Hacer política de alto nivel, formarse, capacitarse, participar electoralmente y ganar o ser nombrado, aún en revolución sigue siendo un asunto de élites. Cuando hablo de política de alto nivel, me refiero tanto a la posibilidad de ser seleccionado en cargos de alto nivel, como el ser electo popularmente.
Para la primera posibilidad, en promedio se debe no sólo estar bien formado (requisito lamentablemente no indispensable), tener capacidad y competencia para el cargo, sino, se debe demostrar una serie de relaciones, vínculos u abolengo que depende de manera lineal de la clase de origen o de aceptación, pero adicionalmente, se debe tener casi siempre un buen padrino político, o poseer un status que permita alguna comodidad y confort para esperar la propuesta adecuada o aspirar al cargo deseado.
Para la segunda posibilidad, quien decida someterse al rigor de la elección popular tiene regularmente dos alternativas posibles: 1. Tener o vincularse a sectores de poder económico para invertir en su potencialidad con el fin de construir una figura política que después en el espacio de poder retribuya lo invertido. 2. Sumarse a una estructura partidista que posea los recursos necesarios para financiar la proyección de figuras leales y comprometidas con la orientación de la dirección partidista, lo que sin embargo no descarta que incluso para llegar a este estado deba pasarse por la primera alternativa mencionada.
Existe una tercera opción emergente: hacer política desde las bases, con el esfuerzo de surgir junto al Poder Popular a partir de sus luchas, pero esta vía no sólo es la más comprometida, sino la más larga y aún la más ingrata en el tiempo y el esfuerzo ya que no existe suficiente conciencia ciudadana y política para que esta ruta, la más adecuada, sea la preferida por las mayoría y menos la más reconocida por ellas.
Existen casos excepcionales como el Presidente Chávez, que decide iniciarse en política sin recursos propios, con muy poco apoyo inicial y sin abolengo ni estructura partidista, debiendo construirla en la dinámica de su desarrollo, pero, aunque el presidente no nace de ninguna de las opciones mencionadas, ha tenido de cada una de ellas momentos que ha sabido aprovechar.
El caso más clásico de la práctica política de élites es recientemente Henrique Capriles, que sin tener un origen de lucha popular, ni un trabajo de base, un trabajo intelectual militante o algún hecho relevante de acción política en su vida, su fin último termina siendo defender los intereses de su clase, expresados en sus financistas, quienes invierten en la construcción de una imagen. Esto podemos observarlo con base en los dos 2 años continuos en campaña electoral de dicho personaje, gastando incalculables montos en su campaña, sin que nadie se pregunta de dónde vienen esos recursos y como mantiene el ritmo de gastos, lo que nos hace deducir que es un problema de clases y parece lógico y natural que eso suceda.
Lo otro que se ha naturalizado es el gasto público en las campañas electorales, cosa que por ley no debe ser, pero de hecho, tanto en un sector como en otro pasa regularmente.
Con base en estos comentarios, quisiera hacer las siguientes precisiones:
1. Hacer política para el acceso a cargos públicos de elección popular o cargos de alto nivel, aún en pleno proceso revolucionario, sigue siendo en gran medida un asunto de élites, vinculadas al manejo de grandes recursos económicos, apellidos con peso político, o habilidades y destrezas amorales.
2. La vinculación con los sectores económicos capitalistas, seudo revolucionarias o revolucionarias termina siendo determinante para cualquiera que aspire acceder a espacios reales de poder.
3. Las formas de acción política en Venezuela no se han modificado en lo esencial, y aún a pesar de las excepciones, la regla sigue siendo la visión clásica de la ruta al "éxito".
4. La posibilidad de cambiar esta ruta es definitivamente una camino largo, pero el avance sobre la conciencia puede incidir en poder acelerar el ritmo del andar.
5. El Poder Popular sigue siendo un reducto ético, pero dependiente en gran parte de aquellos que con ventaja acceden a los espacios de poder con mayor influencia.
6. La formación política y técnica sigue siendo una deuda histórica de nuestro proceso para la garantía de relevo generacional, que no reproduzcan los actuales vicios heredados de las prácticas políticas.
7. Sincerar el origen de los recursos utilizados para la política y el manejo del dinero público para el fin político-partidista es una discusión pendiente y es un asunto de Estado relevante, para poder potenciar realmente la lucha contra la corrupción a favor de la ética política.
Nicmer N. Evans
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