Fue en un Aló Presidente que conocí el término “nudo gordiano”, su sentido es significativo. Gordias, el rey de Frigia (actual provincia de Turquía) se había hecho famoso por su manía de atar enredos a los huéspedes que recibía. Se dice que uno de ellos fue Alejandro Magno, el discípulo de Aristóteles. Al recibir el suvenir, en vez de dedicarse a la tediosa tarea de desenredarlo, lo cortó en dos con su espada. Así quedó la moraleja de que “a grandes problemas, grandes soluciones”.
Este otro nudo (giordanio o giordánico) que se presenta ahora, se ofrece curioso. ¿Qué hizo Giordani? http://www.aporrea.org/ideologia/a190011.html Etimológicamente veremos el caso.
Cuando una persona anuncia, sin saberlo, está colindando con varios términos relacionados a la raíz latina nuntius, que significa simplemente mensajero. Hacer saber, notificar, pronunciar o anunciar tienen por primos otros términos: renunciar y denunciar. Cuando uno anuncia, de alguna manera dimite o acusa. De tal modo que no ha de extrañar que al retiro de una persona, venga acompañado de una denuncia.
Conozco empíricamente el caso: Giordani es un intelectual que ve con recelo el socialismo. Recuerdo a Chávez llamándolo a la fe cuando le dijo que dejara la conducción de la primera empresa socialista en manos de los trabajadores. Varias veces quiso claudicar y, quizá, por afecto al comandante se contuvo. Léase en aquel prístino libro revolucionario el testimonio de Reyes Reyes, en donde manifestó no estar muy seguro del camino a seguir. En todos estos casos fue Chávez quien los animó a la lucha. ¿Qué ha ocurrido? Que la tesis y la praxis revolucionaria como que no están de la mano, lo sabemos; y mientras más intelectual nos sintamos, más nos dará tristeza.
Realmente creo que si todos nos pusiéramos a proclamar nuestras quejas, Giordani quedaría ileso. Pero nadie se atreve porque sabe que detrás de los desaires están los otros, los buitres de la política.
Giordani no es el superhombre: ¿denunciaría él a los cuatro vientos lo que todos comentan bajito en sus tertulias privadas? Lo dudo enormemente.
Todo cuanto se puede decir, por no decirlo, se reduce a temporalidades. Les pregunto a mis congéneres: ¿Sabrá usted de algún acto ilícito (o acto de corrupción) que se esté perpetrando en este momento y que quisiera denunciar? ¡Ve que no es tan sencillo!
El que esté libre de pecado que tire la primera denuncia. Yo, felizmente, prefiero ser apedreado que morir con carnes entre mis dientes y, sí, quiero acusar aun sabiendo que es el acto predilecto del Diablo, que se traduce como “el acusador”.
Denuncio, pues, –en primer lugar– a todos los que de alguna u otra manera no sirven para nada. Denuncio al que –como dice la canción–: “nunca queda mal con nadie”; al empleado (público y privado) que solo le interesa su paga más bonificación; que detecta “sapos” y entiende de “culebras”.
Denuncio, no faltaba más, al ciudadano que cree hacer terapia grupal manifestando su malestar. Denuncio –a tiempo, sépase– a los criticones (no me incluya porque esta crítica es estrictamente para los críticos) que siempre quieren recibir todo hecho, que no saben hacer nada productivo. La lista es larga, pero ahí les va: no saben nada de engranaje de piezas, ni de circuitos eléctricos, ni de mecánica, tornillos ni poleas. Son los mismos que no entienden de química, aires acondicionados, programas informáticos; ni comulgan con la siembra de legumbres y hortalizas; no tienen idea de lo que son las fórmulas matemáticas ni las fuerzas electromagnéticas o la combustión espontánea. Sus vidas transcurren en el previsible mundo de ¿qué compraré hoy? ¿Cuántos cupos me quedan? Denuncio –por supuesto– la corrupción del alcohol, los dólares, los antidepresivos y los psicofármacos, drogas todas.
¿Qué queda de pie?
La corrupción primera –diría cualquier verdaderamente sabio– es la moral y las restantes por añadidura. ¿Avaricia? ¿Codicia? Sodomía había en Sodoma, aquí lo que hay es codicia en el sentido más literal: “deseo desordenado por algo bueno”. Colas y colas, mil señales de una misma corrupción y, finalmente, depravación. ¿De qué?... de ver gente que compró lo que no necesitaba para dejarlo podrir en su casa en un alarde de despilfarro. ¿Los denuncié a todos? ¿Se puede con tanta ignorancia?... ni que vengan dos mil Chávez, 14 Giordani, 5 Walter Martínez, 8 Vielma Mora ni 10 Eduardo Samán.
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