Más allá del síndrome de “fin de año”: mis rayas e impresiones sobre el resultado electoral

En Venezuela cada vez que llega el mes de diciembre, comenzamos a escuchar en cada esquina y en cada conversación los cambios y ajustes que se harán el próximo año: las promesas van desde bajar de peso hasta dejar de tomar licor o dejar el cigarrillo, hasta encontrar pareja. Cada persona tiene una lista de las cosas que cambiará el año entrante y alegan que ”estas vez sí”, pero entra el nuevo año y a partir del quince de enero las promesas se esfuman y vuelven a reaparecer en el mes de diciembre para dar inicio a un ciclo infinito de promesas de rectificación y cambios que nunca ocurren.

El proceso bolivariano experimenta un síndrome parecido cada vez que se sufre una derrota electoral, una situación de profunda inestabilidad o ganar unas elecciones tan cerradas como estas últimas. Desde hace varios años las promesas de rectificación aparecen y desaparecen tal cual como el “síndrome de fin de año”. Por ejemplo: cuando la oposición obtuvo las firmas para convocar el referéndum, cuando la oposición dio el golpe de estado en el 2002, cuando Diosdado perdió las elecciones en Miranda, cuando se perdió la Alcaldía Metropolitana, cuando la oposición metió un gran porcentaje de diputados a la Asamblea Nacional, etc, etc, etc. Los análisis como ahora se desbordan y cada quien tiene su interpretación de lo que pasó, y dentro de tres semanas el síndrome desaparece, y aquí no ha pasado nada.

Mi interpretación es que si no aprendemos de este episodio y no se generan los cambios de timón que deben hacerse, no le echemos la culpa en el futuro a la CIA de la ineficacia de nuestra dirigencia. Pongo en la mesa del debate lo que ya en reiteradas oportunidades he expresado por este medio, y que desde mi “ignorancia política”, pero como ciudadano que cree en el proyecto de país esbozado en la constitución deben superarse:

Seguimos repitiendo el error de la izquierda del siglo XX al echar la culpa de todo lo malo que ocurre al capitalismo, como que si al eliminar el capitalismo acabamos con todos los problemas de la sociedad. Ya las experiencias de la izquierda del siglo XX comprobaron que esto no es cierto, las sociedades son más complejas y ameritan respuestas multifactoriales y además los seres humanos siguen teniendo los mismos deseos egoístas tanto en sociedades capitalista como socialistas. La finada URSS fue una muestra de estas complejidades.

La ineficacia de gobernadores, alcaldes y concejales “revolucionarios” en su gestión es uno de los factores que más influye en el descontento popular que se traduce en frustración. Estados y municipios donde el gobierno ha venido una presencia histórica y los problemas siguen siendo los mismos e incluso, donde no hay sintonía popular entre estos dirigentes y las comunidades.

La corrupción que no es atacada ni asumida con el coraje que esta exige, a menos que sea de la oposición, como que si los funcionarios del gobierno son todos “Teresa de Calcuta”. Es una bofetada al liderazgo de Chávez y una profunda frustración para el pueblo ver como funcionarios de todos los rangos de elección popular o de cualquier otra índole, entran a sus cargos con “una mano delante y otra atrás” y a los pocos días se andan contoneando con escoltas, camionetas y todas esas que los hace “sentirse gente”. ¡Hasta los concejales tienen escolta!

La ineficacia de la administración pública sigue intacta ante la mirada indiferente de quienes deben realizar “la revolución administrativa” de una vez y por toda. Seguimos pagando por tramitar documentos y procedimientos administrativos, porque si no lo hacemos nos morimos de mengua esperando que por la vía natural se realicen: solvencias, RIF, IVSS, INTT, etc, etc.

Hay que pasar de los insultos y descalificaciones a la oposición a acciones concretas de transformación ciudadana. Sin ética revolucionaria no hay revolución que permanezca en el tiempo sin podrirse. La idea no es salir a abrazarnos y besarnos con la gente de la oposición, pero no caer en una retórica vacía de contenido político y revolucionario limitándonos a descalificar a los emisores de sus discursos. Los niveles del debate socio político deben tomar contenidos de mayor profundidad y concreción histórica y esto debe evidenciarse en la política comunicacional del gobierno. Los programas de TV oficiales compiten para ver quién puede pronunciar más adjetivos descalificativos contra la oposición, sin profundizar en una verdadera política comunicacional liberadora y transformadora, y de esa forma creen que están haciendo la revolución.

Ya está más que comprobado que no solo la oligarquía es la que vota en contra del gobierno, no hay más de 7 millones de venezolanos oligarcas ni pagados por la CIA, hay que reconocer que también hay gente del pueblo que está insatisfecha, frustrada y que no ven en la propuesta del gobierno una opción que les favorezca. Podemos dar muchas razones para esta realidad, desde decir que están disociados, manipulados, etc, etc, pero yo prefiero asumir mi responsabilidad como alguien que cree en este proceso y decir que no hemos sabido caminar con este porcentaje de pueblo y que no se han dado respuestas satisfactorias a sus múltiples necesidades.

El elemento económico es crucial y aun el gobierno no toma el control de esta importante variable. Nuestra economía se sigue rigiendo por el dólar paralelo que anda por las nubes después de la devaluación y la inflación en los últimos meses sin duda alguna influyeron en los resultados electorales de este domingo. Un control de cambio que no controla nada y mucho menos genera cambios en la política económica del país. Es una realidad que después de la devaluación tenemos menos ingresos pero los productos son más caros. ¿Quién para esto?

Por ahora lo dejo hasta aquí con la esperanza de que esta vez superaremos el “síndrome de fin de año” y nos esforcemos en radicalizar la transformación del país y a cambiar y rectificar todo aquello que impide el avance del socialismo del siglo XXI en la Patria de Bolívar y de Chávez.

Que nadie nos robe nuestros sueños,

que nadie detenga su marcha,

que nadie mire hacia atrás,

que nadie pierda de vista el horizonte,

que nadie renuncie a sus utopías

que nadie camine solo…


accionecumenica@gmail.com


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César Henríquez


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