(Con mis mejores sentimientos a los padres, hijos, nietos y hermanos del comandante eterno)
Bolívar sembró pueblos y libertades, Chávez sembró conciencia y utopías.
Si se tratara de definir en una frase breve la esencia de Hugo Chávez, me inclinaría por la expresión Homérica “Ni de piedra estoy hecho ni de bronce, sino de hombre”
Y ciertamente en su paso por la existencia terrena, su constante fue la condición humana. La identidad con todo lo que implica ser humano auténtico, consustanciado con la realidad imperante en Venezuela y el mundo. Es precisamente esa condición, aunada a un proceso sistemático de reflexión, preparación y compromiso la que lo lanza a confundirse con los pobres y desasistidos, con los excluidos, los invisibles a la fuerza.
Jamás le perdonaron que se abrazara a ellos. Hasta sus últimos segundos de vida y aun hoy, no se lo perdonan. No le perdonan que haya cerrado la llave de los privilegios económicos para que los beneficios de la revolución llegaran al pueblo humilde.
Chávez es de los tierrúos, descamisados y patas en el suelo. Chávez el de la mujer pobre, sencilla, batalladora, madre, esposa, trabajadora, guerrera. Chávez pagó con orgullo un precio por esa entrega. Pudiera reflejarse esto en el riesgo perenne en que vivió y murió. Diría que se retrata fielmente en una carta-poema que Pablo Neruda le envía a Miguel Otero Silva, incluida en el “Canto General” en 1948:
Cuando yo escribía versos de amor, que me brotaban
por todas partes, y me moría de tristeza, errante, abandonado,
royendo el alfabeto, me decían. “¡Que grande eres,
OH Teócrito!”. Yo no soy Teócrito: tomé la vida, me puse
frente a ella, la besé hasta vencerla, y luego me fui por los
callejones de las minas a ver cómo vivían otros hombres.
Y cuando salí con las manos teñidas de basura y dolores,
las levanté mostrándolas en las cuerdas de oro, y dije: “yo
no comparto el crimen”. Tosieron, se disgustaron mucho,
me quitaron el saludo, me dejaron de llamar Teócrito, y
terminaron por insultarme y mandar toda la policía a encarcelarme,
porque no seguía preocupado exclusivamente
de asuntos metafísicos... (pp. 436-437)
Y esto vale para cualquier hombre. Esto vale para cualquier humano embarrado de pueblo
Eso es estar hecho de hombre.
Chávez se hundió en Cristo, Bolívar, Simón Rodríguez. Martí, Zamora; se hizo Prometeo e inventó una equidad terrena.
Fue fiel a sus principios, aún a costa de la crítica de sus detractores endógenos y exógenos, no se avergonzó jamás de sus relaciones políticas, de su ideología y menos aún de sus convicciones religiosas. Mucho palo llevó por declararse socialista y cristiano
El Comandante Fidel Castro (1975), En “ Fidel y la Religión” ,Entrevista con Frei Betto opina que:
Desde el punto de vista estrictamente político - y creo
que conozco algo de política - pienso, incluso, que se puede
ser marxista sin dejar de ser cristiano y trabajar unido
con el comunista marxista para transformar el mundo. Lo
importante es que, en ambos casos, se trate de sinceros
revolucionarios dispuestos a suprimir la explotación del
hombre por el hombre y a luchar por la distribución justa
de la riqueza social. La igualdad, la fraternidad y la dignidad
de todos los seres humanos, es decir, ser portadores de
la conciencia política, económica y social más avanzada,
aunque sea parte, en el caso de los cristianos, de una concepción
religiosa. (p.333
Se fue en su viaje al eterno aferrado a sus convicciones y atado en amor con su pueblo y con todos los pueblo del mundo que recibieron su palabra, su fuerza vital, su solidaridad.
¿Qué fuerza vital tuvo Bolívar para arrastrar a un ejército de llaneros semi-desnudos, descalzos hambrientos a cruzar los Andes Nevados? La fuerza de la palabra, la fuerza del convencimiento, la oferta de la liberación, emancipación y soberanía. La fuerza del liderazgo ganado a punta de tesón, la fuerza de convertir las derrotas en impulso para nuevas empresas liberadoras.
¿Qué fuerza tuvo Chávez para convencernos de acompañarlo a cruzar el desierto? La fuerza de la palabra, del ejemplo, de ponerse siempre adelante. Es que una palabra precisa, exacta, que penetre el alma, la conciencia, germina en un árbol robusto, poderoso, que fructifica; estalla en pueblo indómito y realengo, estalla libertaria.
Si de siembre de la palabra se trata, lo sintetizaríamos en los versos del poeta guariqueño Luís Barrios Cruz:
“La siembra”
“Campo limpio, y mío, claro campo,
Tienes abierto el sueño de mi alma,
Y te voy a sembrar una palabra”
La palabra que se siembra en la conciencia no cae en suelo estéril, Chávez, fecundo, sembró a cada instante. Fue el gran sembrador de utopías y esperanzas para los pueblos.
