A comienzo del 2012, escribí un artículo titulado “El año de la Post-modernidad”; algunos lectores acuciosos me indagaron acerca del tema, infiriendo que “eso de la post-modernidad era algo viejo ya”, por lo cual indicar que a partir del 2012, se iniciaba la verdadera “post-modernidad”, era un absurdo. Les indiqué que a lo que me refería era que a partir del 2012, se iniciaba una verdadera discusión acerca de lo post-moderno, dado que surgían nuevas formas de entender la modernidad y sus bifurcaciones.
La modernidad, entendida desde una concepción filosófica, historiográfica y sociológica, propone un mundo de metas; mundo moderno donde cada ciudadano se propone sus metas según su propia voluntad, y donde se alcanza la meta de una manera lógica y racional, lo que da un sentido a la vida. Desde una perspectiva kantiana (pensamiento de Immanuel Kant, filósofo prusiano del siglo XVIII-XIX) de Ilustración, que es la mayoría de edad del ser humano, y antes que éste al antropocentrismo humanista del Renacimiento, la modernidad tomó como significado la idea de civilización, cuerpo integral del hombre que transforma y crea elementos más allá de los presentados por la naturaleza. Esa modernidad se vio alterada por la técnica, puesto que el avance de las innovaciones científicas iba más rápido que el desarrollo de la civilización propiamente dicha; ante la supremacía de paradigmas lógicos-racionalistas, surgió la necesidad de romper ese esquema obtuso y restringido y apareció la corriente postmoderna como una liberación a tantos esquemas pre-establecidos. Esa realidad post-moderna es hoy día revisada a profundidad por otros teóricos, entre quienes destaca Zygmunt Bauman (Polonia, 1925), que ha presentado una nueva manera de ver la modernidad y con ella los contornos post-modernos: modernidad líquida.
Bauman se une a posturas de intelectuales como Alain Touraine (Francia, 1925), quien en la década del noventa comenzó a marcar diferencias con esa liberación de los paradigmas metodológicos de la modernidad, y abrió la brecha para entender que lo lógico-racionalista, lo sólido, se estaba diluyendo ante tantos cambios y avances de la tecnología y la innovación científica, lo que estaba trayendo una modernidad líquida, es decir, el libre fluir de esa percepción civilizatoria en todos los engranajes de la vida humana. Comenzaron ha aparecer las ideas que se enfrentan con los conceptos zombis, los que viven en los dichos y mueren en los hechos; la globalización comenzó a entenderse como una cultura de la dialógica integral; Bauman en este sentido, acude a la materia para explicar lo sustancial de la existencia; expresa en su obra “Modernidad Líquida” (1999): "Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados".
En una palabra, Bauman define la modernidad líquida como el resabio de la posmodernidad irónica, que toma camino en el proceso civilizatorio a una velocidad distinta, que arrasa con las permanencias; nada dura sino hasta la medida del cansancio. Pero el agotamiento al que se refiere Bauman no es similar al de “un salón que está repleto y no se hayan sillas para sentarse”, se refiere a la “voluntad de elegir” los espacios y las realidades que desea vivir. No es un agotamiento de algo que está acabado o moribundo, es una necesidad de vivir “el constante retorno”; uno elige irse a otra parte, ver otra cosa, vivir otro momento. Lo agotado de “algo” estaría indicando un sitio colmado. Bauman subvierte el término para hablar de lo vaciado: el mundo ha agotado sus sentidos y "no hay otra parte adonde ir". Ante esto las personas se ven condenadas a buscar soluciones revisando sus propias experiencias y su realidad inmediata, cercana, real.
Hay, en un sentido concreto, un resquicio para el intercambio, a pesar de la vertiente intelectual que ha decretado la desaparición de la sociedad; la alianza de subjetividades es una nueva forma de enlace, en la que la confianza es la bisagra que une lo móvil (fugaz) a lo firme (y duradero). Es un continuo donde se gesta la utopía, donde la felicidad, como expresa Bauman, se asocia con la movilidad y no con un lugar: la contemplación del pensamiento sucede en el marco de la aceleración de los disueltos. Es decir, eso que se conoce como lógica-racionalista, se va disipando entre los muros de sensibilidad que el hombre exterioriza para justificar la vida.
Como ven, es el año de la postmodernidad porque se ha materializado una nueva manera de entender la realidad; de ver más allá de la monotonía de un pensamiento encajonado en paradigmas y captar que la vida y los hechos se ven bajo el criterio de la complementariedad. Donde lo cualitativo y cuantitativo es parte de una misma forma y asumen, desde la visión sistémica, un impulso sinérgico que mueve los acontecimientos y sus reacciones en un espacio y tiempo cada vez más angosto e inmediato. Es un tema a seguir indagando, pero sin olvidar que es a partir de este 2012, cuando se ha producido una reacción endémica hacia la reconstitución de eso que se ha conocido como post-modernidad.
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