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El sabio artículo 33 de la Constitución Mexicana castiga con deportación al
extranjero que intervenga en política interna. Ni modo. No hay
latinoamericano digno que pueda sentirse extranjero en el país azteca. Por
igual nos pertenecen sus grandezas y sus caídas. Por el trópico se muere,
por México se mata. A poco no lleva más de dos siglos demostrando que
tantos millones de almas no hablaremos inglés.
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Lázaro Cárdenas inaugura las nacionalizaciones de nuestras industrias
petroleras en 1938. Como Venezuela, aprovecha una coyuntura
internacional: la Guerra Mundial. Lo hizo a lo puro macho. Estados Unidos
necesitado de petróleo podía repetir su invasión de 1848. En 2000 los
trabajadores de PEMEX intentan una huelga contra el presidente Fox. En
Venezuela, como en México, la Nómina Mayor aspira a apropiarse de la
industria. En México, como en Venezuela planearon subastarla. La caída
de los precios de la energía fósil abre un compás de espera. La catástrofe
diferida, llamaba el entrañable Carlos Monsiváis al modo de vida
mexicano, sin saber que quizá calificaba el nuestro.
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En la Jornada sobre la Revolución Bolivariana y la Construcción del
Socialismo del siglo XXI en Venezuela, en el Estado de Hidalgo, Ana
Esther Ceceña explica más diáfano que La Región Más Transparente eso de
la agresión contra los países productores de energía. América Latina tiene
el 21% del petróleo del mundo, Venezuela el 17%. Se declara la Guerra
Económica contra un país cuando no se lo controla. Contra los países
díscolos utiliza Estados Unidos un repertorio de estrategias: 1) Congrega a
los países dóciles en áreas regidas por tratados que colocan los intereses de
las inversiones por encima de la soberanía y los de los grandes capitalistas
sobre los de los pequeños, como ocurre mediante los TLC con México,
Colombia, Perú, Chile; con su integración en un Eje del Pacífico, y la
sujeción a las normas de la OMC y del Banco Mundial. 2) Establece rutas
de comunicaciones para la extracción de riquezas y corredores Sur-Norte y
Oeste-Este. 3) Militariza territorios para subordinarlos: el año 2000 había
17 bases estadounidenses en América Latina; para 2013 existen 39 bases
militares fijas y 43 itinerantes. Estados Unidos siembra armas en regiones
conflictivas, entrena en su uso a las poblaciones, implanta las drogas en las
comunidades. 4) Agrede económicamente, mediante el otorgamiento de
créditos que devienen impagables, Tratados de Libre Comercio, Fondos
Buitre. 5) Destruye las Empresas del Estado, y carga a éste el costo de su
reconstrucción, como en Irak. 6) Cambia los patrones alimenticios, para
forzar la dependencia de las importaciones. En resumen, la guerra viene de
manera invisible, desde abajo, y desde abajo hay que pelearla.
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¿Cómo se pelea la guerra desde abajo? En el Centro de Investigaciones
sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM, denuncio una vez
más que en Estados Unidos hay más de 400 centros de Estudios
Latinoamericanos, mientras que en nuestra región apenas diez son dignos
de tal nombre. En el Club de Periodistas de México diserto sobre los
monopolios de la comunicación, y me regalan su revista Voces, en cuya
portada Paul Craig Roberts proclama: "Los periodistas en EU son
prostitutas para el gobierno y las corporaciones". En el Instituto
Panamericano de Geografía e Historia concuerdo con quienes reprueban el
nombre de Estados Unidos de México, pero advierto que el emblema del
organismo está trazado con una proyección en la que América del Norte
aparece casi de doble tamaño que la del Sur.
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Los primeros pobladores inventaron el maiz. Digo inventaron porque a
partir de mazorcas del tamaño de un cigarrillo mediante cruces e
hibridaciones crearon los centenares de espléndidas variaciones del cereal.
Fue tal su veneración, que se deformaban el cráneo, alargándolo para que
pareciera una mazorca. Por el maíz se levantaron imperios y estallaron
revoluciones. El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos dio paso
libre a las masivas importaciones del grano desde el Corn Belt, que
arruinaron la producción mexicana. Arriba de cinco millones de
agricultores arruinados perdieron sus tierras y debieron huir a las ciudades,
a sembrar en el asfalto su desamparo. A dos cuadras del paseo de la
Reforma un juglar callejero monta en sus hombros un niño con grandes
bombachos rojos bajo los cuales un par de globos fingen unas monstruosas
nalgas que se menean o laten como un corazón arrancado. Acurrucados tras
un poste almuerzan chucherías importadas envueltas en papel de aluminio.
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Así como la acción oficial permite el paso libre de las mercancias
estadounidenses hacia México, la acción extraoficial apaña el libre paso
del Cartel del Pacífico hacia Estados Unidos. La Guerra de la Cabra, como
llama Luis Villoro a la masacre de la Droga, deja más de 50.000 bajas en
cinco años. A comienzos de mayo de 2015 los narcos ultiman una decena
de militares y derriban un helicóptero, mientras el PRI y el PRD se
enfrentan a trompadas y palos en las calles y convocan luego a suscribir un
pacto de civilidad. El presidente Peña Nieto se queja de que los medios
estigmatizan al país con el tema de la violencia. En el vestíbulo del Museo
de Antropología los artistas plásticos rinden homenaje a los 43
desaparecidos en Ayotzinapa con afiches en los que retratan a las víctimas.
Los queremos vivos, dicen. Al igual que en Comala, no callan sus susurros.
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Vitoreo la gran concentración de movimientos sociales en apoyo a la
Revolución Bolivariana en Tula, tierra de Gigantes y Pirámides. De regreso
a Caracas por las ventanillas del avión me despiden las cimas humeantes
del Popocatepetl y del Ixcacihuátl. No se sabe cuándo la Pirámide, secreto
emblema del volcán, renunciará a su pausada acumulación de jerarquías
para estallar en la erupción revolucionaria. Bienaventurados los
movimientos sociales, porque sus bases se convertirán en cumbres.