Maduro no es Chávez

Tras la muerte física del presidente Chávez, se produjo en el país un reflujo de las fuerzas revolucionarias que se evidenció en los resultados de los comicios de Abril. La artera oposición, aprovechando sin ningún escrúpulo tan doloroso suceso para el pueblo chavista, lanzó la consigna “Maduro no es Chávez” logrando calar en el ya de por sí minimizado ánimo de un considerable número de chavistas que no acudieron al llamado del voto. No lograron su objetivo pero sembraron bien la duda implícita en la consigna: Maduro no es Chávez, que como una letanía se dejaba oír por todo el país y que ha tomado cuerpo en la andanada de críticas que ha recibido el Presidente desde entonces.

Sí, imperceptiblemente las dudas iniciales se fueron transformando en las abiertas críticas actuales. Reclamos más de una vez injustificados, artículos de opinión no pocas veces desconsiderados y hasta ofensivos para con quien fuera designado por el mismísimo camarada Hugo Chávez para que lo sucediera en el cargo.

Y no es que la consigna opositora: Maduro no es Chávez desbordara creatividad y por ende efectividad en los objetivos políticos perseguidos, no. La misma, por su obviedad, pudo haber pasado inadvertida si no hubiera habido un trabajo previo de ablandamiento del espíritu combativo chavista que declinaba, en la medida que se agravaba el Presidente, bajo el peso de un condicionamiento perverso que hacía aparecer a Chávez como la encarnación misma de Dios en la tierra. La consigna opositora Maduro no es Chávez venía a ser la continuidad de otra, ésta por el contrario y lamentablemente nacida en filas de la revolución que rezaba: “Con Chávez todo, sin Chávez nada” repetida hasta el cansancio.

El tratamiento para su apoteosis fue comprado por Chávez (consciente o no), que le dio más peso al aspecto religioso de su discurso, al punto de parecer a veces un simple profeta más que al estadista que era. El mismo diría muchas veces que no tenía en mente morir. Claro que nadie quiere morir, pero a un hombre que se coloca sobre sus hombros la ingente tarea de reinventar la Revolución Socialista, proceso histórico que trasciende la vida de generaciones, no le toca menos que cerciorarse que su tarea tenga continuidad y preparar con rigor pedagógico al sucesor, de entre los mejores de sus colaboradores. En el momento crucial esto último lo hizo, pero la preparación sistemática previa no la hubo.

“Con Chávez todo sin Chávez nada”, como consigna que magnificaba las posibilidades de un simple mortal a la vez que despojaba al pueblo de la esperanza de seguir trajinando el camino, posibilitado solo por quien lo había señalado: Chávez, abonaba el terreno del endiosamiento del Presidente e incidió en el ánimo de frustración y derrota del pueblo al saberse huérfano de su líder fundamental. El efecto inconsciente de tal consigna, una vez conocida la infausta noticia, se traducía en un “Ya sin Chávez no hay nada que buscar, todo se ha perdido y nada ni nadie podrá hacer algo al respecto”. Con semejante fardo a la espalda le tocó al presidente Maduro iniciar su mandato.

El contraste de la victoria de Maduro con las otrora avasallantes victorias de Chávez ha alimentado las críticas y hay que reconocer que muchas de ellas señalan con razón aspectos de la política gubernamental que debería revisarse, de eso no hay dudas. Pero si después de un año Maduro ha podido sortear todos los obstáculos que la burguesía burócrata y compradora ha puesto en su camino haciéndole el mandado al Departamento de Estado norteamericano, podríamos asegurar que no anda tan descaminado y que un poco de confianza en su gestión por parte de las fuerzas chavistas no le vendría mal, considerando que es este un factor muy subjetivo pero de vital importancia para lo que nos hemos propuesto.

Saludos revolucionarios


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Juan Torres Rodríguez


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