El Cambio

Hoy quiero tratar un tema clave en este controversial momento político que vive el país, me refiero al cambio. ¿Qué es el cambio? La Real Academia de la Lengua Española lo define, entre otras acepciones, como “la acción y efecto de convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente su contraria”i. El cambio se ha usado como bandera de campaña política de oposición durante mucho tiempo, es fácil ofrecer cambiar las cosas cuando no se está adentro intentando resolver los problemas. El cambio en Venezuela fue la consigna de Eduardo Fernández “El Tigre” candidato de COPEI, partido que no obtuvo el poder en esa oportunidad; Rafael Caldera también usó la misma consigna cuando se lanzó representando a una coalición llamada “El Chiripero”, él si ganó pero no cambió nada. Como dije, es fácil prometer, pero difícil cumplir.

A la oposición de hoy le interesa el cambio más que nada en el mundo pues el gobierno actual ha anulado, o por lo menos disminuido sustancialmente, sus prerrogativas y privilegios. Para comprender esto mejor, basta con preguntarnos quiénes proponen este cambio: nos encontraremos con carcamales de la talla de Henry Ramos Allup, quién ya era diputado cuando yo apenas nacía. Estos candidatos ofrecen un cambio, sí, un cambio orientado a desmontar la infraestructura que se ha edificado durante el gobierno bolivariano y retroceder a la Venezuela hipotecada, privatizada y sumisa de hace 20 años.

Ante un escenario de triunfo de la derecha, la soberanía, que se ha obtenido y se sigue obteniendo con mucho esfuerzo y lucha constante, desaparecería ipso facto. Nos olvidaríamos de las misiones, ya que para ellos constituyen un gasto superfluo e injustificado según el manual que FMI les inculca, le llaman “gasto social” en vez de “inversión social” como lo hace el oficialismo. Quizás existan misiones de las que podríamos, aunque no deberíamos, prescindir; pero otras son imprescindibles: Alimentación, Vivienda Venezuela, Amor Mayor, Robinson, Ribas, Sucre, etc. Cambiaríamos la estabilidad bancaría actual, por créditos indexados y cuotas balón; cambiaríamos las pensiones homologadas de nuestros “viejitos” por aquellas que correspondan al 20% del salario mínimo y que se cobrarían irregularmente, si se cobran.

Cambiaríamos la atención médica primaria, secundaria y de alta tecnología de Barrio Adentro, por centros hospitalarios hacinados, desprovistos y desvalijados. Tendríamos que esperar “clave” de la aseguradora durante un caso de emergencia o pagar para poder ser aceptados y no morir o parir en la sala de espera de cualquier clínica privada. Cambiaríamos los anaqueles medio vacíos de hoy, producto de una descomunal guerra de acaparamiento y desabastecimiento, por otros repletos de mercancía que no podremos comprar por su prohibitivos precios. Cambiaríamos nuestras tres comidas del día, por dos, o quizás volveríamos a comer “Perrarina” con “Kool Aid” como en los tiempos de diputado de Ramos Allup al Congreso de la República. Cambiaríamos nuestra Faja Petrolífera del Orinoco, por una “bituminosa” que, de la noche a la mañana, dejaría de ser la mayor reserva petrolera del mundo y se convertiría en una concesión con regalías abismales a la Shell o la Exxon Mobil, para que extraigan bitumen, no petróleo. Cambiaríamos nuestro nombre de país al de República de Venezuela y el cuadro de Bolívar en Miraflores sería guardado de nuevo en el baño, como lo hizo una vez el nefando Carmona Estanga. Las casas de Vivienda Venezuela se capitalizarían y habría que pagarlas al precio de los usureros inmobiliarios. Las Canaimitas “repotenciadas”, serían vendidas y no regaladas.

Cambiaríamos nuestras empresas básicas, protegidas hoy por la Constitución, por empresas en vías de privatización. El acceso a las universidades volvería a ser “a dedo” y para muy pocos. El deporte dejaría de ser prioridad y nuestros triunfos obtenidos quedarían sólo como recuerdo de lo que pudimos ser. Podría continuar esta lista extensamente con muchos ejemplos en todos y cada uno de los aspectos de nuestra cotidianidad.

El cambio, si gana la derecha, desatará además una persecución de los líderes nacionales, regionales y locales de la Revolución, los culpará de asesinos, delincuentes y narcotraficantes, y los encarcelará, dilapidará, torturará, asesinará, cómo lo hicieron muchas veces en los calabozos tristemente célebres de la Digepol. Sus cuerpos, arrojados vivos desde helicópteros en vuelo, aparecerán con las manos cortadas flotando en una playa lejana, ¿les suenan Alberto Lovera, Jorge Rodríguez, Livia Gouverneur o “El Chema” Saher? Espero que sí. Esta vez la oposición no miente, prometen cambio y, si ganan, cumplirán.

i Diccionario de la Lengua Española. Edición del Tricentenario. http://www.rae.es


pauloconde@gmail.com



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