Nací en la maternidad “Concepción Palacios”, cuando era un centro de referencia latinoamericana en materia asistencial, pero hoy, porque expreso desde mis líneas el espantoso estado de la salud en Venezuela, que hasta los médicos se encuentran en huelga de hambre reclamando el derecho a la vida de millones de compatriotas, por ello, mis detractores me dicen que soy un egocéntrico.
Cursé todos mis estudios de primaria, secundaria, pregrado y postgrados en institutos oficiales, por eso cuando veo escuelas, liceos y universidades sumidos en el más completo abandono, sin el cumplimiento del programa de alimentación escolar, con estudiantes cuyo rostro y mirada revela la necesidad de comer, centros del “conocimiento” que no tienen laboratorios, ni canchas deportivas, menos ilusos cultivos “urbanos”; instituciones arropadas por el embarazo en adolescentes, la delincuencia juvenil, el tráfico de drogas, y con docentes y trabajadores de la educación “remunerados” con salarios de hambre, y a su vez amenazados por quienes alteran el orden social, pues, obviamente, mis críticas, al ser educador, tienen que ser con mayor indignación. Ante ello, los intolerantes en vez de darnos respuestas efectivas, me acusan de ser egocéntrico.
He recorrido gran parte del país, atravesando los andes, los llanos, el centro, el oriente, el occidente, la región guayanesa y nuestros espacios insulares. Desgraciadamente, la historia de los últimos tres años se repite en cada rincón del país. He visto madres o personas de la tercera edad esperando horas y horas en kilométricas colas para poder comprar un paquete de harina, pasta alimenticia, leche o pañales para sus hijos o nietos. Por esa razón, no puedo quedarme en afasia al ver a tanta gente humillada y vilipendiada en nuestro espacio social y familiar, en nuestra concepción de vida, en nuestra humanidad. Ante nuestras críticas, los jerarcas del gobierno y sus séquitos quienes deberían tomar nota de tales vejaciones sociales para la solución de semejantes problemas, me atacan con el remoquete de llamarme egocéntrico.
Que diariamente a lo largo y ancho del país, haya saqueos de camiones, abastos o centros de distribución de alimentos, o trancas de calles y avenidas porque el pueblo no tiene agua o luz sin que las autoridades correspondientes generen respuestas positivas sobre las necesidades de la gente ¿Qué pretenden que hagamos los ciudadanos? ¿Callar o reclamar? El argumento contra las críticas: llamar egocéntricos a quienes no pueden engañar con sus reiteradas mentiras.
También he visto y sufrido en carne propia, el cómo los antisociales te apuntan con una pistola en la cabeza, amordazan a familias enteras, o peor, asesinan a seres queridos ante la implosión de unas autoridades que nada pueden hacer contra delincuentes y asesinos, promoviendo la impunidad y la complicidad con los cuerpos de “seguridad”, incluso con jueces y fiscales quienes se prestan para tal descomposición del Estado ¿Será que ante esta realidad, no debo criticar, sino decir que tenemos una “percepción” de inseguridad? Pues, entonces, que me llamen egocéntrico.
Veo como un país tiene una cúpula burocrática e ineficiente, tan voraz, que a pesar de administrar las reservas de petróleo más inmensas del mundo, ahora piensa vender a los explotadores más infernales de la naturaleza toda nuestra geografía amazónica para que se lleven no sólo el oro, los diamantes o las piedras preciosas, sino para que contaminen todos nuestros ríos como el Apure, Orinoco y Caroní, asesinando las más diversas especies de flora y fauna. En otras palabras, como venezolano, debo aceptar que un gobierno “haga lo que le de la gana” sin que nadie objete tales decisiones. Por esas críticas me llaman egocéntrico.
Que existan más de 300 mil millones de dólares con dudoso destino. Con un gobierno que se hace llamar de “participación protagónica y popular”, pero niega auditorías públicas ciudadanas, u obstaculiza la posibilidad de llevar adelante la convocatoria de una constituyente, o en su defecto como lo solicitan otros venezolanos, la realización de un referendo revocatorio, mientras un país se empobrece aceleradamente ¿Qué pretende ese gobierno que digamos? ¿Qué todo está en paz y felicidad?
Si por decir la verdad que invade a la mayoría de los venezolanos en relación con la nefasta dirección del gobierno de Maduro, soy un egocéntrico, pues prefiero ser eso, un egocéntrico, antes que un traidor a la patria y a la revolución bolivariana. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.