-NECESIDAD DE REPLANTEAR EL ENFOQUE ANTROPOLÓGICO, PARTICULAR Y GENERAL DE LOS LLAMADOS” DERECHOS HUMANOS”: DERECHOS UNIVERSALES DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO
(Reconstrucción de una exposición en la Cátedra de Antropología Jurídica de la UBV y Misión Sucre)
-Así me lo contó un día el piache Curayú, desde unas montañas empinadas que dejan ver por debajo de islotes de nubarrones, el lejano azul de los orígenes:
-Antes, mucho antes, cuando no se había roto la alianza con la Madre Tierra y con el Cosmos, nosotros, como primeras naciones del planeta, como hermanos de los animales, de los ríos y de los bosques, de los pájaros y de los peces, no nos era extraña la idea de los derechos de la Madre Tierra, los derechos del río, del bosque o del animal. No nos era extraña la idea de autodeterminación o independencia, aunque no las conocíamos con esas palabras, pero éramos de hecho bastante independientes y autodeterminábamos nuestros modos de vida desde las comunidades. Luego, en nuestras sociedades, los derechos de la mujer no estaban escritos, pero ellas lo ejercían de hecho en nuestras familias, en nuestras comunidades y sociedades. Como lo ejercen hoy en muchas sociedades indígenas. Y en muchas sociedades donde el padre era el que mandaba, también se hacían presentes los derechos de la mujer. Pero ya comenzaba a cojear el equilibrio entre hombre y mujer, entre nuestra cultura y la madre naturaleza.
Mira el horizonte y luego prosigue, con voz firme y serena:
-Los llamados derechos de los adolescentes, no existían en el mundo indígena. No había adolescentes. Porque todo niño o niña era preparado para asumir su juventud y su vida a temprana edad: no adolecían de nada porque sabían valerse por sí mismos. Rápido aprendían a nadar, pescar, sembrar y danzar, preparados por nuestros padres y abuelos, de generación en generación. Cada quien hacía lo tenía que hacer sin nadie mandarlo y lo hacía lo mejor posible. Nadie era “adolescente” y nadie era inútil. Porque esos que hoy llaman los discapacitados, en nuestras sociedades, casi siempre encontraban un oficio y los que realmente no podían, eran sostenidos por la familia y la comunidad.
-Cuando aparece el fuego y la agricultura y la cría de animales como una necesidad, la Madre Naturaleza comenzó a ver ya nuestras primeras rupturas. Más todavía cuando aparece la fundición de los metales. Aquí ya el pacto, comienza a resquebrajarse.
Y clavando los ojos sobre las aguas del río. Quedando unos minutos en completo silencio, dice Curayú:
- Así cuando llegaba la dominación del macho sobre la hembra, de una minoría sobre la familia y la comunidad y los bienes de la tierra, apareció eso de “lo mío y lo tuyo”. Pero sobre todo, lo de lo mío, desconociendo lo tuyo y lo de los demás. Vale decir, cuando empezamos a cogernos lo ajeno fue apareciendo extrañamente un “derecho divino” que nos hablaba sólo de los supuestos “Derechos de Dios” y desconocía los derechos del hombre y de la mujer. Y sobre todo, desconocía los derechos de los pueblos conquistados por la fuerza. Ya no era el Gran Espíritu haciendo justicia para todos sino un dios conquistador a escala del planeta. Entonces se nos decía:
-El Príncipe o el Rey están allí por mandato de Dios. Desobedecer al Príncipe o al Rey es desobedecer a Dios. Así hablaban. Así nos decían.
-Todos estos excesos trajeron una soberbia humana, una afirmación del hombre sobre la mujer, del hombre sobre los bosques, sobre el agua y el aire. Una afirmación de unos pocos hombres y la negación del otro y de los otros. Ellos llamaron aquello El Renacimiento. ¿Y qué renació? El derecho de conquista y de reconquista, de una conquista sobre otra conquista. Un círculo vicioso.
