Ideología (…a manera de introducción)
Cuando hablamos de ideología, nos referimos generalmente a una idea que sirve a un interés creado de un grupo social con objetivos políticos preestablecidos. Se considera que la ideología justifica las acciones de los grupos o clases sociales a cuyos intereses creados sirve, e interpreta la realidad de forma que la justificación resulte plausible. Del estudio de la ideología se encarga la sociología del conocimiento, cuyo supuesto fundamental es que las maneras de ver al mundo varían socialmente de una sociedad a otra y dentro de sectores diferentes de la misma sociedad. La diferencia de visiones es evidente en cuestiones como la filosofía, la política, la religión, etc.
Sin embargo, con base en este pretendida síntesis conceptual, por demás conveniente, podemos observar como, el concepto de ideología se adapta en la actualidad más a la práctica reflexiva de la Psicología y la politología, que la pretendida objetividad y neutralidad del pensamiento que se cimienta con base en valores y costumbres creadas por el mismo ser humano y que en algún momento pretende llamárseles “teorías” o “leyes”.
La discusión sobre la ideología se plantea en este escrito con el fin de introducirnos en los más obscuros sótanos del conocimiento, donde la pretensión de hacer ciencia “dura”, ciencia “exacta”, o la simplemente mal llamada ciencia, se ha introducido en la mente y las almas de los que se autodenominan “ciencistas sociales”, y que han muerto en el intento de establecer alguna ley dentro de las relaciones humanas en sociedad.
En el presente ensayo, pretendo mostrarles sin temor, como una ideología como la socialista ha nacido y se ha transformado en la búsqueda de un método, y como un pretendido paradigma como el socioconstruccionista, se empieza ha transformar en un método para la concreción de una ideología.
Se que de inmediato saldrán los demonios de la razón a desmontar lo aquí presentado, pero, apegándome a la más profunda dialéctica, afirmo que aquí les presento un esfuerzo de síntesis de dos ideas, una histórica, y una epistemológica, que pueden ser el nacimiento de un encuentro concreto entre “La teoría crítica” y el “Construccionismo Social” o “Socioconstruccionismo”, agregando la arista reflexiva de los Estudios Políticos como disciplina que junto a la Psicología Social pueden permitir la instauración de una nueva disciplina como lo es la Psicopolitología, que gira en tormo a las representaciones sociales y la construcción social de lo político y la política en nuestra sociedad, en especial dentro del fenómeno venezolano de construcción del nuevo socialismo.
Todo lo antes descrito, esta basado en la presunción de asumir como inacabado, tanto el proceso constituyente vivido en nuestro país entre 1998 y 1999, como la convocatoria abierta a la discusión siempre inacaba de un nuevo socialismo como vía para la definición de nuestra identidad política venezolana.
El socialismo utópico como antecedente del nuevo socialismo
Es interesante que el socialismo utópico, siendo el precedente de la teorización sobre el socialismo desarrollado a partir de las ideas de Marx, en la actualidad recobre una interesante vigencia, por los procesos cuestionados como románticos y que en realidad parecieran aproximarse a procesos democráticos mucho más viables que los liberales o los practicados por el “socialismo científico”.
Es por ello que a continuación pasamos a ver el pensamiento utópico desde sus hechos más concretos traducidos en el movimiento cooperativista.
…desde el “Movimiento cooperativista”.
Producto de una serie de encuentros y desencuentros, desde el punto de vista filosófico, teórico y práctico, podríamos llamar movimiento, en el contexto sociopolítico, a toda tendencia social con pretensiones de gestar una serie de acciones con un objetivo específico.
En el caso del o de los movimientos cooperativistas, podrías afirmar, pretendiendo solo aproximarnos al hecho, que es una tendencia social con intensión de gestar una serie de acciones en pro de establecer una forma relacional distinta entre los ciudadanos, orientada al privilegio de lo colectivo ante lo individual, privilegiando la solidaridad y la cooperación ante el egoísmo y la competencia y que en la relación entre la libertad y la igualdad como valores, pretende gestar un espacio de equilibrio y armonía, impidiendo el exceso impositivo de la libertad sobre la igualdad.
