¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento del poder, la voluntad del poder, el poder en sí. ¿Qué es lo malo? Todo lo que hunde sus raíces en la debilidad. ¿Qué es la felicidad? Sentir que aumentamos nuestro poder, que superamos algo que nos ofrece resistencia. No es el vivir en paz, sino el obtener más poder, no es la paz por encima de todo, sino la guerra, no es la virtud, sino la fuerza.
Nietzsche – El Anticristo -
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El hecho de la política trasciende los impactos de la sociedad porque de ella dependen las decisiones que se ejecutarán en nombre de los pueblos. La política a lo largo de la humanidad, ha sido concebida para el bienestar común, pero desquiciada por quienes han logrado el poder, el cual sólo se restringe para el usufructo de sus camarillas.
En el libro sexto de "La República", mejor conocido como los Diálogos de Platón (cuyo verdadero nombre real era Aristocles), en un ejercicio de dialéctica con Glaucón, decía -Para distinguir al verdadero filósofo del que no lo es, es preciso fijarse en una solo cosa. -¿En que cosa? preguntaba Glaucón - Sobre lo cual, Platón respondió - Que no haya nada en su alma que le rebaje, porque la pequeñez no puede tener absolutamente cabida en un alma que debe abrazar en sus indagaciones todas las cosas divinas y humanas -
En Venezuela, la política, dejó de convertirse en política por quienes ejercen el poder. Convirtieron al país en un campo de guerra. De allí emanan los subterfugios de "guerra económica", "guerra mediática", "guerra psicológica", "guerra de cuarta generación" y cualquier otra elucubración para justificar tropelías y abusos en contra de una nación. No existen términos medios en el concierto político. Vale sólo la máxima de L'État, c'est moi, o lo que es lo mismo, lo demás no existe.
Tal vez, ante ese arropaje pensativo, las revoluciones en el mundo han fracasado, y han fracasado, no porque no sean necesarias, sino porque quienes asumen su rol de “revolucionarios”, desde la prédica retórica de la seudosemántica de la laicidad, con el propósito de ocultar o disimular su ateismo, terminan convertidos en vulgares narcisistas del poder, cuando se creen predestinados, ellos y sólo ellos de conducir el "destino" de los pueblos. Y una vez que llegan a ese poder, lo que tanto criticaron sobre las oligarquías que han gobernado y gobiernan al mundo, su poder se discierne entre sus esposas, amantes, hijos, hermanos, sobrinos, primos, y toda la prole del árbol genealógico; verbigracia, la política de esos "predestinados" es el Dixit Dominus, razón por la cual, la crítica es inaceptada y peor, intolerable.
Venezuela está hundida en un lastre. Un lastre confundido entre Estado o un mal llamado partido de gobierno, cuyas siglas PSUV, no son más que un litri de letras y palabras, porque su semántica ha sido vapuleada por el viento de la historia. De ser un partido quedaron reducidos a ser una cúpula de control sobre las instituciones en un desangrado Estado. Se rompíó la unión, cuando las élites de ese grupo, permitieron la corrupción y el nepotismo como esencia de su “integración” de poder. Eliminaron el concepto socialista, cuando la sociedad pasó a convertirse en un reducto de negociaciones a partir de las riquezas del país. La sociedad fue violada y ultrajada en sus componentes comunitarios y desde el maquillaje de seudonormas jurídicas, hasta las poblaciones rurales fueron despojadas de sus concepciones humanas. Y sobre Venezuela, sólo les queda la praxis que aún mantienen en nombre de la República desde una conjugación de mentiras, porque la verdadera Venezuela todos los días lucha por saber el cómo sobrevivir en el medio de un ambiente hostil, azotada por el hambre, las penurias ante la salud, y las persecuciones políticas y delincuenciales.
En Venezuela no existe un Estado en su conformación constitucional. El Estado es el PSUV. Cuando su cúpula termine de hacer metástasis por la podredumbre que tiene en sus órganos, ese Estado morirá. Ha alargado su agonía, a pesar de saber, que su enfermedad es mortal, es irreversible. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.