Así era la vaina

 Tengo la dicha de conocer a la Venezuela del pre y post revolución. Debo decir que en el pre, a mi pueblo le estaban matando la esperanza, la ilusión y la fe en el porvenir. Protestar significaba poner la vida en juego. Exigir que los ¿comerciantes? Vendieran a precio legal las mercancías de primera necesidad para la vida, era exponerse a ser encarcelado o aparecer en una morgue con un tiro en el pecho y sin las uñas. La manifestación era delito que se pagaba con las sentencias más costosas, desde la muerte, por una bala procedente del arma de la policía del sistema, o por las que disparaban las bandas represivas de AD o COPEY hasta una sentencia en el dorado por voluntad de un jefe civil adeco o copeyano que consideraba necesaria aplicar al hijo de pueblo la ley de vagos y maleantes, sin ningún proceso judicial. Pese a los mecanismos de propaganda que decían lo contrario, estudiar era un privilegio que beneficiaba a un pequeño sector de la sociedad. Ingresar a una universidad significaba un sacrificio inmenso para las familias que podían acceder a un hijo en dichos recintos. Muchos se veían obligados a abandonar sus estudios por razones económicas, incluso ser bachiller, ya era un privilegio.
 
En los barrios de caracas, o pueblos del interior, no existían las canchas deportivas, ni instructores ni nada parecidos. Solo las urbanizaciones de la clase media alta podían disponer de esas instalaciones, a las cuales por supuesto, el pueblo era vetado. Nuestro deporte en las calles de la Catia de esa época era jugar pelotica de goma, peloticas de cartón, o chapitas, arrinconados en una calle con el ojo vigilante al trafico de carros o a la acción represiva de los cascos blanco de la policía metropolitana que nos consideraban delincuentes y nos trataban como tales, por el simple hecho de practicar el único deporte que nos era posible. Los liceos y escuelas tenían una concepción de escuelas de delitos por parte de los órganos de seguridad. No faltaba un viernes o un miércoles o cualquier día en que los estudiantes debíamos salir a protestar por el estado de opresión que los gobiernos de turno sometían al pueblo. Entonces aparecían los anti motines con sus escopetas utilizando cartuchos manipulados con clavos, tuercas, metras, el resultado era una estela de estudiantes heridos y otra proporción muertos. Así sucedió en Cantaura, en Yumare, en el caño la Colorada, en las escuelas técnicas, en la UCV, en los liceos en las escuelas primarias, en el 23 de Enero, en los Frailes de Catia, en Lidice, en los flores, en Casalta, en ProPatria, en la Silsa, en Antimano, en la Yaguara, en Petare, en Yaracuy, en Falcón, en el Zulia, en Anzoátegui en las Fabricas que osaban hacer huelga. Al final la gran prensa justificaba la macabra danza sanguinaria diciendo que eran delincuentes que conspiraban contra el orden legal establecido. Los derechos humanos solo velaban por la seguridad y libertad de quienes desde posiciones de gobierno se robaban los dineros de la nación. El pueblo. Ese, no tenia ningún derecho, solo el de sufrir y callar.
 
Era la época en que el pueblo resteado, ese, que con dolor y coraje por la traición al país y a su gente, que veía como era entregado a las garras del imperio, se fue a las montañas. Con errores o sin errores, pero hizo lo que su conciencia le dictó. Regó con su sangre los campos y cárceles del país. Pero la malaya traidora que nunca falta por desgracia, puso en el camino a lacras como Teodoro Petkof, Pompeyo Márquez, Américo Martin, y otras alimañas que son coronadas por Douglas Bravo. Estos bichos lograron engañar a mucha gente y su traición contribuyo a que mucha sangre joven, soñadora de gloria, se vertiera; para ayudar que Venezuela fuera colonia del imperio Norteamericano.

 En la Venezuela de hoy, pese a la macabra propaganda enemiga, veo a mi pueblo feliz, trabajando, estudiando, protestando, exigiendo, adquiriendo conciencia cada día más que en la unidad y superación colectiva  está su destino garantizado. Veo espectáculos musicales en las plazas, en los trateros y centros que antes eran prohibidos para la cultura popular. Donde la alegría la pasión y el amor brotan para cundir el cielo y suelo patrio de felicidad. No me lo cuentan, lo veo, y quien quiera verificar solo debe venir. Claro que hay problemas ¿Dónde no? Pero aquí hemos superado barreras de dolor y odio anti pueblo que antes hacían rechinar los huesos de un país que era regalado a los buitres. Hoy vi un verdadero espectáculo popular, donde el pueblo lloró de felicidad disfrutando, deleitándose, escuchando en el teatro Teresa Carreño a sus artistas populares, entre mezclándose en una oda de amor y gloria, que se podía ver y palpar hasta por las ondas visuales y sonoras de la tv. Indudablemente que mi Venezuela si ha cambiado y seguirá cambiando a partir de 1998. Eso no lo puede negar ni ocultar ni siquiera la brutal maquinaria de mentiras al servicio del imperio y su maldad.
 
Hay que tener cuidado. Bien sabemos por las experiencias de otras naciones, que donde el pueblo se supera y crece en felicidad, la mano malévola y asesina del imperio sionista, conspira para arrebatársela no es invento de este humilde pulsador de teclas. Solo deben pasearse por la historia contemporánea, verifiquen como eran las naciones atacadas y como las dejan después.
 
Pero toda regla tiene su excepción. A lo mejor nos toca nuevamente en este terruño acabar la racha de maldad del imperio contra la alegría del mundo. No quisiera que tuviésemos necesidad del sacrificio. Pero la disposición la hay. Ojala las organizaciones que están naciendo a nivel regional sean capaces de frenar a los envidiosos criminales, pero algo es cierto: No podemos esperar que otros hagan lo que nos corresponde por nosotros mismos. No queremos en nuestra alegría tener que guerrear contra nadie, pero tampoco podemos permitir que nos maten la felicidad impunemente. Dice la conseja” si quieres paz, prepárate para la guerra” ojala nuestra conciencia y voluntad nos sea suficiente para entender que en el esfuerzo colectivo está nuestra salvación y libertad

 * Abogado Bolivariano



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Javier Monagas Maita *


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