Las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela son una batalla fundamental en la guerra que Estados Unidos y la derecha de América Latina y el Caribe le han declarado a nuestros pueblos.
Pero ha sido particularmente a Venezuela desde que Hugo Chávez asumió la presidencia de ese país (1999) a la que han dirigido con más ensañamiento su estrategia agresiva e intervencionista los enemigos de la independencia, la soberanía, la democracia y la justicia social en nuestra América. La categoría de golpe de Estado permanente cabe aplicarla con el mayor rigor de la ciencia social para definir la agresividad y el acoso del norte revuelto y brutal y sus sirvientes contra la patria de Bolívar.
Una variedad de técnicas del arsenal subversivo imperialista se han dirigido contra el país sudamericano, incluyendo las más novedosas de los llamados golpes suaves, cuyo principal objetivo es derrocar gobiernos independientes utilizando los planes más perversos, que terminan, si es necesario y posible, aplicando la violencia más desenfrenada como en Libia, Siria y Ucrania.
Ya en Venezuela el golpe suave ha enseñado su cara sangrienta con las guarimbas, los asesinatos políticos y la acción de francotiradores contra personas inocentes. Contrariamente a la versión de los medios, la mayoría de los fallecidos o heridos por estos crímenes han sido militantes chavistas, simples viandantes o miembros de las fuerzas de seguridad, como se ha documentado y confirman testimonios de la Asociación de Víctimas de las Guarimbas.
Claro, esas pruebas no merecen espacio de los 5 ó 6 pulpos mediáticos que definen la libertad de prensa en el mundo. De hecho, ellos son los más encarnizados ejecutores del bombardeo de calumnias, mentiras y medias verdades contra la Venezuela bolivariana y chavista, probablemente el más grande, tupido y prolongado de que haya sido objeto un país latinocaribeño, exceptuando a Cuba.
En la guerra contra Venezuela participan altos exponentes del neoliberalismo, incluyendo varios ex presidentes de nuestra región a los que se ha sumado el ultraneoliberal Mauricio Macri. Todos ellos juntos no hacen uno, pero han recibido el dudoso refuerzo de los infaltables comisionistas de trasnacionales y agentes del imperialismo Felipe González y José María Aznar. Ya en la esfera intelectual, el ciudadano español Mario Vargas Llosa es el más destacado de todos, sin desdorar a Enrique Krause, distinguido falseador de la historia de eminentes hombres y mujeres latinocaribeños.
En la cresta de esta ola antivenezolana se ha subido un oportunista de la peor calaña. Nada menos que el secretario general de la OEA, esa sentina, como la llamó el canciller cubano de la dignidad Raúl Roa. El tal Luis Almagro, al que cabría como a pocos el mote de reptil de alquiler salido de la combativa facundia del propio Roa. Ya Pepe Mujica, de quien fue canciller y que, como otros líderes nuestroamericanos, pensó que el hombre podía aportar cierta frescura a la OEA, lo clavó con esta frase lapidaria: Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible. Por eso ahora te digo adiós y me despido.
En los comicios del domingo próximo se disputan 167 diputaciones: 83 nominales, tres indígenas y 51 por lista o plurinominales. Los primeros correspondientes a igual número de distritos electorales, los segundos a distritos especiales y los terceros a los 23 estados de la república y la ciudad capital. No existe un distrito electoral nacional como en una elección presidencial y, por lo tanto, la fuerza que obtenga la mayor cantidad de votos a esa escala no necesariamente tendrá mayoría de diputados.
La partida parece estar muy pareja. Nada parecido a la exorbitante ventaja que se ha atribuido la oposición. Si el chavismo sale a votar en masa, es muy difícil que pierda. Y ahí está la clave del trabajo que debe hacer el Gran Polo Patriótico en las jornadas que quedan y el propio domingo.
Como afirmó Cristina Fernández de Kirchner al comentar el resultado electoral en Argentina: ya nadie pude arrebatarle al pueblo el empoderamiento que ganó en estos años. Es decir, la experiencia de participar consciente y activamente en política. Ello se ha generalizado en nuestra región, incluso en países con gobiernos de derecha, como Colombia y México, donde existen intensas luchas sociales y es irreversible. Por eso afirmo que el chavismo llegó para quedarse. Que a nadie le quepa duda.