
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