Muchos de los que piensan votar por la oposición lo harán sin conocer a quienes elegirán. Ignoran además, qué programa económico, político y social implementarán desde la asamblea. Solo los motiva el deseo de salir de Maduro como sea.
Creen que una mayoría opositora en la asamblea podrá cambiar al gobierno, tal como lo hicieron en Honduras y Paraguay.
Piensan además, que este cambio le pondrá fin al fenómeno de las colas, el desabastecimiento y a la carestía, caracterizados como guerra económica.
Albergan semejante creencia porque han sido obviamente manipulados por la banalización mediática de la denuncia, que acusa a la propia oposición, con las pruebas de los hechos cotidianos y de la lógica elemental, de ser quienes criminalmente la impulsan efectiva y clandestinamente.
Creo que solo una persona que ha sido victima de las operaciones de guerra psicológica puede suponer o que la guerra económica es solo un invento discursivo del gobierno o que éste es el que esta detrás del sabotaje de la economía.
Parece por demás sospechoso que inexplicablemente aparezca la oposición en el imaginario colectivo como tabla salvadora, que devolverá la paz y tranquilidad, que el venezolano ha perdido en su cotidianidad, por causa de esta guerra.
Llama poderosamente la atención el hecho común entre algunos opositores la maníaca predisposición a rajatabla contra cualquier expresión chavista.
La constante banalización tanto de los propios hechos como de los argumentos estrictamente razonados no les permite admitir nada bueno y positivo si proviene de cualquier elemento que huela a chavismo.
Lo terrible es que a algunos le han anulado o neutralizado el raciocinio, a tal punto que en sus relaciones con los chavistas predominan los instintos más primitivos como el odio, que manifiestan en sus deseos de anulación o destrucción, afortunadamente hasta ahora reprimidos.
Acusan al gobierno chavista de lo que llaman la destrucción del país y amenazan con tomar represalias cuando se instalen en el poder.
No son capaces de admitir que lo que identifican con la destrucción del país no son sino todo el conjunto de las operaciones de sabotaje que sus propios dirigentes ejecutan diariamente contra el pueblo venezolano.
Cuando indagamos en el meollo de sus odios descubrimos que no son más que puro odio de clases. Es ese mismo odio que a las clases dominantes les invade cuando son desplazadas del poder político por los representantes de la clases oprimidas y explotadas.
Viven con una profunda arrechera porque sostienen que “esas chusmas” no pueden ni deben gobernarlos.
Es el mismo odio que han logrado trasmitir a algunos opositores, que irónicamente, muchos de ellos, no provienen de las clases dominantes, sino de los sectores populares, pero que asumen para si ese desprecio, que en algún momento podría terminar volcándose contra si mismos, ocasionándoles desajustes psicológicos, entre los que abundan las depresiones.
Lo cierto es que muchos opositores provenientes de las clases populares votarán contra el gobierno, no porque tengan un proyecto político que conozcan, y en base a ello sean capaces de defender sus postulados con argumentos, sino porque suponen erróneamente que con tan desacertado acto podrán salir de Maduro como sea.
Estos sectores al votar por la oposición no harán otra cosa que firmar un cheque en blanco, que cuando intenten cobrarlo se percatarán con dolor que fueron terriblemente estafados.
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