El reto decamillonario

Ante el pueblo bolivariano como sujeto de la revolución y ante las organizaciones y personalidades comprometidas con el proceso, está planteado, como todos sabemos, el reto de una victoria contundente del Presidente Chávez en las elecciones de diciembre. Contundente en términos tales que desmonte la política desestabilizadora del enemigo oligárquico-imperialista, convierta en ruido de balón desinflándose sus infaltables chillidos de fraude, le desbarate la pretensión de atribuirse el monto de la abstención y muestre la orfandad absoluta de los políticos que alquilaron el alma y patearon sus raíces nacionales. Un verdadero K.O. al imperialismo.

Sobre un registro electoral de unos dieciséis millones la marca de la contundencia se establece alrededor de los diez millones --un poco más, un poco menos-- y esta cifra se ha fijado como referente para los revolucionarios. Lograrla implica la entrega consecuente de los activistas en la campaña, la conversión creciente de los funcionarios públicos en servidores eficientes y eficaces, la evidencia de avances en la lucha contra la corrupción y el burocratismo, el despliegue cabal de la inmensa obra realizada --política, social, cultural, militar, económica, de infraestructura, de inclusión e identidad, de integración continental y más-- pese al sabotaje y la agresión ilimitada de quienes no se resignan a perder sus privilegios y ventajas. Implica, por sobre todo, el ensanchamiento de la conciencia revolucionaria, tanto en los diversos niveles de la militancia a quienes corresponde transmitir y viabilizar los lineamientos estratégicos y tácticos, como en el seno de las masas que lo deciden todo. Implica también la presencia de una dirección unitaria, unificadora, democrático-participativa, orgánica y coherente, capaz de garantizar que la relación de confianza, luz y amor existente entre el líder y su pueblo se traduzca en organización y fuerza material vencedora de todos los obstáculos y conquistadora de cada vez nuevos avances, rumbo al socialismo del siglo XXI, que cristalizará el apotegma bolivariano de “la mayor suma de felicidad posible”.

El desarrollo de una campaña electoral en términos de unidad, organización y conciencia no sólo garantizará la gran victoria en diciembre, sino que será también una precondición para el salto adelante inscrito en la perspectiva del próximo sexenio. Y hay que desarrollarla sin perder de vista la actividad desestabilizadora del enemigo, que será más furiosa y desesperada mientras más impotente y consciente de la derrota se encuentre (y si hay un sector democrático en la oposición, como se dice, que lo demuestre).
Tampoco se pueden perder de vista las manifestaciones de insatisfacción, decepción y descontento que vienen apareciendo en el colectivo popular. Son aisladas, sin duda, pero sintomáticas de algo que es preciso atender. Se resolverán con mejor trabajo y apropiada respuesta, pero sobre todo, una vez más, enfatizando la educación política, ética y patriótica, la conciencia de lo que está en juego: el poder del pueblo, asentado en la Constitución bolivariana, promovido por el líder que es expresión de ese pueblo como nunca desde los albores de la patria y puesto a disposición del propio pueblo para que él mismo lo construya. La posibilidad de resolver sus problemas y renovar su vida está ahora por vez primera en sus manos, gracias a la revolución bolivariana. La derrota de ésta --supuesto negado-- sería la vuelta de las oscuras golondrinas, la reconversión de Venezuela en pasto de las minorías oligárquicas, zona de exclusión de la inmensa mayoría y neocolonia del imperialismo. Y ahora pondrían buen cuidado en asegurarse de que nada parecido a bolivarianismo o a chavismo pueda siquiera retoñar.

Por eso el pueblo no puede admitir decaimientos en su ánimo de combate, como tampoco caer en triunfalismos. “¿Para qué molestarme, si Chávez de todos modos ganará?”. Ese susurro de serpiente debe ser rechazado radicalmente. ¡Ganará porque el pueblo despierto y en lucha –y completo en cada uno de sus hombres y mujeres-- lo hará triunfar con su trabajo, su amor y su conciencia!


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Freddy J. Melo


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