El movimiento cooperativista termina siendo un conjunto de acciones coordinadas para el logro del establecimiento armonioso de las relaciones humanas a través de la cooperación, ante la competencia impuesta como consecuencia de una visión antropológicamente negativa del hombre.
Esto se basa, fundamentalmente, en la discusión sobre si el hombre es bueno o malo por naturalaza, y lo que esto repercute en la forma de relacionar al ser humano ante sus iguales, ante su medio ambiente y ante los recursos que utiliza para su subsistencia. La visión antropológicamente positiva, asume al hombre como un ser bueno por naturaleza, que instintivamente responde a lo social como medio, y que practica la cooperación para la subsistencia, crecimiento y desarrollo individual a través de lo colectivo. Esta visión invita a reflexionar sobre las consecuencias que genera la escasez de los recursos necesarios para la vida y como esto incide en la afectación relacional que conduce en muchos momentos incluso a la violencia como medio de vida.
La otra visión, la antropológicamente negativa, nos invita a reflexionar sobre unas condiciones innatas orientadas al egoísmo, a la competencia, a la violencia y la envidia, pero sobre ello emerge la supervivencia a través de lo social, como forma de control para evitar la destrucción de la especie humana. Esta visión invita a reflexionar sobre la competencia como vía legítima para justificar la desigualdad a partir de conceptos como la capacidad, la fuerza, la inteligencia, la evolución y el poder (desde una visión coercitiva).
Al final, las dos visiones, asumidas como artificios intelectuales sobre los cuales se derivan las distintas posturas que desde lo económico, lo político y lo social, orientan las distintas ideologías que rigen las teorías que nutren a las prácticas sociales, aún en sus dimensiones más optimistas, terminan justificando la existencia de un ente externo, superior o delegado, concretado en el Estado como figura para la imposición del orden y el control, para garantizar la seguridad, la paz y la posibilidad de desarrollar la vida humana.
El movimiento cooperativista, dentro de estas dos visiones, evidentemente se desarrolla a partir de de la concepción antropológicamente positiva, lo que permite una sustentabilidad, coherencia y pertinencia en sus principios filosóficos y valores. Sin embargo, no escapa a la dinámica imperante en nuestra sociedad occidental, que ha basado toda su estructura en una concepción antropológicamente negativa, evidenciada en las relaciones económicas de mercado, y en la competencia como la única vía de supervivencia del más apto.
Es también importante resaltar que esta vía analítica antropológica (basada en la antropología como la ciencia que estudia al hombre y la mujer), es radicalmente maniqueísta, esto quiere decir, coloca en posición dicotómica entre lo bueno y lo malo una condición de naturaleza, enfoque poco adecuado a la estrategia de investigación socioconstruccionista que hemos asumido, pero que no deja de ser significativa para entender la estructura de pensamiento sobre la cual se han generado ideologías que han afectado directamente la concepción cooperativista.
…desde las Cooperativas.
En el marco de desarrollo del movimiento cooperativista, el elemento operativo y de concreción económica de este movimiento son las cooperativas. Podríamos resumir su conceptualización como aquellas “unidades socioproductivas” que desarrollan los principios del movimiento cooperativista.
A pesar de las variadas interpretaciones que de las cooperativas se han hecho en el mundo, podemos observas como existen algunos elementos comunes, que azarosamente nos permite reconstruirlos con el objetivo de percibir de los elementos su estructura básica en lo conceptual.
Por ejemplo, en la Pág. Web del Banco Cooperativo do Brasil S.A., encontramos que:
“Cooperativismo é o instrumento pelo qual a sociedade se organiza, através de ajuda mútua, para resolver diversos problemas relacionados ao seu dia-a-dia. Segundo a Política Nacional de Cooperativismo, as pessoas de uma sociedade cooperativista se obrigam reciprocamente a contribuir com bens ou serviços para o exercício de uma atividade econômica, de proveito comum, sem objetivo de lucro. “
(Cooperativismo es un instrumento por el cual la sociedad se organiza, a través de la ayuda mutua, para resolver diverso problemas relacionados con su vida cotidiana. Según la Política Nacional de Cooperativismo, las personas de una sociedad cooperativista se comprometen recíprocamente a contribuir con el servicio para el ejercicio de una actividad económica, de provecho común, sin ser el lucro el objetivo.)