Y así, Curayú describió como se fue rompiendo el pacto con la Madre Tierra y como el hombre se hizo más egoísta:
- El hombre terminó de romper el pacto con la naturaleza, con la mujer y con sus semejantes para hacerse cada vez más egoísta, más individualista. Pero así el hombre se fue convirtiendo en “Lobo del Hombre”. Y como cara de una misma moneda, -cara o sello- empezaron a vernos a nosotros desde Europa como “los buenos salvajes”, a los que había que “evangelizar” y luego “civilizar”. Pero nosotros, ni éramos salvajes, ni éramos buenos, ni éramos malos. Teníamos todas las virtudes y defectos de todos los humanos. Simplemente éramos y somos de pueblos con culturas diferentes, pero ellos necesitaban nuestras tierras y territorios para saquearlos, y luego inventaron esas cosas extrañas; ya que como supuestos “salvajes” éramos al mismo tiempo buenos y malos. Entonces por la parte buena nos “evangelizaban” y por la parte mala, nos asesinaban, puesto que nunca matas a un hombre cuando matas a un salvaje, nunca matas a un cristiano sino a un pagano cuando matas a un salvaje, nunca matas a un humano cuando matas a un salvaje sino a un natural, a un animal. Y la lengua aborigen no era una especie de balbuceo de dragones, como ellos decían, ni eran simples dialectos: eran idiomas como los de los europeos y de otros pueblos. Los llamados naturales no teníamos idiomas porque hablábamos también –según ellos- sólo “lenguas naturales”, que supuestamente no tenían lenguaje matemático, lenguaje lógico, lenguaje geométrico. Las presentaban como no apropiadas para formular un lenguaje científico. Estaban equivocados. Según ellos, estas lenguas solo daban para un “lenguaje mágico”, ni siquiera para un lenguaje religioso. Por eso, si no éramos salvajes, éramos bárbaros. Y debíamos siempre estar sujetos a “evangelización” y “civilización”. A la eterna minoría de edad. A la conquista y al colonialismo eternos. Pero, no sólo nosotros los indígenas, sino también todos nuestros descendientes de sangre, pero también –ojo con esto- todos nuestros descendientes históricos, culturales, así no tengan descendencia de sangre. De manera, que nuestra negación, es la negación de toda la población americana en su conjunto. Y es el colmo que esto, a estas alturas, no se entienda.
Curayú se reía y se reía. Luego, quedó casi mudo por unos instantes y prosiguió su conversación:
- Pero ese intento de afirmar y reconocer sólo “al hombre” con el propósito de desconocer que somos hermanos del sol, de los animales y las plantas y que todos respiramos en común el mismo aire, trajo como consecuencia esta visión errada de la vida sobre la tierra. Entonces comenzó la Madre Tierra, que otros llaman la Pachamama a cobrarnos las infracciones de sus leyes, muchos desequilibrios que fueron implantados en nombre de la ciencia y así desconocieron nuestra propia ciencia y sabiduría. Vinieron las vaguadas, las catástrofes, que ya no son solo naturales, porque allí está metida la mano del hombre. Esos fenómenos fueron llamados socio-naturales. Ya no son sólo naturales. Pero no es el hombre, el que produjo todos estos desastres. Son unas minorías privilegiadas, que expropiaron a las mayorías, que llegaron a todas partes –conquistando y colonizando- diciendo que eran “territorios vacíos” o “poco poblados”. Que no había gente sino fauna y flora y monstruos con los pies volteados y con un ojo en la barriga. Y que se asumieron como los que descubrían, como si allí no había gente, no existían pueblos, no habían culturas. Así inventaron el llamado “Descubrimiento de América”, saquearon al continente y con el saqueo de América y África, montaron un super poder mundial, que primero era imperio, ahora es imperialismo, capitalista que llaman. Y este sistema, que está acabando con el planeta en los últimos sesenta años, hoy pone en peligro la existencia humana y la vida del planeta. Y ahora su Dios es el Dólar y el Euro y el Yen…
Finalmente Curayú, con su gran paciencia y su voz cargada de siglos y milenios ignotos, nos resume su planteamiento:
-Entendamos, entendamos, que no siempre la voz del pueblo es la voz de Dios o del que nosotros llamamos El Gran Espíritu. Pero entendamos también, que no siempre, oigan bien, que no siempre la universidad o la academia es esa “casa de luz que vence las sombras”. Y que no siempre lo que la academia les ha vendido por ciencia, es ciencia o sabiduría. No puede llamarse ciencia, sabiduría, buen vivir, todo aquello que está acabando con el planeta y que pone en riesgo a la misma especie humana y a todas las especies vivientes. No es ciencia seguir sembrando el desierto y renunciar al regreso de la tierra verde.
