El gran salto sobre el abismo

Mientras más avanzo en edad más me pregunto sobre el sentido de mi especie.

El hedor de la muerte producida por las bombas, la vileza de unos asesinando a otros, el rostro de los infantes ensangrentados que no pueden entender el atronador y sanguinario estallido de los misiles, la guerra, me hace pensar que somos la desgracia de este planeta.

La cualidad de pensar, de entender las cosas, de descifrar el cosmos y dominar el átomo, no han servido sino para horadar el equilibrio y poner la vida toda en riesgo de sacrificio.  ¿Tenemos sentido? ¿Valemos tanto como creemos? ¿Somos salvadores o verdugos del planeta? ¿Es nuestra especie digna de la vida, cuando es la que amenaza con un final atómico al planeta tierra?

No ha sido el amor el motor de nuestra civilización, ha sido el egoísmo. No se inventó la máquina para hacernos más felices, sino para que algunos, sus dueños, se enriquecieran. El dinero, ese valor abstracto impreso sobre papel, que jamás usó otra especie animal, derrumbó las barreras de lo que era necesario acumular para soportar las implacables estaciones, y sirvió para que se creara la terrible fuerza de acumular riquezas y propiedades para ser poderosos y dominar. Todo entonces tuvo precio.

La depredación ya muestra su daño, el amor al poder se impuso al poder del amor.

Danila Mae Camacho fue premiada simbólicamente por la ONU al ser la última terrícola que naciera al final del día 30 de octubre del 2.011 y que sería la habitante número 7.000 millones del planeta.

¿Somos la gran especie o la gran plaga?

7.000 mil millones que habitamos un planeta donde el mayor porcentaje vive en desgracia.

El gran sueño.

Durante los 120.000  años de nuestra especie sobre el planeta tierra, la especie humana ha dominado con el conocimiento a las demás especies, las grandes ciudades crecieron como enormes hormigueros donde nos reprodujimos sin planificación, esa gran virtud de poder entender y dominar los procesos no ha servido jamás para que nuestra especie llegue a un lugar donde la felicidad  sea lo más preciado. El egoísmo ha sido el motor, que nadie lo dude.

El desarrollo de nuestra civilización signado por la explotación de nuestra propia especie y de todos los recursos naturales, termina en este mundo que hoy habitamos, terrible escenario de desequilibrios e injusticias, de guerras y muerte antes que una civilización que pudiera llamarse verdaderamente inteligente.

Durante todo este tortuoso camino, han nacido los sueños, las visiones de una humanidad justa y amorosa, de respeto a la vida y al universo. Líderes religiosos nos hablaron del verdadero sentido que se perdió en la ignominia de los poderes egoístas ya conformados en estados, defendidos por armas y por los dueños de la economía, que han continuado en el poder y destrozan a diario a nuestra especie y a la naturaleza.

Hugo Chávez Frías, fue quizá el último de los soñadores.

La América del centro y del sur, escuchó de su garganta la voz del sentido verdadero, del amor a la vida, de la justicia.

Aún queda esperanza   para salvarnos.

La revolución no puede ser otra cosa que la restitución del sentido de la vida, la dominación del egoísmo convertido en poder militar y económico para saltar el terrible abismo de la destrucción total y comenzar a crear pueblos libres que piensen en pueblos, en la felicidad de todas y todos y en curar tan terribles heridas que ponen al planeta que habitamos ya en riesgo de extinción.

Toda una sociedad consumista mantiene su dominio a costa del hambre y la miseria de las mayorías. Aun así, muchos de los que nacen terminan tratando de trepar como bestias enloquecidas para obtener algún tipo de prebendas personales.

Danila Mae Camacho nació en Filipinas, pronto cumplirá 3 años.

La habitante número 7.000 millones ¿tiene futuro?

Acabo de volver de un corto viaje. Por donde pasé vi lo mismo, algunos ricos, muchos pobres y una masa enganchada que se vende a los poderosos a cambio de productos del mercado.

Al volver a nuestra América coincidí con el cumpleaños sesenta del nacimiento de ese ser que nos entregó su vida lleno de amor a la humanidad y al planeta, que nos dejó no un país, sino todo un continente despierto que aun con desventaja, se yergue frente al mundo para hablar de paz, de verdadera justicia social, de amor a nuestra especie y al planeta que nos soporta, por ahora.

Es una oportunidad única para salvar a la humanidad, no puedo verlo de otra forma.

Mis letras sirvan para conjurar las diferencias y llamar a la unión de todas y todos ante este terrible momento en el que la humanidad sortea su destino entre dos opciones, la destrucción total en una guerra que comienza y que terminará en una lluvia de bombas atómicas, o el renacer de una especie llena de amor a la vida que superó el egoísmo, para en nombre del amor, restaurar el sentido de la vida.

Mis nietos, con quienes compartí alguno de estos días de viaje, merecen al igual que Danila Mae, un mundo donde vivir. Una sociedad cuyo verdadero y único sentido sea proveer a su gente la mayor suma de felicidad posible.

Sepamos vencer la crueldad del egoísmo que hoy, convertido en estados terroristas y poderes terribles, amenazan con destruir la vida, sepamos unirnos en un solo canto de amor y de igualdad ante un gigante infernal que ya comienza su última edad salpicando todo de odios y de muerte.

Con Chávez en mi corazón, invito a la unión, en esta gesta por la humanidad entera, por el futuro y por la vida.

Amando venceremos.



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Raúl Bracho


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