El conocimiento económico liberal, se basa en el individualismo, he allí el gran choque con la concepción colectiva de la cultura, donde nos permitimos codificar la relación entre la economía y la cultura, cuando se parte de una concepción humanista y socialista, esto nos permitirá acercarnos a las relaciones entre ellas. Tenemos que partir de la premisa que lo económico es individualista y lo cultural colectivista.
En consecuencia se desarrolla una conducta individualista en sus objetivos que es fiel reflejo de los consumidores individuales que solo piensan en sus intereses personales, y en el grado máximo de ganancia y a la vez productores que piensan y actúan de igual manera.
Según la teoría neoclásica, los mercados solo existen para producir un intercambio mutuamente beneficioso. No decimos que no se pueda dar una acción colectiva, a través de la acción voluntaria o coercitiva para tratar de alcanzar algunos resultados sociales, esto puede ocurrir a través de la tímida participación del Estado.
De lo expuesto anteriormente se puede deducir que existe un comportamiento distinto del económico que se puede por ahora denominar “cultural”, dicho comportamiento refleja objetivos colectivos diferenciados de lo individualista y es producto de la naturaleza de la cultura como hecho y expresión de creer en algo, en lo que se produce y ofrece.
Es decir que la naturaleza cultural es un deseo convertido en algo general de grupo o producido de manera colectiva, lo que no significa que es atribuible a los individuos del grupo en cuestión. Por supuesto que estas cosas varían de acuerdo al tipo de actividad que se ejerza y siempre el arte impone el resultado de los deseos. Ahora cuando hablamos de producción propiamente dicha, podemos afirmar en una actividad de grupo, donde el esfuerzo es colectivo, cuyo valor es superior en su totalidad a las aportaciones individuales de los participantes.
Buena parte del arte se produce como una actividad individual e incluso solitaria, amén de lo que hace un lector en solitario o el que escucha música. El artista que trabaja solo, aspira que su obra se comunique con otros, igual ocurre con los consumidores solitarios del arte pero efectuando una conexión humana más amplia al divulgar lo que conocieron producto de su interés en adquirirlo. Esto significa entonces que lo producido y lo consumido no se debe considerar como expresión de una empresa individual sino de una voluntad colectiva que va más allá de los artistas individuales en cuestión.
Como conclusión a lo expuesto, podemos decir que el impulso económico tal como se ha evidenciado, es una expresión de los miembros individuales de un conglomerado o de una sociedad en nombre propio y es aquí que entonces se da el encuentro entre lo económico y cultural cuando se produce una reunión de los deseos colectivos del grupo o grupos en correspondencia con las formulaciones de cultura. Esto solo es un abrebocas para distinguir lo económico y lo cultural. Continuará.