“No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. Lenín
(*) Brígido Daniel Torrealba
Dígalo ahí, compa! Cierto que Venezuela es un país de contrastes y de situaciones muy complejas a la hora de opinar acerca qué es lo más real hace al venezolano ser un verdadero venezolano.
Por ejemplo, y con esto permítame ser tajante con la siguiente apreciación: tenemos al beisbol profesional como deporte espectáculo y de pasatiempo principal para un alto porcentaje de la población por estos meses de octubre a enero. Lo destacan medios de gran poder económico en las especialidades de periódicos, revistas, programas de entrevistas; amén de esas televisoras que gracias a los aparatos audiovisuales no nos dejan ni vestir ni comer cómodamente.
No obstante, pasada la zafra peloteril ese mismo conglomerado, compadre, se refugia en otras atracciones y, como tumbar mangos, tiende a desenvolverse en cualquier otra actividad donde se siente en sintonía con su ego.
Sin embargo, hay razones suficientes, compadrito, para poner en duda que en otros conglomerados de la población tengan por entretenimiento principal algo semejante. Considero por demás absurdo que cuando se le pregunte a un número respetable de personas por una actividad de hobby o pasatiempo te señale la de espectador. Con una sociedad así es irrelevante su accionar, pero por fortuna hay posiciones no tan alienadas.
Compadre, ésta es una conversación no de uno. Así que ponga cuidado: el venezolano tiene sus diferencias lejos de lo que el consumismo nos quiera vender como única verdad. Hay que darse su tiempo y, no sólo eso, sino sus vueltas para conocer una importante tasa de venezolanos de allá lejos y así poder opinar de verdad-verdad de él o ella. Con esto decimos que el propio venezolano no es precisamente el que vive en las grandes ciudades ni tampoco el que en un período de 365 días se acomoda a unas determinadas faenas para alimentar su impoluta vida.
El venezolano verdadero, compadre, ése que somos unos cuantos. ¡El criollito! Ése que de madrugada se levanta a echar guayas a su vida y que sabe su tiempo corre con apremio para rendir los frutos deseados en pro de su principal colectivo: la familia y todo lo que ella represente.
No hay tu tía, compadrito. A donde quiera que se esté y con quien toque compartir las largas horas de vida esa debe ser la convicción de uno de los valores más importantes de la sociedad. El venezolano verdadero reconoce que después de Dios la tierra que le vio nacer es su morada protectora y a la cual hay que rendir sus mayores sacrificios con tal sigan echando raíces todas esa generaciones que se puedan dar, carajo!
De igual manera ese venezolano sabe que su pasión la tiene tan cerca como el mismísimo arroyo que bordea su querencia. También tiene definido sus patrones de conducta que lo hacen más especial cuando se es poseedor de esa mezcla de principios humanos universales como lo es el amor, el respeto, la obediencia, la lealtad, la fe, la confianza, la solidaridad (…)
No en balde en la Venezuela del Siglo XXI, compa, las posturas familiares llaman poderosísimamente la atención. ¡Ojo! Acá no hay referencias a posturas de nuestros miembros como la que asumen ciertos animales o nuestra especie humana cuando se sienta o busca “comodidad”. Nos referimos a actitudes ideológicas. Más aún si éstas son definidas y reales.
Entre esas posturas que debemos asumir, francamente, es que Venezuela es una gran aldea con ciertas comodidades y modernos estilos de vida producto de los avances tecnológicos de estos tiempos, traídos, claro está, en un amplio porcentaje gracias a nuestras riquezas del subsuelo. Desde luego, debido a ese producto el impacto en los modos de producción y la vida pasiva con que se conocía un gran número de venezolanos dejó de ser la misma.
Mire compadre, pero usted no me dice nada… Acá hay que ser jodidos con esto porque vale la pena recordar a cada familia venezolana lo siguiente: ¿Qué tipo de nación éramos antes de la Revolución Bolivariana? ¿Qué cosas ocurrían aquí en el país y delante de nuestras propias narices? ¿Cómo realmente estaban constituidos los barrios y por qué razones se erigían más rancherías que urbanizaciones populares?
