1. Pregunta para Obama y Chávez
La aplastante derrota electoral de Obama se explica por tres razones. La primera es el plan de contraofensiva republicana conceptualizada en enero del 2009, once días antes de que tomara posesión el demócrata. Basado en un minucioso análisis de las debilidades del futuro gobierno y el abundante financiamiento de las grandes corporaciones, ese proyecto contribuyó con alrededor de un 40% a la debacle de Obama. La segunda razón radica en los errores estratégicos y la ceguera de la Casa Blanca ante la evolución objetiva de la correlación de fuerzas, dos factores que aportaron otro 40% a la derrota. La tercera razón, resultante del movimiento social populista-mediático de la Tea Party, no controlado directamente por ninguno de los dos partidos, contribuyó con un 15 a 20% a la derrota.
La gran interrogante durante el último año electoral de Obama ha sido, porque el Presidente seguía su alegre viaje en el Titanic hacia el hundimiento, sin darse cuenta y sin cambiar el rumbo de su política, cuando todavía estaba a tiempo de hacerlo. Y esta es la misma pregunta que hay que hacerse en Venezuela.
2. El Titanic venezolano
Tres acontecimientos de las últimas semanas en Venezuela han manifestado que el modelo de gobierno de Hugo Chávez ha entrado a una fase de desarrollo caótico que puede terminar, en palabras del ex ministro Eduardo Samán, en “una derrota aplastante” de la Revolución: el fracaso electoral del 26 de septiembre (26 S); la apología presidencial de este fracaso ante los diputados electos, el 2 de octubre, y el llamado del portal bolivariano, www.aporrea.org, de constituir una corriente radical y “de izquierda del partido”, encabezada por el sindicalista Stalin Pérez Borges (UNETE) y el ex ministro Eduardo Samán.
3. La derrota electoral
La bizantina discusión acerca de quién ganó las elecciones para la Asamblea Nacional, no es más que una cortina de humo. La pregunta real es: ¿Las elecciones revelaron una tendencia evolutiva que permite prever el desenlace de las elecciones presidenciales del 2012, o no? La respuesta es sí y fue dada un año y seis meses antes del 26 S por el diputado nacional bolivariano Luis Tascón, anatematizado por el Presidente por pedir racionalidad, transparencia y colectividad en la conducción del proceso bolivariano.
En un riguroso análisis científico, el ingeniero Tascón había revisado la historia electoral del gobierno de Hugo Chávez y detectado que existía una lenta, pero creciente acumulación de nuevos votos a favor de la oposición a través de los últimos años; particularmente en las zonas urbanas y más pobladas del país. “Se nota de forma preocupante una tendencia al crecimiento de la opción contrarrevolucionaria y hoy, diez años después, la diferencia entre esta opción y la revolucionaria (6.68%) es menor que en el año de 1998 (7.43%)”, escribió Tascón, en marzo del 2009. Tal tendencia evolutiva se manifestó dramáticamente en el parámetro más importante de las elecciones del 26 S: el número de votos populares, que quedó casi equilibrado entre el gobierno y la oposición.
Después del 26 S, un sólido estudio de Edgardo Lander confirmó las inferencias tempranas de Tascón para el presente. La conclusión para el sufragio del 2012 es clara: Hugo Chávez posiblemente perderá las elecciones presidenciales, si no logra invertir la tendencia electoral detectada estadísticamente por Tascón en marzo del 2009 y confirmada en el 2010. Al igual que a Obama, le quedan dos años. Y para lograrlo, tiene igual que Obama un solo medio: cambiar el modelo de gobierno.
4. Apología y Capitulación
El 2 de octubre, Hugo Chávez se reunió en el teatro Teresa Carreño con los nuevos diputados oficialistas para la Asamblea Nacional, a fin de hacer una “Reflexión Socialista Necesaria” sobre lo que había acontecido en las elecciones parlamentarias del 26 S. Era la gran oportunidad de abrir el debate sobre el revés sufrido, pero el Presidente no la aprovechó.