-¿Y tu siendo piache, también pasastes por la academia?
-Pues, claro. Los indios ya estamos estudiando en las Universidades y Academias con mayor alcance desde que llegó Chávez y con él, la revolución bolivariana. Y me quisieron convencer –en la Universidad- de que todo comienza con Grecia y Roma y con lo judeo-cristiano, desconociendo otros saberes y otros aportes de toda la humanidad. Nosotros existimos primero que Grecia y Roma. Y aquí estamos. Todavía no se sabe todo lo que hemos aportado al mundo y todo lo que seguiremos aportando. Pero el saber de las academias tiene su origen en el saber de los pueblos. La academia tiene que entrar en diálogo respetuoso y humilde con los pueblos y civilizaciones donde nos formamos y que en ellas hicimos derecho y cultura y vida, por unas vías completamente distintas a la rueda, la brújula, la pólvora, la escritura, la imprenta, los grandes monumentos. Pero que desarrollamos derecho oral y otras formas de escritura, otros modos de información y comunicación, que son hoy tan válidos y complementarios en el desarrollo de una nueva sociedad socialista y donde las relaciones entre pueblos y culturas, rompa con la filosofía de la conquista y de las reconquistas como lo planteaba también ese descendiente nuestro llamado César Rengifo. Romper con toda idea de imperio y de imperialismo, de machismo y de desigualdades sociales. Y de conquista de la naturaleza más allá de nuestra alianza con ella y su capacidad de seguir reproduciendo la vida.
Curayú se despidió y nos dejó ahora con nuestras propias interrogantes:
¿QUÉ FUE LA LLAMADA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO?
-La llamada “Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, reconocía unos derechos individuales, unos derechos, solo del hombre y del ciudadano, pero no los derechos colectivos de pueblos y culturas, ni los derechos de las mujeres, ni los derechos interculturales para facilitar el intercambio equitativo de pueblos, culturas y civilizaciones, ni tampoco se vislumbraba el derecho de los demás seres vivos sobre el planeta para garantizar la continuidad de la vida. Vale decir, los derechos del ambiente total constituía una especie de herejía frente a los derechos del Estado burgués. Los derechos de los pueblos indígenas, aparecían como en oposición a la llamada “igualdad ante la ley”. Los derechos de las mujeres, se veía como una especie de “redundancia” cuando se hablaba de los derechos del hombre. Vale decir más de 5000 años de patriarcalismo, hacían invisible a la mujer en materia de derechos humanos, algo que ya había percibido y denunciado Francisco de Miranda por Europa. Hasta a las mismas teologías de la liberación no le sonaba muy bien –al principio- eso de “los derechos del animal”, con el cuento de que sólo el hombre tiene derechos. Había una especie de antropocentrismo (el hombre como centro) y antes, de un teocentrismo de los derechos humanos ( Dios como centro), pero todo en abstracto, al margen de la mujer, del prójimo, de la familia, la comunidad, de los pueblos y culturas dominadas; no se entendía siquiera el llamado “derecho a la vida”, en correspondencia con los derechos de los seres vivos,. Se apelaba al “derecho al trabajo” al margen de las mismas posibilidades de reproducción de la vida. De allí que unos cuantos tenían derecho a destruir un bosque o un río con la minería, en nombre del “derecho al trabajo” (se tratara de compañías privadas, de individualidades o de razones de Estado en nombre del “interés social”, el “progreso” y “desarrollo”).