En este sentido, dese cuenta compadre, el materialismo moderno nos pone en ruta, así como el socialismo científico que no tiene época para ser tratado y considerado cuando hablamos de las masas. Se sabe, gracias a esos estudios enconados que “el pensamiento y la conciencia son producto del ser humano y éste es parte de un cuerpo y los hombres y mujeres producto de la naturaleza. El pensamiento no es sólo de humanos, también las plantas y los minerales piensan.” ¿Qué tal, la vaina? Y Marx lapidariamente lo señala: “La libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad”.
Por eso como Torrealba que soy salgo al frente de los Torrealberos, tipo de apellido distorsionado que tuvo un propósito perseguido. Su origen se remonta a la agrupación musical del maestro Juan Vicente Torrealba y su familia, y que impuso en la década de los 40 una música folclórica estilada con tal fuera apreciada por un tipo de público desconocedor de los hábitos sabaneros, pero amante de otras costumbres no precisamente venezolanísimas.
¿ Y quiere que le asome algo más, compita? En el libro Humor y Amor de Aquiles Nazoa se cuentan los versos irónicos hacia el compositor, en una época en donde los mismos llaneros no se hallaban cómodo a sabiendas de cómo esa música del llano y la vestimenta de hombres y mujeres sabaneros y sabaneras eran disfrazados. Sepa, pues, que críticos y críticas se burlaron de Torrealba por esa vestimenta del liqui-liqui, botas, sombreros pelo e`guama y una banda en el hombro: “¿Dónde se han visto llaneros/ Con esa especie de poncho/ Que, vosotros, Torrealberos,/ Llevais colgado en el hombro;/ Esa cobija rayada/ Con la cual, a golpe de ojo,/Parecéis, más que cantantes/Que andáis vendiendo chinchorros?/ Llanero sí usa cobija,/ Mas no la carga en el lomo:/La mete en su capotera/ Y el que la lleva es el potro! A final de cuentas la música gustó dado el apoyo mediático. (…)
Pero tenga pendiente, compadre, que no mentimos ni exageramos que esos son recuerdos nada más y que en la actualidad es pura casualidad. Esa especie se distingue sin ton ni son en cualquier entorno familiar y se caracteriza por ser miembros de la clase media. Hacen alardes a estilos de vida no propios de sus raíces y hasta pretenden equipararse a ciertos sectores de la sociedad como forma de poder compartir bebidas estiladas y ocupar puestos de comensales en cada banquete que puedan ensuciarse vasijas para que venga el servicio a recogérselas. Mire, los puede haber Rodríguez-Rodrialgueros, Sánchez-Sancheaceros, Pérez-Pereaceros, Patiño-Patiañeros, etc, etc, etc.
De modo que reprochamos abiertamente que esto que sucede en Venezuela sea un asunto superficial, de puro maquillaje, de que es preferible postular de alcalde en Valencia a un italiano que no se le entiende un pito de lo que dice. Peor aún usurero confeso y con carpeta en mano porque es el único capaz de limpiar la ciudad. Menos que menos decir que es un asunto donde hay que meter preso a todo aquel que se robe una olla de papelón, o que estoy en contra de fulana porque tiene el pelo pegao.
Está bien, Torrealberos, no cambio de carro cada dos años, ni tengo la cartera con ochos tarjetas de crédito, ni me voy de paseo para Disney Word a tomarme fotos con ratones y patos, ni me voy a montar a los yates de las costas a beber whisky 18 añitos, ni ando con bolsas recorriendo los malls de todo el país, ni ando rasguñando a miembros de mi familia para hacer negocios o casarme, ni les cierro la puerta a primos y hermanos para que no toquen al perro de raza, ni mi papá me tiene en su herencia anotado con unas cabezas de ganados para que las siga reproduciendo más adelante. En nada de eso andamos; pero sí les digo Torrealberos, hay conciencia hacia los dividendos que han llovido sobre el pueblo venezolano en materia de salud, educación, cultura, deporte, bienestar social y mucho más.
Tampoco ando apostando a la aventura conspirativa de quienes no alcanzando a sumar votos se arrojan por las vías del fascismo. Menos se les ve protestar o cacerolear a un alcalde o gobernador que se la pasa más es haciendo lobby con intención de derrocar al presidente que hallarse en su puesto de trabajo. Con razón hay Torrealberos que piensan somos iguales a ellos al afirmar que todos andamos pendiente de una pelota como pasatiempo nacional en un eterno choque de rivales.
¿Y usted, qué me dice, compadre?
-¡Botaste la bola, botaste la bola!
bridator2@gmail.com