Sembrador es quien esparce no sólo semillas en el surco; sembrador es el hombre que siembra ideas, palabras, principios, genera inquietudes, despierta el intelecto dormido como germina la semilla. Abre horizontes. Despeja de malas hierbas los surcos de la razón, y los fertiliza con la discusión, la comprobación, el análisis y la crítica. El sembrador, si de tal se precia, jamás deja a su suerte la siembra indefensa hasta no verla fuerte y resuelta. Comprende el sembrador, en quien confía el pueblo que escribe en las paredes “no hay tierra mala con fertilizante bueno”, es objeto de gran consideración en esta opinión como contrapartida de aquel “¡que se escuda en su mundo de palabras
huecas” para que nadie lo entienda.
¿En qué momento la planta se desenvuelve por sí sola?
El sembrador no amarra destino de otros a su capricho“3. Dar motivo, causa o principio a una cosa y también
“5. Esparcir, publicar una especie para que se divulgue.
“6. Hacer algunas cosas de las que se conseguirá fruto” Cristo se sentía complacido porque se le llamara Maestro.
Solía hablar en parábolas y es bastante apropiada para el tema, la del sembrador:
Salió un sembrador a sembrador.
Y al esparcir el grano, parte cayó
junto al camino y vinieron las aves
del cielo, y la comieron.
Parte cayó sobre los pedregales,
Donde había poca tierra;
y luego nació, por no poder profundizar en ella:
Más, calentando el sol, se agotó,
Y como no tenía raíces, secóse.
Otra parte cayó en espinas;
y las espinas crecieron, y la ahogaron,
finalmente, parte cayó en buena tierra,
y dio fruto erguido y abultado... (p.1206) 47
Y como no tenía raíces, secóse.
Otra parte cayó en espinas;
y las espinas crecieron, y la ahogaron,
finalmente, parte cayó en buena tierra,
y dio fruto erguido y abultado... (p.1206)
No es una herejía resaltar la relación que pueda establecerseentre esta parábola y la labor de un líder. Esa tierra. ¿Por qué no puede representar al hombre de la vida, del cuotidiano trajinar?.
“Quien tenga oídos para oír oiga” (P. 1206
Y es la misma explicación que Jesús, el Cristo, da a la parábola:
“El sembrador es el que siembra la palabra” (p.1207)
Y los sembrados simbolizan al hombre, objeto y sujeto de la palabra.
Esa misma búsqueda me arrastró al Sócrates de América, a través de su discípulo Simón Bolívar:
“En fin, V. Ha visto mi conducta; V. Ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel: y V. No habrá dejado de decirse: “Todo esto es mío: yo sembré esta
planta, yo la regué, yo la enderecé tierna; ahora robusta,
fuerte y fructífera, he aquí sus frutos: ellos son míos, yo voy
a saborearlos en el jardín que planté, voy a gozar en la sombra
de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible,
privativo a todo” (Carta de Simón Bolívar a Simón Rodríguez)
Y así veo a Simón Rodríguez, como un sembrador.
Sembró ideas, dudas, inquietudes, forjó en el espíritu de
Bolívar ideales de libertad; dejó una siembra de la que todavía
no se terminan de recoger los frutos, algunas de sus
semillas esparcidas no han germinado; muchas, por su controversial
personalidad, las devoró el rencor, la inquina y
la mezquindad de sus detractores. No fueron arrojadas en
tierra fértil y los pedregales de la ignorancia aplastaron las
débiles raíces sociales de sus planteamientos. Aun así, su siembra no fue inútil.
Pensemos por un momento en Chávez y la magia de su palabra semilla.
A la luz del referido poema de Barrios Cruz, fallecido (1960) poeta venezolano, “la siembra”, que me causó particular impresión, veo reflejado al líder de la revolución:
“Y te voy a sembrar una palabra.
Campo limpio, y mío, claro campo,
donde el viento de los cuatro horizontes
aprendió el surco de las ágiles esperanzas,
y los ríos - pensamiento de verde –
clavan su cuchilla de luz
en las entrañas de la nube fecunda.
Campo limpio, y mío, claro campo,
tienes abierto el sueño, de mi alma,
y te voy a sembrar una palabra.
Tu donde está plantado un roble
fecundo gozoso de pájaros
Tu donde está plantado
el remolino de un tropel indeleble
espigado altanero de crines.
Tu donde está plantado el árbol ancho
del cielo florido anhelante de estrellas.
Tu donde está plantada la voluntad
cargada madura de hombres.
Tu, campo limpio, y mío, claro campo,
tienes abierto el sueño, de mi alma,
y te voy a sembrar una palabra “(pp. 32-33)
Una sola palabra basta muchas a veces para engendrar una gran enseñanza. Una sola palabra puede estremecer, enternecer, inquietar, inquirir, abrir un horizonte y despertar
un mundo escondido.
Esa palabra siempre la tuvo Hugo Rafael Chávez Frías.
Esa magia de sus palabras aún retumba en los cinco continentes y en el corazón de nuestro pueblo. Ojalá que nadie se le ocurra decir ahora, arropándolo en la frase dedicada a Bolívar, “Chávez tiene que hacer en América todavía” ¡NO CARAJO! Somos nosotros quienes tenemos mucho que hacer, ahora y sin demoras. Y ese hacer es convirtiendo en buena la palabra del gigante y comandante eterno.