Nuestro Aníbal, el Nazoa de siempre

Acabamos de adquirir el trabajo radial escrito y publicado de Anibal Nazoa, intitulado La Palabra de Hoy. Una vez a la semana, a las 3 de la tarde, durante siete años sin interrupción, comprendidos entre finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo paso, una voz grave y con solemnidad litúrgica emergía puntual por la señal de radio. Verdaderamente nuestro encuentro con el poeta se sostuvo en el tiempo por sendas columnas: Aquí Hace Calor y Puerta de Caracas, que firmaría como Anibal Nazoa y Matías Carrasco. Y es que entre los dos Nazoa, uno era escuchado y otro leído; uno era televisivo y el otro radial. El Centro Nacional del Libro se anotó todos los puntos al editar tan significativo trabajo sobre la palabra (2014).

Desde un fino humor, al referirse a la palabra abogado, dice: He aquí una de esas palabras que de deben manejar con extremo cuidado, como si tratara de un frasco de nitroglicerina. Una palabra de uso tan delicado que en muchas ocasiones usted no  ha terminado de pronunciarla cuando ya está metido en un lío.

Anibal Nazoa nace en Caracas un 12 de septiembre de 1928. Milita en el humorismo impreso, desde los apenas 18 años de edad, participando en El Morrocoy Azul, Fantoches, El tocador de señoras, Dominguito, La Sápara Panda, la Pava Macha, entre muchos o otros. Durante 36 años sería columnista del diario El Nacional, entre los años 1955 y 1991. Incisivo, mordaz, sencillamente genial. En una oportunidad diría sobre la sentencia de un juez: …violaba salomónicamente tanto las leyes de la República como las del castellano…

Entre los años 1986 al 1989, publicaríamos una revista literaria, llamada Vesania. Tropezamos con él entre las esquinas de El Principal a Las Mojas. Al saludarlo le entregaríamos la revista. Éste con fina cadencia nos dijo: todavía hay gente en Caracas que le regalas cosas a uno. Ser lector de Anibal Nazoa es un gustazo. Teje y desteje  las palabras para entregarnos su más elegante y sabroso significado.

A propósito de la palabra que nos convoca, dice el periodista, poeta y humorista: Abogado, en efecto, viene del latín Advocatus, que significa no sólo abogado sino también consejero, y no es literalmente sino el participio pasado del verbo advocare, que es llamar, convocar, hacer venir. Advocare, a su vez, se compone de la preposición ad y el verbo vocare, llamar. En definitiva, pues abogado viene a ser lo mismo que advocatus, esto es “llamado” o “convocado”, aunque a veces los abogados se presenten sin que nadie los haya llamado. Es entonces cuando adquiere un sentido más inquietante el famoso dicho “entre abogados te veas”.

Su partida se sucede en su ciudad natal un 18 de agosto de 2001. Han transcurrido trece años de su ausencia física. Siempre será evocado su otro programa Entre Latinos y Americanos o su trabajo Telenovela. Un legado cultural nos dejó Anibal.  Su compromiso como militante de la revolución fue intachable y su ejemplo como creador es necesario seguir. Volver a leer su obra es un compromiso histórico y un encuentro revolucionario con la palabra. Su denuncia sobre la separación entre pueblos y naciones quedó expresada en esos versos que se hicieron canto trovador y andariego: Punto y Raya

 Entre tu pueblo y el mío,

hay un punto y una raya,

la raya dice «no hay paso»,

el punto, «vía cerrada».

Y así, entre todos los pueblos,

raya y punto, punto y raya,

con tantas rayas y puntos,

el mapa es un telegrama.

Caminando por el mundo,

se ven ríos y montañas,

se ven selvas y desiertos,

pero ni puntos ni rayas.

Porque estas cosas no existen,

sino que fueron forzadas,

para que mi hambre y la tuya

estén siempre separadas.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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