Al mismo tiempo, un antichavismo feroz, desafiante y hasta de estilo “perdona vidas” se ha estado propagando por todas partes, incluso a niveles de los entes públicos y en los barrios que en el pasado eran recalcitrantemente adictos a la causa bolivariana.
Los antichavistas no tienen empacho en lanzar sus ataques de manera grosera y visceral en plazas, mercados, bancos, terminales, aeropuertos, etc., y muchos chavistas escuchan estas andanadas de vulgaridades resignadamente y callan, se hacen los locos, como si de veras nosotros fuésemos unos leprosos y malditos. Esto es sumamente grave, porque vivimos en una especie de marcarthismo al revés, a pesar de tener nosotros el gobierno. Y es por eso incluso que vemos, que cuando los chavistas tratamos de que el gobierno nos apruebe algún proyectito, se entra en una extraña desconfianza y se retarda todo adrede, pero en cambio llega un grupo de escuálidos a solicitar lo mismo y se lo aprueban en el acto.
Todo eso produce una mella horrible en la moral del movimiento bolivariano. La moda es burlarse de todo lo que hace y dice nuestro presidente. Y mientras los escuálidos se aprovechan de la manera más cínica de los programas sociales del gobierno, al mismo tiempo con su descomunal befa por todas partes, van minando con un discurso miserable de burlas y escarnios el gran proyecto bolivariano.
Y hemos llegado a un punto en que los escuálidos ya no aceptan razones, no debaten, no quieren escuchar nada que provenga del gobierno y tienen entre ceja y ceja que lo que debe suceder es que Chávez deje el poder.
Y estos escuálidos, no cualquier friolera: son varios millones.
Y el problema en esto, en absoluto tiene que ver con la política de ir cada vez más radicalizando el proceso; es todo lo contrario.
En los lugares en los que la votación chavista se ha ido desinflando pavorosamente es en aquellos donde alcaldes y gobernadores, supuestamente rojos rojitos, lo que han venido haciendo es burlarse de cuanto propone y exige el Presidente.
Y desde hace diez años se ha venido creyendo, erróneamente, que protestar desde el partido o desde las bases, directamente, a estos grandísimos sinvergüenzas, quinta-columnas y traidores, nos perjudica electoralmente, por lo que entonces la táctica que se suele aplicar en estos casos, es dejar a estos carcamales tranquilazos en sus cargos y no tocarlos ni con el pétalo de una rosa. Más bien apoyarlos en todas sus locuras, estafas e insólitas barbaridades. De modo que al final ellos se van ricos y gordos y nos dejan el pelero y el fracaso total en la región donde han cometidos todas sus felonías y trácalas.
Entonces, por otra parte, estos carcamales, ni tontos ni perezosos, viendo que el proceso “los necesita”, se crecen en sus desvaríos, en sus burlas y desprecios al pueblo, a la revolución.
Los de abajo ven todo este cuadro de penurias a diario como unos pobres infelices para los cuales sus luchas, protestas y reclamos, no cuentan para nada.
Y el pueblo se ha venido cansando, frustrando.
A veces no sabe qué hacer ni qué pensar, y es por allí por donde se les va metiendo el maldito gusanito de la duda, del resquemor, de la desesperanza, y es así como de la noche a la mañana, repentinamente, nos encontramos cómo en algunos de ellos prende la vacilación, el desgano y hasta el rechazo hacia nuestro proceso.
De este asunto venimos hablando desde hace mucho tiempo. Nada se hace, nada se promueve, entre tanto el enemigo se fortalece, al tiempo que languidecen nuestras esperanzas.
Hay que hacer algo, camaradas.
jsantroz@gmail.com