El estructuralismo literario de Barthes, y el continuismo postmoderno de Lyotard en la teoría de la reconceptualización del lenguaje, han parido la posibilidad de anunciar como finados los grandes relatos de la modernidad.
La discusión sobre la vigencia o caducidad de los metarrelatos, discusión postmoderna, es contrahistórica, en el sentido que suplanta la Historia, por la densidad de un relato que no va más allá de su simple función narrativa.
¿Es posible una suplantación de la historia por el creacionismo literario moderno, estructural y postmodernista? Todo es posible en los enrevesados juegos del lenguaje. Sin embargo la posibilidad de la impostura, no es más que buen cuento, una buena novela de la ingeniosidad literaria.
La historia como palabra, en su amplitud recombinatoria, está inmersa en la infinitud de los juegos del lenguaje, en su metamorfosis conceptual, en la crónica de la libertad y la vida de la humanidad; pero lo que no podemos olvidar, es que “la Historia es el resultado de la lucha de clases”, realidad científica irrebatible para la filosofía idealista, y para la competencia de las llamadas ciencias humanas. (Marx y Engels, 1970).
El metarrelato postmoderno, erigido como realidad histórica, tiene el encargo imperialista de silenciar la historia, ya que le es imposible ultimarla, para sembrar en el subconsciente colectivo de los Pueblos trabajadores del mundo, que luchan por su liberación, el desánimo, y la renuncia a la construcción de la historia socialista, bajo el protagonismo de la clase obrera en el pleno ejercicio del poder edificador de su Estado, su Democracia y su Libertad, en su praxis y funcionamiento de toda la sociedad, en la erradicación de toda forma de explotación.
Entre los grandes problemas que atraviesa nuestro País, agredido en su economía y en su autoestima, por el imperialismo Yankee, está el desencuentro con la Historia. Lusinchi la había mandado a prohibir de las Escuelas, cumpliendo una orden del Pentágono. Chávez propicia un reencuentro del pueblo venezolano con la Historia; dolorosa Historia de la explotación capitalista, rociada por numerosos encuentros de sublevación popular y revolucionaria, en un proceso continuado de independencia, y liberación nacional.
El reencuentro con las posibilidades de construir una Historia suya entusiasmó al Pueblo trabajador venezolano, aun si una definición clara de identidad y desarrollo de la conciencia de clase. Desesperado el imperialismo arremetió en contra del anunciado socialismo del siglo XXI para amainar su fuerza insurgente: lo calumnió, lo tergiversó, lo lleno de gazapos, y saboteó con creces, la cancelación de la deuda social, una de las acciones más felices emprendida, por su líder indiscutido, Hugo Chávez.
En el ataque económico, ideológico y político que el imperialismo, valiéndose de una buena parte de nuestro pueblo desclasado, intensifica sobre Venezuela, ha sido revertido la cancelación de la deuda social, mediante la estrategia abierta de elevar exponencialmente los precios de las necesidades de vida del pueblo trabajador venezolano, para confinarlo en la pobreza, que había sido derrotada por la Revolución bolivariana, construyendo en muy poco tiempo la miseria, que estaba vencida, desde hace 15 años, y confinada en el olvido.
La pobreza y la miseria, como consecuencia histórica del capitalismo, puede tardar décadas para erradicarla de las entrañas de la sociedad venezolana, en medio de la elevación de la lucha de clases.
La unidad de la clase obrera es hoy nuestra primera necesidad para vencer al capitalismo.
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