Por otra parte, de acuerdo a la definición de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI):
"Una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y sus aspiraciones económicas, sociales y culturales en común mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática".
El cooperativismo, a lo largo de su historia, ha sido considerado y definido de múltiples formas: como doctrina política, modo de producción, etc. Sin embargo, actualmente, a partir de la revisión de su historia, se puede afirmar que el cooperativismo es un plan económico que forma parte importante de la vida de muchos Estados, y su desarrollo y difusión indica que podría llegar a modificar hasta la estructura política de las sociedades que lo han implantado.
Las Cooperativas son unidades socio-productivas. Esto quiere decir por una parte que son un cuerpo u organismo y no un grupo de personas agrupadas circunstancialmente, que tiene un fin organizativo y una estructura de funcionamiento, y por otra parte su fin esta orientado a la producción y generación de bienestar social, siendo este el punto medular, fomentar y hacer ejercicio del desarrollo sustentable con visión ecológica en toda su amplitud.
Por otra parte, las cooperativas significan en lo económico, toda una estructura productiva, que va acompañada de toda una estructura para la toma de decisión, basada en procedimientos consensuados y legitimados a través de la instancia asamblearia como máximo ágora de consulta. Además, asume todo un estilo administrativo normado por la transparencia de las acciones, y controlado a través de la participación activa de los asociados.
Pero sin duda, el pilar fundamental de la forma de organización cooperativa esta basado en la educación constante de sus asociados, como condición inexorable de la estructura cooperativa, que tiene como fin el mantenimiento del desarrollo constante y sólido de la organización, desde lo productivo hasta lo humano, pasando necesariamente por lo social como visión guiadora de las acciones reales de la cooperativa.
El Cooperativismo Primario (El socialismo Primario) y el Socialismo Utópico
En el marco del análisis sobre la naturaleza del hombre, basado en una visión antropológica, pareciera coherente imaginar que pudiesen existir agrupaciones humanas que evidenciaran esta condición. Este es el caso de algunas sociedad primarias, que han dejado claras huellas, hasta el presente, de sociedades solidarias y cooperativistas en sus relaciones intersubjetivas, como consecuencia de unas condiciones idóneas para la satisfacción de sus necesidades básicas comunes, al desarrollarse en medios lo suficientemente fértiles como para que el esfuerzo del hombre y la mujer, para generar medios de producción para el procesamiento de la materia prima fuera mínima para la obtención del producto final.
Otro de los elementos importantes de analizar en estas sociedades primarias, es la comprensión que se le dio a la propiedad, asumiendo su concepción colectiva como el medio más coherente para la sobrevivencia común.
Hoy en día, aún vemos estas condiciones en culturas indígenas en nuestro país, tales como los Yeguaza, los Kariñas, los guayú, etc. sin embargo, podríamos examinar precedentes eurocéntricos, tales como las que existieron en la Antigüedad y en la Edad Media con características muy semejantes a las cooperativas de nuestro tiempo. Las asociaciones de arrendamiento de tierras en Babilonia, las lecherías comunes de Armenía, las confraternidades de sepulturas y unas especies de seguros artesanales entre griegos y romanos, las sociedades de drenaje, riego y construcción de diques en Germania, los pastos colectivos y las asociaciones de pescadores en Rumania, los ágapes de los primeros cristianos, las asociaciones queseras de Jura de Saboya, las colectividades agrícolas llamadas madruga entre los servios y mir en Rusia, los ayllu y los markas entre los quechuas en el Perú, los calpulli entre aztecas y toltecas y las guildas o corporaciones mediaevales.
Más allá de estas experiencias que hemos llamado de socialismo primario, o cooperativismo primario, entre los años 1760 y 1809, nacieron una serie de autores que influidos por los dramas sociales originados por la revolución industrial, plantearían con fuerza la necesidad de oponerse al individualismo promoviendo diversas fórmulas asociativas y comunitarias, y divulgando por primera vez el término “socialismo”. Serán Marx y Engels quienes -de forma algo despectiva- se referirán a estos autores como “utópicos” en clara oposición al “socialismo científico”. Lo hacían en referencia a aquellos que, por el momento histórico en el que les tocó vivir, no pudieron enfrentarse al pleno desarrollo de la industria, del proletariado y de la lucha de clases. Sin embargo, al final se terminó atribuyendo la visión socialista por la condición común entre los socialistas científicos y utópicos de atreverse a discutir el problema de la igualdad, de la redistribución de la riqueza, y del cuestionamiento a la propiedad privada. Entre los autores más notorios haremos hincapié especialmente en Robert Owen, Charles Fourier, Pierre-Joseph Proudhon y Philippe Buchez.
