Si de
algo es útil la presión mediática del imperio y su trabajo sicológico, es para
descubrir las debilidades de conciencia y convicción, de muchos que se dicen
revolucionarios, pero que cuando se les pone a prueba, no dudan un segundo en
dar crédito a la propaganda enemiga y sumarse a las fuerzas de la contra
revolución y de la traición.
Ejemplo:
en el abril 2002, la canalla derechista preparó un escenario sangriento, en el
cual se debía sacrificar a personas de la derecha y de la izquierda, como paso
clave para el golpe de estado. En esa tragedia montada por la CIA y sus agentes
de la oposición Venezolana, los verdaderos revolucionarios salimos a defender el
proceso a riesgo de la vida. Pero otros “revolucionarios,
no aguantaron el culillo y rápidamente salieron a condenar al presidente y a
dar la razón a los asesinos que montaron la trampa mediática. No hubo pundonor,
no hubo conciencia, no hubo convicción, no hubo lealtad, ni hubo respeto por lo
que ya había demostrado el camarada Comandante Chávez. Fue así que gobernadores
como Manuel Montilla en Falcón, Antonio Rojas Suarez en Bolívar; rectores como
Freddy Castillo de la UNEY, generales como Vázquez Velázquez, el general
cobarde Manuel Antonio Rosendo, el ex embajador en España, Raúl Salazar, entre
otros miserables vendidos y cobardes traicioneros. Se prestaron para la
consolidación del teatro macabro contra el pueblo de Venezuela y su gobierno
legitimo.
Después
siguieron otros episodios, en los cuales la desinformación y las matrices
impuestas, generaron situaciones paralelas a la realidad, que parecían más
ciertas que la misma verdad. Allí También vimos titubear a líderes y personeros
de supuesta confianza, que ante el temor de ser condenados por las ideas que
antes expresaban; renegaron descarada y públicamente, hasta se le pusieron a la
orden a los golpistas, con cargos y todo.
Es una
situación igual a lo que pasa hoy en Libia y Siria. Primero una andanada concertada y sistemática
de propaganda, para demoler la figura del líder, unas manifestaciones
preparadas como caldo de cultivo, los asesinatos por encargo de la CIA de unos
ciudadanos comunes en esa nación, la correspondiente acusación de que esos crímenes los cometió el
presidente y, listo; los revolucionarios débiles y amigos del pasado, se
vuelcan en una cadena absurda de sentencias contra su ex admirado líder, justifican la intervención imperialista, repiten
las falsas acusaciones como argumento. El
pueblo libio o sirio, es masacrado en nombre de la humanidad y la libertad ¡bualá!
el trabajo está hecho. Los asesinos
quedan como héroes, el inocente es condenado, el pueblo es despojado de todos
sus bienes y riquezas, gracias a una caritativa y humanitaria carnicería
ejecutada desde los aviones y barcos del imperio. Al final el muerto es un
dictador, inhumano y represor, pero los criminales asesinos, son presentados
como los salvadores.
Esa misma situación se repite hoy en
Venezuela y, con algunos “revolucionarios” respecto a la deportación del
compañero Joaquín. Los calificativos de
todo calibre, las amenazas, las acusaciones, los inventos de casos y cosas
inimaginables, que hasta en la eyaculación de falsos positivos y supuestos,
condenan al hombre que hizo posible toda esta vaina de hoy en Venezuela. Izquierdistas
que en el pasado se diluían en peleas internas, en divisiones, sub divisiones,
comanditos y comanditas. Donde todos
eran cacique, ninguno era indio, pero que no hacían un carajo por tomar el
poder, y por evitar los crímenes y abusos que se cometían contra el pueblo,
contra los honorables guerrilleros que si se jugaron la vida en las montañas y
calles de Venezuela.
No
compatriotas. Digan lo que quieran de Hugo Chávez, háganle las criticas
constructivas que quieran, acúsenlo de cosas y errores humanos, que los tiene,
pero no de traición, no de engañar y vender a su pueblo y sus ideas, mucho
menos el proyecto Bolivariano. La
ingratitud, la estupidez y el engaño, nos hace que a veces seamos victimas de
esas jugadas que el enemigo nos hace y de las trampas que nos ponen en el
camino para matarnos la fe y la convicción. Lo que está en juego ahora, no es
una partida de dominó o el simple gobierno de un país. Lo que nos jugamos con Chávez a la cabeza, es
el futuro de Venezuela, de la región toda y hasta nuestra propia supervivencia
como raza diferente a la anglosajona. La
soberanía, libertad y autodeterminación, no se logran con chismes, mentiras,
zancadillas, traiciones, debilidades ideológicas y menos convirtiéndose en
vehículo de la propaganda enemiga. Así nos han dominado por siempre.
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