Acabo de leer un nuevo documento publicado por Marta Harnecker con un título bien atractivo (Instrumento de la Política[i]) y un contenido, que una vez culminada su lectura, me indujo a una reflexión, teniendo como referencia, conceptos incluidos en el documento y la situación post-electoral en Venezuela.
Son conceptos o aspectos básicos de una teoría revolucionaria, que por supuesto Marta nos los está inventando, pero nos los recrea y este proceso de “refrescamiento”, permite comprender algunas de nuestras debilidades.
Una vez leído este documento, percibo que estamos muy comprometidos jugando a la democracia representativa y a política conservadora. Estamos para decirlo en los términos en que lo concibe Marta en este documento, como apostando a la política bajo el criterio del “arte de lo posible”. No parece ser posible, ir más allá de los límites de la democracia conservadora y esta manera de asumir la situación, conduce a un adaptarse al juego (ruleta) de los votos.
Jugar a la política como el “arte de lo posible”, nos deja a la espera de saber: ¿Cuántos votos obtengo por encima de la derecha? ¿Cuántas más gobernaciones logro por encima de la derecha? En este juego de apostar a la política como el “arte de lo posible”; los votos son sinónimos de fuerza y de irse adaptando a lo posible: ¿Votos es igual a fuerza social? ¿Cada elección con más o igual número de votos es más poder?
En este intento por respondernos este dilema aparece un concepto o aspecto que se maneja y explica muy bien en este documento. Aparece el concepto de “correlación de fuerza” y el sentido que este concepto tiene en el desarrollo de una política revolucionaria. A partir de una visión no conservadora de la política, Marta nos coloca frente a visión revolucionaria de la política. Esta visión supone entonces, trabajar un proyecto bajo el lema de crear las condiciones para hacer realidad lo que nos ha parecido imposible: Socialismo del siglo XXI.
Lo sustantivo es entonces, “ir creando una correlación de fuerza cada vez más favorable al proceso revolucionario” y esa posibilidad no es necesariamente manejable a partir de una referencia en los votos. No digo que los votos no hagan falta, pero quedarse a ese nivel de votos, lo percibo como una opción que está escasamente conectada con esa necesidad de fomentar una correlación de fuerza. Tal y como Marta lo sostiene; una correlación de fuerza no son cargos (Diputados, Gobernadores y Alcaldes) y esa visión de la política resumida en cargos y votos obliga a la necesidad de establecer alianzas oportunistas[ii] y muy cuestionables.
Esta consideración, abre el entendimiento para incluir otro concepto recogido en este documento y que nos sirve para entender un poco más esta debilidad con la cual se desarrolla el proceso de cambio en Venezuela. Surge el concepto de “poder” y la necesidad de tenerlo y manejarlo no como una expresión que se reduce al Estado y diría yo que al gobierno. “El poder (dice Marta) no se refiere al Estado (…) está diluido en muchos elementos de la sociedad”. Aquí hemos avanzado, pero creo que no todo lo que deberíamos haber recorrido.
Tener votos o más votos que la derecha, no conduce a tener más poder que ellos. Hay ámbitos que sirven al ejercicio de la política, donde el poder está en manos de la derecha. Para decirlo de otra manera; a pesar de haberle ganado muchas confrontaciones con votos a la derecha, la situación no ha sido aprovechada para establecer con esos votos una correlación de fuerza que soporte más sólidamente al proyecto. Estamos como apostando, que los votos nos transfieren poder y creo más bien, que los votos nos ofrecen una oportunidad para ir construyendo esa correlación de fuerza y pienso que ahí, afloja el proyecto, porque nos quedamos a nivel de la cantidad de votos logrados y no en la opción de construir una correlación de fuerza favorable para lograr más poder, que es el fondo del asunto.
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