Para Fourier, el trabajo debería ser en sí mismo agradable y atractivo, además de beneficioso desde el punto de vista económico. Para ello, sostenía la tesis de que todo trabajador debería realizar más de una tarea a los efectos de evitar la rutina en el trabajo. En las pequeñas comunidades de Fourier, de hecho, cada trabajador tenía derecho a elegir el trabajo que quisiera de acuerdo a sus necesidades. Las comunidades, para ello, debían cumplir con una serie de requisitos: un número ideal de 1600 personas, con una determinada cantidad de tierra para explotar, un sistema de educación que permitiera que los niños siguieran naturalmente sus inclinaciones, vida tan en común como las familias quisieran (lo que habilitaba la propiedad privada), etc. Sin embargo, en vida, Fourier nunca recibió apoyo económico para fundar estas comunidades. De hecho, los primeros falansterios se desarrollaron en Norteamérica, a influjo de Albert Brisbane (1809-1890), quien logra fundar junto a otros discípulos de Fourier algunos de éstos sin mayores éxitos, salvo en los casos en que se basaron más en los lineamientos cooperativos propiamente dichos.
Robert Owen fue uno de los verdaderos antecesores del movimiento cooperativo, no sólo por lo que hizo en vida, sino también por el hecho que algunos de sus discípulos fundaron la sociedad cooperativa de los "Rochdale Pioneers". Este reconocido y atípico empresario soñaba con comunidades de trabajo donde se disolviera por completo la propiedad privada, lo que lo diferenciaba de Fourier claramente. Otra de las diferencias es que para Owen la base de producción debía ser agrícola, en tanto para Fourier era necesaria la poliactividad productiva. Sus ideas, no obstante, se irían tiñendo de notorias referencias religiosas (El nuevo mundo moral), lo que lo alejaría de una reflexión más objetiva sobre las potencialidades reales de las comunidades de trabajo. Entre las cientos de cooperativas fundadas por Owen y William Thompson, entre 1825 y 1835, destaca la idea oweniana de una "bolsa nacional" donde se intercambiaban los productos por medio de "billetes de trabajo", idea que vuelve a resurgir con fuerza en nuestros tiempos.
Philippe Buchez puede ser considerado ciertamente el "padre del cooperativismo francés". Siendo discípulo de Saint Simón, abandonó sus tesis cuando aquel comienza a incursionar en el plano religioso. Buchez, de fuerte formación católica, señala en su libro Introduction à la science de l'histoire que la etapa de la humanidad iniciada con la venida del cristianismo, estaba destinada a desarrollar los valores de igualdad, fraternidad y caridad. La Iglesia Católica, y las asociaciones de obreros y productores tendrían en tal sentido un alto nivel de responsabilidad para que ello ocurriera así. Su notorio acercamiento a las clases trabajadores queda testimoniado con el periódico L'Atelier, "órgano de los intereses morales y materiales de la clase obrera". Este órgano, que saldría entre 1840 y 1850, tenía por lema las palabras de San Pablo "el que no trabaja no come". Buchez, es considerado por muchos, uno de los fundadores del pensamiento social-cristiano, o socialista-cristiano, como se divulgaba en la época.
Para Pierre Joseph Proudhon, tanto el Estado como las asociaciones contribuían a limitar la libertad del individuo. Para el autor de la "Filosofía de la Miseria" la clave era la familia. Sin embargo, Proudhon salto a la fama por algunas de sus consignas radicales ("La propiedad es un robo", "Dios es el mal", etc.), las que sin embargo se relativizan una vez que se conoce la obra suya completamente. Por ello es que Touchard señala que "nada resulta más fácil que oponer a un texto de Proudhon otro de Proudhon". De hecho, la propiedad privada era admitida por el autor, sólo que criticaba duramente la forma en que era utilizada en la época. A diferencia de otros autores del "socialismo utópico", Proudhon era firme partidario del igualitarismo en la sociedad: "La igualdad de las condiciones, he aquí el principio de las sociedades; la solidaridad universal, he aquí la sanción de esta ley", declara en su primer ensayo sobre la propiedad. Para este autor, la asociación mutualista se erige como la posible solución de los problemas sociales, en la cuál los miembros asociados se garantizan recíprocamente "servicio por servicio, crédito por crédito, retribución por retribución, seguridad por seguridad, valor por valor, información por información, buena fe por buena fe, verdad por verdad, libertad por libertad, propiedad por propiedad".