-¿QUÉ IMPLICACIONES TIENE LA NEGACIÓN DE LA CIUDADANÍA A LOS PUEBLOS, CULTURAS Y CIVILIZACIONES ORIGINARIAS Y OTROS, HISTÓRICAMENTE ARRAIGADOS?
-Toda negación de la ciudadanía a los integrantes de pueblos, culturas y civilizaciones diferentes –y sobre todo a los pueblos, culturas originarias y civilizaciones colonizadas- es contrario a la verdadera, real y concreta universalidad, como a la cacareada y manipulada “igualdad, libertad y fraternidad” de la revolución francesa. De allí que nuestra Constitución Bolivariana ahora establezca unos derechos originarios, históricos y específicos para los pueblos indígenas, lo cual no constituye un privilegio sino unos mecanismos de justicia y equidad para acceder a la llamada “igualdad ante la ley”, reconociendo al mismo tiempo sus derechos de pueblos con idiomas, culturas y formas diferentes de vida dentro de la venezolanidad, en el marco de la unidad político territorial y soberanía del país. Reconociendo nuestro carácter de país multiétnico y pluricultural y el espíritu de la interculturalidad en tanto modalidades de intercambio cultural y humano, con sentido de respeto a otros que tienen modos de vida distintos, idiomas diferentes, culturas específicas, formas de organización social y política altamente diferenciadas pero compatibles plenamente con la venezolanidad. No son las diferencias de pueblos y culturas las que incomunican. Lo que incomunica, la verdadera Torre de Babel es la dominación, el colonialismo, la falsa ideología que postula que unos pueblos son “razas” o “culturas inferiores” y otros pertenecen a “pueblos y culturas superiores”. Ya muy poco se habla de la supuesta “raza blanca”, puesto que “la racialización” quedó sólo para el mundo animal y de esta manera poder ejercer impunemente el racismo. De allí la vieja imposición del “Día de la raza”. En el mismo sentido, también se desconocieron los derechos de los afrodescendientes a preservar su propia cultura en el marco de nuestra identidad nacional y continental, incluyendo sus aportes a la formación de nuestras nacionalidades.
-¿CUÁNDO ES VERDAD AQUELLO DE QUE “TODOS SOMOS CIUDADANOS”?
-Se hace verdad cuando dejan de existir ciudadanos de primera, de segunda, de tercera o de cuarta clase. Y en nuestros países tanto el colonialismo como el advenimiento de la sociedad de clases y el Estado burgués neocolonizado, fueron convirtiendo a los pueblos originarios y a sus descendientes en extranjeros en su propia tierra. De igual forma, también se inferiorizó a los descendientes de africanos que fueron sometidos a la esclavización durante la colonia y parte de la república. Y por supuesto, se convirtió en una especie de “tara hereditaria” el ser descendientes de indios, de originarios de un país colonizado. Y este ensayo de América se quiso trasladar a todos los continentes. Entonces dividieron mecánicamente a la población en dos toletes: indios y los supuestos “no-indios” (o no-indígenas). El mayor insulto en la sociedad civil: decirle a alguien indio o india, que era como decirle “irracional”. El mayor insulto en el mundo militar, era decirle al otro “civil”, para decirle inútil, inepto.