En lugar de llevar a cabo un análisis crítico ejecutó una apología del modelo gubernamental, que inició con las siguientes palabras: “Le voy a hablar a la contrarrevolución: No se equivoquen, celebren su cuarto de hora de borrachera. Lo que ellos llaman su triunfo, está bien, ¡sigan ganando así!” Y siguieron el triunfalismo habitual, la autocrítica retórica y la ausencia total de un proyecto de transformación concreto que pudiera cambiar la peligrosa tendencia detectada por Tascón y confirmada por Lander. No se vio voluntad real de debate ni rectificación.
Es evidente que el Presidente está sumergido en las contradicciones y agotamientos de su modelo: el económico es insostenible; el discurso desgastado y su insumo personal, que es fundamental para el proceso, pierde impacto. El horizonte estratégico de la “V Internacional Socialista” ha desaparecido sin ton ni son; ni Cuba, ni China lo apoyaron; la quimera de las Comunas y del dinero comunal ha colapsado; la radicalización de la Revolución fue de facto abandonada antes de las elecciones, cuando la burguesía pidió la cabeza de Eduardo Samán y el Presidente se la dio, sin explicación alguna al pueblo; hoy día se trata de ocultar esa capitulación estratégica con discursos rimbombantes (“repolarizar”, “no hay lugar para un centro”) y estatizaciones puntuales que no cambian nada en lo estructural.
5. Rebelión de los aporreadores
El intento del portal bolivariano, www.aporrea.org, de constituir una corriente radical y “de izquierda” dentro del PSUV, se topa con un obstáculo de poder y otro de estrategia. Históricamente, todo intento de lograr una mayor transparencia, racionalidad y participación en la conducción del gobierno, hecha desde la izquierda o el centro (Tascón, Baduel, Falcón, Samán), ha sido anatematizado por el Presidente. La convocatoria de Aporrea desafía ese historial. Habrá que ver si este intento correrá con mejor suerte que los anteriores.
El gran problema,
sin embargo, es estratégico y clasista. Hugo Chávez tiene razón cuando
reconoce en los hechos que el gobierno no tiene la fuerza para
enfrentar radicalmente a la burguesía. Una expropiación generalizada
de la burguesía, con la mitad de la población y el imperialismo en
contra, no puede triunfar. (Por eso sacrificó a Samán.) Llevaría
a una guerra civil que no se puede ganar. Lo demagógico es que discursivamente
pretende lo contrario.
6. Lo real, lo posible y lo deseable en un proyecto de Izquierda
El objetivo
primordial del naciente sujeto de Izquierda del PSUV es pragmático:
construir un modelo económico-político que consolida a la economía,
un modelo de gestión estatal eficiente y un discurso que evita el triunfo
político de la oposición en el 2012. Para lograr ese objetivo tiene
que partir de la realidad, de lo posible y de lo políticamente deseable.
Lo real en Venezuela, como en China y, cada vez más, en Cuba,
son sus economías mixtas, es decir, sectores estatales en coexistencia
con economías de mercado y con diferente grado de influencia del Estado.
El intento de liquidar uno u otro estaría condenado al fracaso.
Lo posible -el arte de la política- en Venezuela consiste en rescatar
su economía de los insostenibles desequilibrios estructurales y falacias
del modelo actual y construir la base social para el triunfo del 2012.
Lo deseable consiste en la introducción gradual del modo
de producción del Socialismo del Siglo XXI, mediante sus tres instituciones
centrales, la planeación democrática, la economía del valor y el
intercambio de equivalencias.
Estos son los contornos de un proyecto de izquierda factible en Venezuela. En cambio, la estatización generalizada sería Socialismo del Siglo XX, un intento absurdo -tanto de parte de la izquierda tradicional, como de Chávez- cuando el último país de este modelo, Cuba, lo abandona por disfuncional. No menos absurdo son las fantasías autonomistas de dinero comunal y Comunas que constituyen utopías pequeñoburguesas reaccionarias sin función positiva en la coyuntura actual.
Deseamos a la heterogénea izquierda convocada por Aporrea que logre constituirse en sujeto, recordando siempre un axioma fundamental de la ética: “Toda propuesta de transformación social, para ser ética, tiene que ser viable.”