Todos estos antecedentes histórico-conceptuales nos permitirán ubicar referentes olvidados por aquellos que ven en el socialismo solo las prácticas leninistas o stalinistas.
La intensión de no desarrollar el resto de las etapas que tradicionalmente se enumeran del socialismo, tiene como objetivo generar un equilibrio de información, que nos muestre solo aquel lado oculto, remitiendo a otras fuentes para sustentar lo trabajado muchas veces por otros.
Ahora me permito presentarles, con base en la diversidad de ideas que sobre el socialismo se han elaborado en otras latitudes, una lectura de lo que en nuestro país se está discutiendo sobre nuevo socialismo, en un contexto definido.
El Nuevo Socialismo
En Venezuela, el predominio de ideas y patrones de pensamiento que endurecen la posibilidad de vernos a nosotros mismos con sujetos teóricos y prácticos construidos desde nuestra venezolanidad, ha generado un constante cuestionamiento de lo que somos en relación con otros, siendo estos otros difícilmente un parámetro de comparación que produzca la posibilidad de superar escollos en el camino de nuestro bienestar social.
Sin embargo, en estos últimos tiempos, se ha desarrollado un proceso de reencuentro con nuestra identidad, que pasa por la reconstrucción de la misma, y que rompe con las teorías políticas tradicionales que han permeado nuestra forma de entendernos y hacernos a nosotros mismos parte del mundo.
En este marco, el surgimiento del socioconstruccionismo gira en torno a un profundo cuestionamiento al pensamiento único o paradigma neopositivista, esto quiere decir que, el socioconstruccionismo nace de la resistencia a creer que existe una sola manera de ver el mundo, por lo tanto pareciera nacer de la pluralidad, aún cuando en la práctica esta por verse si realmente es prueba fehaciente de su postura.
Siguiendo este marco, en nuestro país el replanteamiento del socialismo como vía para la superación del imperialismo, la pobreza, la exclusión y todos aquellos males generados por el pensamiento único, se expresa a través de la convocatoria que ha generar un diálogo plural de quienes somos y a donde vamos, delimitado por el humanismo.
Es en este espacio, donde la coincidencia de principios del socioconstruccionismo y del nuevo socialismo pareciera retroalimentarse, para permitir que el primero sirva metodológicamente al segundo en la concreción de sus objetivos.
Las características básicas del socioconstruccionismo, según Keneth Gergen, son:
- Cuestionar lo incuestionable: Este postulado se basa en el cuestionamiento a la objetividad e imparcialidad de la realidad. Supone que quien observa parte de su subjetividad para la acción, y por ello es absurdo negar su participación en la concepción de lo observado (Monismo). Es por ello que se debe estar atento a la generación de una realidad como resultado de conocimientos ya validados socialmente. Este postulado evoca a la responsabilidad de quien investiga, y en el caso de la praxis política, de quien la ejerce.
- Tener en cuenta la especificidad histórica y cultural del conocimiento: Se refiere a que no tenemos que olvidar las condiciones políticas, económicas y culturales de la época histórica en que se produce y acepta un tipo determinado de conocimiento. Es la consideración del conocimiento como "instrumento" de su cultura concreta. Y supone la relatividad de este en comparación a otros posibles.