Todo esto nos llevó a comprender que no solamente existen clases privilegiadas sobre el nativo, sino también nacionalidades privilegiadas, que a veces no está expresado abiertamente en el derecho, pero existen en la sociedad todas las estructuras y mecanismos para ejercer de hecho esas supuestas superioridades sobre los pueblos nativos (replicando en el fondo las ideologías del apartheid). Hay un estatuto neo-colonialista, invisible, que opera desde las estructuras sociales para consagrar ese poder y privilegios sobre los pueblos y culturas nativas, limitando de hecho la ciudadanía de sus pobladores.
En otro sentido, no solo somos ciudadanos. También somos ciudadanos venezolanos, bolivianos, colombianos, peruanos, ciudadanos indígenas, ciudadanos afrovenezolanos o aframericanos. Ciudadanos llaneros o guayaneses, amazonenses, andinos o ciudadanos orientales, occidentales o centrales, indoamericanos, caribeños. Así como somos ciudadanos del mundo, pero sin desentendernos de todas estas identidades locales, regionales, étnico-nacionales, específicas ya aludidas-.
-Y CUANDO ALGUIEN DICE “TODOS SOMOS CIUDADANOS” PERO SÓLO CON EL PROPÓSITO DE DESCONOCER EN EL PRESENTE A LOS PUEBLOS ORIGINARIOS, PARA DESCONOCER SUS IDIOMAS Y CULTURAS, SU DERECHO A LA TIERRA Y HÁBITAT ¿HAY REALMENTE UN ACCESO A LA “CIUDADANÍA DE TODOS”?
-No, de ninguna manera. Porque el cuento de “todos somos ciudadanos” se utiliza como una entelequia, como una abstracción jurídica y sociologizante para desconocer derechos concretos de pueblos y de ciudadanos específicos, de pueblos y ciudadanos, con lenguas y culturas distintas y que tienen una existencia histórica muy anterior a la llegada de los Estados imperiales y coloniales y de los Estados Nacionales y Republicanos. Además, hay quienes han pretendido sostener que ciudadano sólo implica un “derecho a la ciudad”, con exclusión del campo. Y luego, siempre se quiso pretender despojar a un indio de su carácter de pueblo, de sociedad específica, si esos indios vivían en las ciudades o si esos indios se convertían en asalariados tanto en la ciudad o en el campo.
Por otra parte, el desconocimiento de hecho y de derecho de los pueblos originarios tiene consecuencias sobre toda la población nativa en su conjunto. Se trate de descendientes de indígenas o de descendientes de africanos. Este desconocimiento por vía de un colonialismo interno, bajo supuesto criollismo y negación de nuestra diversidad cultural, nos llevaría a asumirnos como una caricatura de Europa y de europeos.
Ahora en los 200 años de nuestras independencias tenemos que recordar una de las causas políticas de este proceso iniciado por nuestros libertadores: como hijos de europeos nacidos en América, eran considerados críos o criados y estaban limitados en sus derechos políticos. No podían ser Capitán General, ni obispos y arzobispos, ni optar altos cargos militares y diplomáticos. Vale decir, que no eran reconocidos como europeos sino como americanos y sus mismos padres como indianos. Además en concreto, al no ser peninsulares los hijos de españoles nacidos en América, tenían limitada su ciudadanía. Eran ciudadanos de segunda. Y esta situación no ha variado mucho. Cuando muchas veces se les bate en la cara aquello de que “Sudaca es Sudaca” y que “indiano es indiano”. Por lo tanto dejaban y dejan de hecho de ser europeos para convertirse en americanos. Eso lo vieron muy claro desde el siglo pasado: que somos una realidad distinta a la europea y a los americanos del norte.
