El pensamiento político-académico, según Edgardo Lander, de las décadas de los 60 y los 70, época de los debates sobre la dependencia, si bien no logró desprenderse del imaginario colonial del desarrollo, significó la rupturas importante en el rechazo a las particiones dogmáticas que estableció la tradición liberal entre los diferentes árnbitos de lo político, lo social, lo económico, lo cultural; así como el rompimiento con una objetividad de una ciencia social que pretendía se valorativamente neutra, al asumir la producción de conocirniento de lo social como una toma de partido, como parte de un compromiso político de transformación social.
El propio Edgardo Lander, esgrime que desde el punto de vista metodológico, de la investigación-acción o la llamada investigación militante, que tiene como máxima expresión la obra de Orlando Fals Borda y sus colaboradores, rechazando las pretensiones objetivistas del método científico, se propone una investigación como instrumento de transformación, y en la práctica, ir transformando en lo social el conocimiento de lo histórico-social, en el marco de una pedagogía del oprimido que propusiera Paulo Freire esa rechazando lo conservadora y reproductora de las relaciones sociales jerárquicas existentes, donde maestro sea poseedor de un conocimiento que deba llevar, con el cual deba "llenar", al educando, se propone una metodologías de aprendizaje activo, a partir de las propias prácticas y vivencias. El proceso del conocer es concebido como creación de conocimiento, como una dinámica de autoconciencia -individual y colectiva- que permita reconocer las relaciones de opresión y facilitar la liberación.
Orlando Fals Borda (1925-2008), investigador colombiano, entendía que el método científico era una actitud mental, que resulta “…indispensable para poder sentar aquellas bases firmes que permitan simultáneamente, en lo posible, construir una teoría social a salvo de resquebrajaduras y conducir trabajos empíricos que no malgasten, por desorientación teórica o por falta de hipótesis de trabajo, los recursos investigativos disponibles”.
En un opúsculo, de José Abelardo Díaz Artículos, titulado “Orlando Fals Borda: Pensamiento crítico y socialismo raizal”, del 2008, expresa sobre el pensamiento de Fals Borda, que reivindicó la necesidad de una ciencia propia que diera cuenta de las realidades de los países del Tercer Mundo y que no se escudara en el principio de la objetividad científica para evadir la necesidad de su transformación.
Abelardo Díaz, destaca que Fals Borda esgrimía una comunicación fluida y crítica con las teorías, enfoques y escuelas venidas de fuera; nunca tuvo complejos de inferioridad, invitaba a cambiar “los viejos mitos heredados sobre la superioridad del faro intelectual euroamericano que tanto ha condicionado nuestra vida política, económica y cultural y que nos mantiene en el atraso y en la pobreza permanente”.
Convocaba Fals Borda, a estimular, en contravía de la cultura de la imitación, el pensamiento creador y la originalidad para liberarnos de antiguas o presentes tutelas de toda clase. Una postura que lo llevó a concebir y promover una idea de ciencia y una metodología distintas de las convencionales, las cuales, en aras de la objetividad científica, terminaban, y esa es una realidad que aún vemos en la academia, siendo indiferentes ante los problemas reales, no teóricos, de los pueblos.
Fals Borda reivindicó una sociología comprometida, rebelde y subversiva, reitera Abelardo Díaz, que contribuyera decididamente con los procesos de transformación social en beneficio de los pobres del Tercer Mundo. Fals llegó a llamar a esto: hacer ciencia rebelde; lo cual exigía romper los marcos formales de enseñanza, acabando con la inconveniente rutina académica y asumiendo una investigación militante sin perder la rigurosidad científica. Fals Borda delineó una sociología de la liberación, definida como la utilización del método científico para describir, analizar y aplicar el conocimiento para transformar la sociedad, trastocar la estructura de poder y de clases que condiciona esa transformación y poner en marcha todas las medidas conducentes a asegurar una satisfacción más amplia y real del pueblo.
Por su parte Paulo Freire (1921-1997), la verdadera realidad metodológica que debe resaltarse en el contexto latinoamericano, es la praxis, que es la acción y la reflexión que implican un modo de ser propiamente humano. Los hombres, esgrime Freire, se hacen "en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión”. Por lo tanto, la palabra verdadera no puede ser sólo el privilegio de algunos que la digan para otros, sino que, por el contrario, implica un encuentro de los hombres para esta transformación.
La palabra verdadera es diálogo, y la plantea Freire incorporando a los sistemas de enseñanza estatales un método de aproximación real a la problemática específica que se confronta. Debe prevalecer una "educación permanente", "extensionismo agrícola", "formación de líderes", y otras, sustentadas por la teoría del capital humano que sostenía la importancia del cuidado de la salud y la educación en beneficio del desarrollo capitalista. La tarea metodológica y educativa, enarbolaba Freire, es la de colaborar para pasar de una "conciencia ingenua" a una "crítica". Esta última se caracteriza por la una "aprehensión de la causalidad auténtica", que posibilita la integración con la realidad y la acción transformadora, mientras que la conciencia mágica o ingenua no tiene una clara comprensión de esa causalidad auténtica, por lo que solamente puede adaptarse, acomodarse a la situación.