- El conocimiento se genera en procesos sociales: Tanto las supuestas verdades incuestionables como los artefactos culturales, se generan mediante las interacciones cotidianas, ya que se considera que son resultado de un continuo proceso de construcción y mantenimiento colectivo. Esto vendría relacionado con la concepciones de saber/poder que unifica Michel Foucault, por su mutua interrelación y con la dirección ascendente y no descendente del poder, es decir, no hay una imposición por parte de los poderosos de las estructuras y valores predominantes en una sociedad, sino que desde las interacciones cotidianas ya se ejerce poder, ya que se reproduce una serie de verdades o se generan nuevas concepciones que pueden entrar en conflicto con otros conocimientos (realidad difusa). Este hecho se puede ver reflejado en la praxis política de Simón Bolívar en la evocación a la búsqueda colectiva de la conciencia latinoamericana para el logra de una identidad propia y liberadora, con el objetivo de establecer una soberanía cultural ante cualquier pretensión colonial posterior a la independencia.
Esto implica que una determinada o única manera de ver el mundo, se relaciona con una visión restringida de acciones posibles a partir de la combinación de elementos que supone esta visión y no permite que se puedan dar actuaciones distintas o incoherentes con esta. Por otra parte, el cuestionamiento al concepto de causalidad, es importante, ya que se ve a los fenómenos como prácticas sociales vinculadas, sin linealidad, o sea, no ve una concatenación de efectos, sino, una variedad de cosas que coinciden, se encuentra o desencuentran a partir de elementos contextuales.
- La dimensión simbólica del conocimiento: Si cuestionamos una verdad incuestionable, estaremos contrastando esta con las referencias históricas y culturales pertinentes, que han generado metáforas o formas de expresión que aproximan a la verdad, ya que pareciera imposible contrastar con la realidad misma. Esto implica que de manera constante confrontamos nuestras ideas significados y símbolos generados socialmente (representaciones sociales).
No cabe duda que el socioconstruccionismo es una crítica sobre el conocimiento científico, que impacta lo social, pero a diferencia de otros movimientos, no presenta, al menos en apariencia, una alternativa que sustituya dicho conocimiento.
Si partimos del principio, según el cual el conocimiento científico es una representación que no proviene directamente de la realidad, ni es un reflejo literal de ésta, por lo que no puede esperarse una interpretación idéntica de los mismos fragmentos de evidencia, pues la experiencia no es neutral, sino dependiente, y varía según el contexto social, los aprendizajes, la cultura, etc., podríamos decir que el conocimiento y en buena medida la realidad son socialmente construidas.
Lo anterior podemos observarlo claramente al estudiar como un mismo evento se analiza de manera tan radicalmente distinta en nuestro país, en el caso de las dos visiones antagónicas en cuanto a la perspectiva que de nación se tiene. Es así que, la perspectiva del sector oficialista y del sector de oposición se confronta claramente en el momento de analizar el caso 11 de abril del 2002 donde se suscitó un hecho de desestabilización política, generando dos grandes matrices de opinión pública en cuanto a la legitimidad y legalidad del hecho, y si este fue o no un golpe de Estado.
Aunque existen diferentes posturas sobre lo real de alguna manera todas parecen sugerir, que “la realidad” no puede ser independiente de los grupos, intereses y las operaciones de construcción que la constituyen, si se acepta esto, se puede concluir lógicamente que cualquier realidad es relativa en cierta medida, más no descontextualizada. De esta forma, la realidad es una producción intrínsicamente histórica que responde a los intereses de los grupos dominantes de cada época, los cuales son susceptibles a modificaciones como resultado de la dialéctica relaciones de poder – prácticas de libertad, produciendo nuevos discursos, tecnologías y formas de subjetividades o reforzando las antiguas.
En este sentido es evidente la pertinencia del caso internacionalmente famoso, transmitido a través de unas imágenes actualmente cuestionadas por en su imparcialidad en el caso “Puente Llaguno”, donde se genera un enfrentamiento armado que origina una importante cantidad de heridos y muertos, en pleno desarrollo de las acciones que concretaron el derrocamiento transitorio del presidente Hugo Chávez en el 2002, donde la pugnacidad por el poder político, y la medición de fuerzas pareció generar una matriz de opinión pública posteriormente cuestionada, quedando en evidencia dos posturas aparentemente fundamentadas y documentadas sobre un mismo hecho.
