“Solamente sé que no sé…”
Sócrates (399 a. C.)
La búsqueda de la verdad motiva los procesos de investigación ya sea en los centros formativos académicos o en los grupos de investigación independientes diseminados en buena parte de la geografía nacional y latinoamericana. El problema, de estas investigaciones, se presenta cuando esos grupos o investigadores independientes se creen el centro del conocimiento y asumen “su verdad” como algo inalterable y manipulan las diversas instancias institucionales de la sociedad para que tomen línea en razón de su exabrupto y se imponga por sobre los otros investigadores. El inmenso monstruo del sectarismo, de la egolatría, hacen que un proceso que viene a dotar a los seres humanos de herramientas para ir descubriendo la realidad y descubrirse entorno a ella, termina por ser una camisa de fuerza que viola todos los derechos humanos de quienes tenemos la libertad de disentir y de contradecir potenciales hipótesis impuestas como verdad.
Una de esas etapas del proceso de investigación que es incomprendida, de manera reiterativa, por metodólogos y científicos en la construcción de sus informes de investigación, es lo que se conoce como “estado del arte”, que para algunos autores es “marco teórico-referencial”, o “teorías de fundamentación del objeto de estudio”. Hay incomprensión técnica y metódica acerca de cómo encarar el estudio del arte y sobre todo, se impone la tradición de la escuela a la cual el investigador-docente pertenece. La mejor manera de dotar de habilidades y destrezas metodológicas a los estudiantes, es permitiéndole que ellos vayan construyendo por sí mismos su método, sus niveles de pensamiento y de reflexión acerca de lo que les interesa estudiar de la realidad y de las relaciones humanas en esa realidad.
En este sentido, la metodología de la investigación no debería contar con “profesores de metodología”, sino con orientadores, o guías en todos los estilos, tipologías o enfoques relacionados con el proceso de investigación. Cuando uno se centra en eso único que uno ha aprendido, lo que hace es dar herramientas equivocadas a la realidad contextual de cada estudio y comete el error de truncar la posibilidad de un futuro investigador innovador en un área determinada de indagación.
Ahora bien, el estado del arte debe valorarse como el marco de ideas, pensamientos, propuestas, comentarios, teorías, entre otras; que ayudan a entender el objeto de estudio en un contexto determinado. Allí la temporalidad contemporánea la da el contexto, no así las posturas que se citen o investiguen. Es cierto que se necesita información fresca, de nueva data, pero no se pueden menospreciar los alcances de ideas que se pudieron haber dicho hace más de cien años, pero que aún tienen vigencia por la realidad social, política y cultural en que vive la sociedad (quizás la económica y administrativa, merezcan datos actuales, pero a veces lo histórico puede ayudar a comprender el por qué del comportamiento de una variable en el tiempo actual).
El estado del arte se aborda para hacer un acercamiento formal del sujeto que investiga a las fronteras del conocimiento que tienen relación con su objeto de estudio. El investigador reconoce y conoce, otras investigaciones que le permite clarificar sus ideas respecto a su tema de interés y definirlo, delimitarlo, enfocarlo, desde la perspectiva que haga posible extraer nuevo conocimiento que es el primer acercamiento a la verdad.
Así mismo, el investigador necesita el estado del arte para saber qué es lo último que se ha producido respecto al tema y conocer a los autores que están haciendo investigación acerca del mismo; de manera que pueda iniciar un intercambio de información y así establecer una relación académica con otros investigadores, un aspecto que, por la soberbia de algunos “sudo-académicos”, hoy día casi no se da, hay mucha mezquindad y envidia en ese gremio.
El estado del arte, como la primera parte de toda investigación, describe los estudios más recientes y actuales que sobre un tema en específico se han realizado. Ahora bien, en otras culturas es otra cosa; por ejemplo, para los investigadores anglosajones, “the Estate of Art”, se refiere al conocimiento o tecnología de punta o vanguardia, y buscan investigaciones cuya característica es que la más reciente se refiere a los últimos cinco años, desde el referente de actualidad en el cual se inicia el estudio.
Es decir, ellos no le dan importancia al referente histórico; aunque el debe ser nos indica que el estado del arte ha de estar vinculado y articulado en razón de la realidad en donde se hace la investigación, y no extrapolar recetas de otras experiencias de investigación que adolecen de conexión con el ámbito y dinámica de un investigador determinado. El estado del arte es una descripción donde sistemáticamente se reseñan los avances existentes acerca del tema que se ha escogido para estudio, siendo de carácter más cualitativo (así la investigación se presente cuantitativa, el estado del arte debe ser redactado destacando cualidades y describiendo la realidad y sus vínculos con el objeto en estudio), en el que se detallan los resultados y enfoques de las investigaciones en torno al tema por parte de otros investigadores. La descripción gira esencialmente en razón de cuatro incógnitas: ¿Quién? El investigador que desarrolló estudio. ¿Cuándo? El año en que se publicaron los resultados del estudio. ¿Qué? El objeto de estudio. Y ¿Dónde? El lugar en donde se realizó la investigación.
En simples palabras, no hagamos de un paso tan importante en el proceso de investigación, un laberinto de situaciones que segregan el potencial investigativo de los estudiantes y de algunos docentes. No somos dueños de la verdad, aunque los que se crean dueño de ella pretendan seguir manipulando las Comisiones Técnicas y demás instancias universitarias donde se debería contribuir a motivar la investigación, pero lo que se hace es repetir errores, inmiscuirse en estudios en los cuales ninguno de esas Comisiones son competentes y sobre todo, donde priva la necedad, el orgullo y las bajezas humanas. Reflexionemos si esos espacios universitarios tienen razón de ser en la universidad transformada. Diría que debería sancionarse una legislación penal que por la vía de una sanción moral y punitiva, ante decisiones fuera de cualquier lógica metodológica, estas personas sean castigadas en nuestra sociedad, porque solamente así se extirpa ese cáncer de la “academia ególatra”, elitesca, neoliberal y capitalista.