“Cuanto vale un juez” fue un libro que apareció publicado por vez primera en mayo de 1995 escrito por el periodista William Ojeda. De portada roja con una desfiguraba foto del entonces Palacio de Justicia venezolano. Estábamos en pleno gobierno del ex presidente Rafael Caldera, quienes inmediatamente mandaron a recoger el texto y a encarcelar por varios meses al comunicador social.
En aquellas paginas el país confirmó lo que desde hace muchas décadas se ocultaba pero se sabía y era que el sistema de justicia estaba inundado de tribus, desigualdades, palancas y mucho dinero sin importante del estrato de donde proviniera, coronado a la cosa mas horrible que sociedad alguna haya cargado en su rostro: la impunidad.
Allí, están descritos y señalados datos inmorales de quienes se habían adueñado del entonces sistema judicial y como desde sus cargos hicieron lo que se les antojó. Imperaron tribus judiciales, bufetes dedicados a la ilegalidad de todas las formas y maneras que jamás las mafias habían practicado juntas.
Por aquellos días de 1995 se rumoreaba que Ojeda se entregaría y muchos fuimos a ver aquel héroe quien con valentía se había atrevido a escribir este arriesgado libro. Recuerdo que nos reunimos en una plaza de Caracas, -no me llega su nombre- allí apareció William Ojeda, quien ya se encontraba solicitado por los cuerpos de seguridad, le habían impuesto Auto de Detención y por supuesto pesaba sobre él, Orden de Captura que con todo gusto las policías de aquel entonces estaban dispuestas a ejecutar.
No supe de donde apareció fue una operación interesante pues ya las policías encubiertas estaban aprestas a detenerlo a como fuera lugar. Era una mañana asoleada, oíamos gritos de consignas a favor de la “libertad de expresión”.
Con un improvisado micrófono y parlante destartalado entre revolucionarios, llegó William Ojeda, lo vi de repente, vestía una camisa clara manga larga y un pantalón con pliegues, seguramente de lino, iba muy sencillo, humilde, con esos dones inmediatamente se subió a la base de la estatua la cual seguramente esta dedicada a un héroe de nuestra Independencia y desde allí inicio el soflama de su mensaje.
Ojeda no dudo en atacar duramente aquel sistema de impunidades, corrupto, donde la inseguridad hacia de las suyas, fustigo los asesinatos de estudiantes en las protestas, acusó a la entonces DISIP, -donde aún hoy no me cabe la menor duda de que sus practicas siguen siendo iguales- y por supuesto apoyó a todos los militares bolivarianos que se encontraban presos en las diversas e inefables cárceles del país las cuales ahora son peores que las de esos momentos.
Recuerdo que vi a un William Ojeda con rostro humano, pedía justicia, muchos admirábamos aquel muchacho del que nada sabíamos, desconocíamos si tenía militancia política, pero nos valía su gallardía.
De repente un William muy humano se inclino doblando su rodilla en remisión a un pueblo que le acompañaba y dijo al país una frase que seguiría sepultando aquella falsa cuarta república, tambaleante ante las fuertes protestas.
Todos también éramos testigos de los movimientos agazapados del entonces Ministro de la Defensa del último inconcluso gobierno de Carlos Andrés Pérez, Redames Muñoz León, quien viajó en varias oportunidades a Washington para seguir pidiendo autorización en el llamado Golpe Seco.
Ojeda los lapidó cuando exclamó: si volviera a nacer, volvería a escribir Cuanto Vale un Juez. Y desde allí, partimos en multitudinaria camino, arrojo y valentía marcharon juntos hasta un par de cuadras donde se encarceló su voz en la sede de la entonces Fiscalía la cual aún hoy, se parece a la de antes solo que con nuevos funcionarios, eslogan y color institucional.
Al tiempo salió Ojeda en libertad e inmediatamente se junto al proceso bolivariano, pero sus ansias de Poder no se hicieron esperar y al ver que no encontró los cargos aspirados se retiró al servicio de la oposición que solo ayer lo había encarcelado, humillado y silenciado.
Anteriormente, nuestro país y el Mundo había distinguido en 1985 a un comunicador social conocido como “El Periodista de la Verdad” su nombre: Rafael Finol Meléndez, zuliano, alto, elegante de muy buenos gustos y modales, trajeado, moreno personaje. Se atrevió junto al entonces Luis Homez a denunciar a un criminal que el país conoció como el Comandante de los Pozos de la Muerte, Fischer Godoy.
Godoy fue comandante de la Policía del estado Zulia, quien junto a un grupito de funcionarios se encargaron de asesinar vilmente a inocentes muchachos lanzados desde lo alto de abandonados campos petroleros que habían dejado huecos en la tierra, yaciendo debajo de ellos verdaderos fosos medio profundos, desde sus orillos eran lanzados vivos seres humanos que después seria rematados a tiros desde arriba.
Homez, perteneció al Movimiento Al Socialismo, aquel MAS decente de Argelia Laya y de tantos otros cuantos que ahora no quedan. Lastimosamente, cuando todos lo daban ganador en plena campaña por la Gobernación del Zulia, Luis Homez muere de un cáncer cerebral.
El silencio inundo las pormenorizadas denuncias de Homez y de Finol y los irresponsables nuevamente quedarían libres, galopaba la impunidad de instituciones corruptas al servicio de los poderosos de cuello blanco.
A Finol lo conocí, pero preso en el Departamento de Procesados Militares en el Centro Penitenciario de Occidente, Municipio Córdoba, capital Santa Ana, estado Táchira. Venia exiliado de Colombia, había denunciado a unos militares de alto rango de la Guardia Nacional y a unos jueces corruptos y por OPINAR lo encarcelaron y6 le iniciaron sendos juicios militares.
Hace un par de años y un poquito mas un francotirador le propino un certero tiro en un lado de su cabeza, pero con la ayuda de Dios el balazo le rodo desde atrás por el parietal derecho y se le alojo en su ojo, pero sobrevivió.
Finol nunca ha tenido, detentado o aspirado cargo alguno. Muy al contrario siempre ha andado con lo único que posee encima, dignidad, valor y con los bolsillos vacíos, al igual que muchos nunca aspiró a cargo alguno y la humildad es su presencia.
Ahora, uno no entiende como luego de cada traición vienen los perdones y de nuevo las traiciones de muchos que ayer fueron chavitas, algunos de ellos surgieron de la nada pero se amontonaron bajo el huracán Chávez.
Así, aparecen y desaparecen los Didalco Bolívar, Acosta Chirinos, David De Lima y también los William Ojeda. Mientras que los Finol Meléndez y muchos más se quedan como la guayabera.
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