Si la realidad es una construcción social (tal como argumentan autores como Stainton Rogers y Potter, en distintos escritos) lo real está constituido en las prácticas discursivas, lo que no implica que la realidad sea exclusivamente una construcción social. Como señala Tomás Ibáñez (1996): “Decir que un objeto se produce mediante determinadas operaciones, lingüístico – conceptuales, no significa que ese objeto sea de la misma naturaleza que las operaciones que lo han constituido”. El construccionismo social trata de establecer que el conocimiento es construido desde las prácticas socio- culturales a diferencia del conocimiento construido desde el individuo, visión que estaría actualmente en crisis.
Este último elemento crítico es relevante en la discusión del nuevo socialismo, ya que a diferencia del socialismo tradicional, nuestro socialismo debe pasar por un proceso colectivo de diálogo y validación de sus postulados.
En nuestro país, un interesante ejercicio de construcción social del conocimiento (podríamos decir preneosocialista) se deriva del proceso constituyente de 1998-99. Este ejercicio consistió en la convocatoria a todos los sectores nacionales a, con base en sus experiencias, perspectivas, aportes, etc., elaborar un proyecto de país que represente lo que significa la venezolanidad para el venezolano.
En este sentido podemos rescatar la valoración que la CRBV hace de la construcción social de la nación venezolana. Esto se evidencia en el Capítulo VI “De los derechos culturales y educativos”, de la “Exposición de motivos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, cuando afirma:
…“Adicionalmente se enfatiza el principio de igualdad de las culturas y el de la interculturalidad, y se destaca la promoción de las expresiones populares que conforman y modelan cada naturaleza autóctona regional, para luego constituir una entrecruzada sumatoria de creaciones que configuren el conjunto definitorio de la Nación.”
Parafraseando a Keneth Gergen, este plantea que todo el conocimiento se ha erigido desde las ideas de un individuo libre, basado en las determinaciones de su razón y la confianza en las instituciones de educación, de religiosidad, del derecho, de la economía y de la familia, y se podría agregar que el conocimiento ha respondido fundamentalmente a razones políticas que han influido en la cotidianidad y en la naturalización de fenómenos no tan naturales, tales como la explotación o la valoración mercantil de los sentimiento y los saberes. Ya esta tradición hegemónica occidental ha sido cuestionada a la luz de las transformaciones socioculturales. Si el conocimiento es individual, entonces se tendría que desconfiar de las decisiones del individuo respecto a la moral, a la política, a la economía, etc. ya que estos son conocimientos culturalmente determinados.
El nuevo socialismo en nuestro país, esta pasando, para su construcción, por un cuestionamiento al conocimiento individual, y el establecimiento de una moral o ética individual e individualizante, impulsando un reconocimiento del saber colectivo, y un reforzamiento de la ética colectiva.
En el caso específico de nuestro país, la competencia como esquema fundamental para la adquisición del conocimiento y para el ejercicio del poder ha generado desvirtuación del sentido fundamental de los valores republicanos, que se pretendían prevalecieran en la constitución de nuestra ciudadanía, este era el caso del pensamiento de Simón Rodríguez y que secunda e intenta hacer realidad Simón Bolívar.
Es a través de estos elementos, léase, “cuestionar lo incuestionable”, “tener en cuenta la especificidad histórica y cultural del conocimiento”, “el conocimiento se genera en procesos sociales”, y por último pero no menos importante “la dimensión simbólica del conocimiento”, sobre los cuales se puede fundamentar la construcción de un “Nuevo Socialismo”, que pasa por afectar las bases actuales sobre las que se cimienta nuestra sociedad, contextualizando nuestra realidad a partir de referentes históricos claros, reconociendo la participación social en la construcción de una forma política con orientación humanista, sin ataduras a las cargas históricas del concepto “socialismo”, y en reconocimiento de sus principios fundamentales.
Lo que podríamos agregar, para formular un sólido piso en la apertura al diálogo, es no perder el horizonte trascendente que guía la acción de reconstrucción del socialismo, y que obvia el socioconstruccionismo (paradigma que debe estar en constantes revisión), la necesidad de generar la praxis política para la transformación social, económica y cultural de nuestro pueblo.
Los estudios políticos venezolanos ante el socioconstruccionismo
La psicología se ha erigido como un lugar privilegiado para el estudio del conocimiento individual, y la tradición norteamericana de las Ciencias Políticas han reforzado, en el área de la Psicología Política el hecho de centran su estudio en torno a “la preocupación por la relevancia del individuo en el estudio de la conducta política”1 . Son estas, entre otras disciplinas, la que más se han encargado de elevar a un carácter científico los procesos mentales individuales.
