Alguien me preguntó sobre si el marxismo como teoría revolucionaria y guía para la acción mantiene vigencia. En este 197° aniversario de Carlos Marx me atrevo a sintetizar una respuesta.
La cual es rotundamente afirmativa: la cambiante realidad histórica se ha llevado todo lo contingente, lo que necesariamente debía modificarse o perecer y de buena parte de lo cual estaban conscientes sus fundadores. En su propia vida vieron marchitarse muchos de sus planteamientos.
Mas lo esencial, lo que se extrajo de la penetración en las profundidades de un cuerpo que ha crecido y presentado variaciones desmesuradas pero no puede escapar a sus rasgos distintivos, eso sigue en pie y para calificarlo es contundente una expresión de Lenin referente a cómo Marx, a lo ave Fénix, resurgía de cada una de las demoliciones a que era sometido: más robusto, más potente y más vital.
Porque esos rasgos inamovibles que distinguen al capitalismo responden a su condición de explotador de la fuerza de trabajo humana. No puede vivir sin plusvalía. No puede enriquecerse sin trabajo ajeno. No puede expandirse sin herir –gentes, animales, naturaleza–, sin encender guerras de bandidaje y rapiña. Imperialista y prepotente, ha extendido por el mundo sus tentáculos sembrando la miseria, multiplicando en flecha hambrientos, enfermos, analfabetos, sin trabajo, sin vivienda, sin voz, "prescindibles".
Por eso la teoría que llama a la unidad de los explotados y ha guiado la lucha de muchos movimientos y pueblos, que encierra la capacidad de aprender y potenciarse porque no abandona su asentamiento sobre la realidad, que no cesa de escudriñar en las entrañas de ese monstruo y va reconociendo cada vez sus perversiones, esa teoría sigue siendo la más poderosa y clara guía de acción para llevar a los explotados y a la humanidad en general a liberarse.
El marxismo mantiene en alto sus banderas señalando el camino.