Sin embargo, después de la primera independencia, continuó el colonialismo interno. La ciudadanía en algunos países estaba sujeta a saber leer y escribir y sobre todo a poseer bienes. Sin bienes no podías votar, así como estuvo restringida también la ciudadanía de las mujeres y de los mismos discapacitados. ´Hasta el voto y la participación política de las mujeres ha sido una larga lucha. Pero más allá de la letra, de la Constitución, de las leyes, el ejercicio pleno de la ciudadanía es algo práctico, algo de operatividad política concreta. De desbloqueo jurídico, cultural y político. En el plano internacional, la cosa es más compleja. Un bloqueo económico, con fines políticos como el que se ejerce contra el pueblo y el Estado cubano desde hace más de medio siglo, es una arbitrariedad imperialista, pero también una limitación de derechos como pueblos, como ciudadanos y como país en el concierto de las naciones. Y estamos hablando de algo que ocurre al finalizar la primera década del siglo XXI. Algo que se hace desconociendo el mismo mandato de la ONU y de otros organismos internacionales. Así como pasa con el pueblo palestino.
-¿ES LO LOCAL UNA NEGACIÓN DE LA UNIVERSALIDAD DEL HOMBRE O TODA UNIVERSALIDAD TIENE UNA LOCALIZACIÓN CONCRETA?
-Es el mismo cuento, de la falsa escogencia entre lo “local y lo universal”. La mentira de sostener que lo local, lo regional y nacional, niega toda universalidad. El negarse a reconocer que en lo local, también está la universalidad y que toda cultura por muy universal que se proclame, responde a una geografía y un desarrollo histórico y social muy particular… Toda cultura llamada “general”, tiene siempre un origen y desarrollo, una localización, unas fuentes culturales concretas. Es una patraña usar lo de “Cultura General” con el propósito de negar las culturas particulares y específicas. Hubo alguien que afirmó recientemente algo absurdo: que con la migración interna, habían desaparecido las diferencias culturales regionales y locales para dar paso a una supuesta “cultura nacional”. Es una manera equivocada de plantear las cosas, de convertir en una camisa de fuerza el acceso a la ciudadanía. Lo que mata una cultura por otra no es el intercambio cultural sino la imposición. Vamos a poner ejemplos más extremos:
-Para los niños y niñas indígenas, como para los niños y niñas palestinos, no hay ciudadanía plena, ni derechos humanos, ni derecho internacional que los proteja en concreto mientras sobreviva aquel prejuicio racista y eurocéntrico de pueblos “salvajes” o “bárbaros”, que hay que “reducir” y “civilizar”.. El supuesto “salvaje” o “bárbaro”, no es un ciudadano, sino “un ser en proceso” a la llamada “civilización” que es la única posible en conceder ciudadanía y universalidad plena. En este mes de diciembre el Rey Herodes salió a matar y a torturar a los niños palestinos. Le escribí sobre esto al niño Jesús y todavía no me ha respondido (risas).
-Hemos dicho que se llegó incluso al extremo racista y eurocéntrico, de identificar ciudadanía y ciudadano con “ciudad”. Indio, negro, blanco de orilla, campesino o asalariado del campo, no son de la ciudad, por tanto no son ciudadanos para esta ideología. Entonces tendrían en todo caso una ciudadanía, a medias, o “entre comillas”. El art 77 de la Constitución del 61 en la Cuarta República establecía un “Régimen de Excepción” para los indígenas, negando su actualidad histórica y limitando su ciudadanía. Todo en nombre de la farsa llamada “igualdad ante la ley”.
Los palestinos hoy, además del muro que los separa del Estado de Israel, están sometidos a un régimen de excepción, que limita y hasta desconoce descaradamente su derecho a la vida. Palestina es un “territorio vacío”, para un pueblo y un Estado sin territorio, el Estado de Israel. La cuestión palestina destapa un viejo problema indígena, creado por las primeras conquistas y por los primeros mesianismos de conquista: territorios vacíos, tierras de nadie. Después de transcurrir la primera década del siglo XXI.
-¿ERA LA LLAMADA IGUALDAD LIBERTAD Y FRATERNIDAD DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA UNA MENTIRA? ¿POR QUÉ Y CUANDO SE CONVIRTIÓ EN UNA ENTELEQUIA JURÍDICA?