En el ámbito de la Psicología Social, Gergen visualiza dos tradiciones en que la psicología se ha hecho heredera: el empirismo lógico de la cual su expresión es la psicología conductual y el racionalismo de la cual su expresión es la psicología cognitiva, tradiciones que han sido transferidas a las Ciencias Políticas, a través de la tradición conductista de los estudios políticos de Lasswell, Lazarsfeld y otros. Según Gergen, estas dos tradiciones estarían ya en un punto muerto, agotadas.
Desde la perspectiva socioconstruccionista, la forma de generar conocimiento no responde al modelo clásico de investigación científica basada en la experimentación, sino que introduce nuevos procedimientos y reflexiones. Es por esto que aquí hago un esfuerzo por expresar la concepción de realidad, de conocimiento, de discurso y de ser humano que propone esta intensión de paradigma, así como las implicaciones de estos supuestos en las Ciencias Sociales y en particular en la Psicología y en los Estudios Políticos.
La perspectiva socioconstruccionista postula que la realidad no es independiente de nuestro quehacer como seres humanos constituidos en torno a una cultura, sino que es precisamente un resultado procesual de ello. Con esto no se pretende afirmar que la realidad no exista, por el contrario “la realidad existe y nos constriñe y nos potencia al mismo tiempo, con total independencia de cómo nos gustaría que fuese” (Ibáñez, T., 1993, p. 266)2.
Lo que se afirma es que la realidad es construida a través de las prácticas humanas, es decir, que son las prácticas sociales, entendidas como el conjunto de las actividades humanas que significan la realidad, las que generan en un momento histórico una determinada realidad y no otra. Por lo que podríamos afirmar que, a través de las prácticas políticas, entendidas como el conjunto de actividades humanas que significan la realidad política, se construye la política y lo político, en una realidad histórica determinada.
Es por todo esto que, en nuestro caso (el venezolano), el proceso de cambio político que vive nuestro país, toma elementos significativos del socioconstruccionismo para adelantar las transformaciones de nuestra cultura política, no solo en el esfuerzo por comprender la realidad, sino también por hacer práctica política. Con esto no pretendo decir que el socioconstruccionismo pueda convertirse en una ideología política, sino, que ofrece, como manera de ver el mundo, la posibilidad de aproximarse a formas y maneras más cercanas a nuestra realidad, y sobre ellas estructurarse un estilo de hacer política.
Esta interpretación pretende, no solo ver como en este momento histórico nuestro país asume un proceso de reconocimiento de su identidad, en el marco de un proceso político de transformación cultural, que implica el reconocimiento de los saberes populares como pilar de esta, sino, ver como desde los estudios políticos en Venezuela, esta estructura de pensamiento nos permite utilizar un lente distinto al que tradicionalmente utilizamos para ver nuestra realidad, y abre el espacio para la construcción de nuestras propias herramienta interpretativas.
La posibilidad de no vernos lejos de nuestra realidad para entenderla, el poder contextualizar nuestro proceso histórico, sin deslindarlo de los valores y costumbres construidos por nuestro pasado, el ver al poder como algo no ajeno, sino próximo, y el asumir que nuestra subjetividad influye de manera inevitable en la comprensión de nuestros fenómenos sociales, está haciendo del análisis político, de la filosofía política, de la teoría y su praxis, un esfuerzo de mayor impacto dentro de la dinámica procesual que conduce a la articulación de un entramado social empoderado de capacidades para su propia transformación.
En el caso de los estudios políticos en Venezuela, esta herramienta al final, pareciera estar, enriqueciendo la diversidad de formas de ver, abordar y generar soluciones a problemas prácticos entre las representaciones que el venezolano tiene de su realidad, y lo que desea el Estado en sus prácticas políticas a través de las instituciones públicas.
Es evidente que falta mucho para esto, pero la apertura al diálogo de saberes se esta gestando en los espacios públicos, y la participación protagónica consagrada en la CRBV conduce a una recomprensión de la manera de ver la política en nuestro país.
Nicmer N. Evans
Politólogo/Profesor UBV
nicmerevans@yahoo.es