-La llamada “igualdad, libertad y fraternidad” de la revolución francesa se quedó sólo en la formalidad jurídica y política (como falsas promesas de la naciente burguesía, como nueva clase dominante y hegemónica al ejercer su dictadura sobre las clases dominadas, pueblos, culturas y civilizaciones subalternas). Esto ocurre a partir de 1848, cuando la burguesía se vuelve clase dominante. Y traiciona su lucha inicial contra la monarquía y la aristocracia. Entonces la libertad se convierte en la libertad de empresa al margen del bien común. La igualdad, se convierte en el privilegio de la burguesía a ejercer su dictadura. La fraternidad, se convierte en la desviación capitalista de convertir al hombre en lobo del hombre.
-La famosa como hipócrita y farisea “igualdad ante la ley” como herencia burguesa de la revolución francesa, la usaron hasta fecha reciente las cancillerías de nuestros países -y aún lo utilizan en algunos países- para desconocer , fustigar y perseguir los derechos originarios, históricos y específicos de los pueblos y comunidades indígenas. Se trataba ante todo de imponer políticas “integracionistas” (o integristas), destinadas a desintegrar los pueblos y comunidades indígenas con el propósito de “integrarlas a la vida nacional” o en otros casos, de imponer el apartheid y recluirlos en reservaciones (Norteamérica, por ejemplo). En ambos casos, se trata de su acompañamiento con políticas etnogenocidas y ecocidas.
-Se les somete a “regímenes de excepción” para limitar sus derechos políticos y económicos, sociales y culturales y religiosos, lo cual tipifica a los pueblos colonizados.
- La Constitución del 61 en Venezuela en su art 77 se planteaba un “régimen de excepción” (o minoría de edad para los pueblos indígenas, delegando en misioneros católicos o evangélicos la responsabilidad de “civilizarlos” por la vía de una supuesta “evangelización”. Esto es en concreto una limitación de sus derechos ciudadanos, sean como derechos colectivos y como derechos individuales. Esto constituyó, desde los inicios de la conquista, un reto para los teólogos de la liberación comenzando con fray Antonio Montesinos, Las Casas y otros.
-Los famosos reconocimientos en abstracto, bajo el cuento de que “todos somos ciudadanos”, y por tanto, todos somos “iguales” ante la ley”, esconde el propósito de que debemos dejar de ser indios o indígenas para ser reconocidos únicamente como “ciudadanos venezolanos” (o que dejemos de ser ciudadanos venezolanos para ser sólo ciudadanos americanos o simplemente, “ciudadanos del universo”. Vale decir, esconde el hecho de desconocernos como sujetos, actores o actoras de un determinado territorio. De un determinado pueblo, etnia o nación.
-Antes, con el teocentrismo medioeval, es decir, teniendo a Dios como centro del universo, se planteaba que todos éramos iguales ante la ley de Dios, (Todos somos hijos de Dios), pero aparecieron los “indios sin alma”, o ya, otras formas de justificación para la esclavización de los africanos trasladados compulsivamente a América. En ninguno de los casos cabía ninguna “ciudadanía”. No sólo mataban el cuerpo, también mataban el alma. Por eso eran declarados “indios sin alma”, negándoles todo estatuto de humanidad y de persona. Si son indios sin alma, entonces, lo que matamos no es gente sino animales o cosas, instrumentos de trabajo esclavo.
-En la primera independencia, los ciudadanos tenían que poseer bienes, pero tantos los pueblos indígenas, como los afrodescendientes e incluso los descendientes indomestizos habían sido despojados, expropiados al expropiar a los pueblos originarios, tanto de los de aquí como los trasladados compulsivamente de África.
-Por eso las tierras codiciadas por los viejos y nuevos conquistadores, son consideradas tierras de nadie, territorios vacíos, tierras descubiertas y donde el sujeto o actor real de la ciudadanía es el conquistador y colonizador de turno.
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