Siendo yo muy niño, mi padre me hiso un comentario que influyo mucho en mi percepción de las cosas, hablando sobre el tiempo, me dijo que aunque el tiempo era medido cuantitativamente, este en verdad solo podía ser medido cualitativamente…
Han pasado muchos años y la cantidad de preguntas y la búsqueda de respuestas que ese comentario logró desatar en mi desde entonces solo se han incrementado.
¿En qué momento comenzamos a sentirnos separados y superiores a las demás especies del planeta? ¿Cuándo fue que nuestros egos se inflaron de tal manera que nos convencimos de la supremacía de la especie humana, y decidimos que teníamos que controlar, dominar y explotar la naturaleza?
Pero para no ponernos muy filosóficos, vamos al meollo del asunto... entre tantas preguntas y dudas, hay una que hoy me llama la atención inmensamente, ¿que hace que el explotado respalde y se sienta representado por su explotador?
Gramsci escribió alguna vez algo así como que “todo bloque histórico de poder ha sido construido no solo por la violencia y la capacidad de coerción de las clases dominantes sino también (y yo diría sobretodo) por la adhesión de los gobernados a la visión del mundo de las elites dominantes”
El capitalismo no nació de un día para otro, la visión materialista y podríamos llamarla inorgánica de la sociedad, se fue construyendo poco a poco durante siglos, y han existido siempre seres egoístas capaces de manipulalar la realidad para obtener beneficios y dominio sobre otros seres humanos y la naturaleza en general.
Las clases dominantes han implementado su hegemonía cultural implantando firmemente la fragmentación y la no diferenciación del mundo material, instaurando una interpretación cuantitativa de toda la realidad donde todo puede ser cosificado, medido, pesado y comercializado.
La homogenización de la diferencia como medio de explotación, la macdonalisacion de la cultura y la banalización de la política, son algunos de los métodos que las clases dominantes utilizan para instalar una mentalidad posmoderna de dominación y explotación y lograr que las masas se plieguen dócilmente a sus deseos de dominación.
Vemos hoy con tristeza como un gran sector de la sociedad en general ,totalmente confundida por la manipulación mediática ,respalda a sus opresores y mira a sus lados para buscar culpables cuando deberían estarlos encontrando en el tope de la pirámide de las clases gobernantes internacionales, esas que nos venden los siempre inteligentes mantras de que la crisis es culpa del “gasto social” , léase educación y salud gratuita y de calidad, del empleo , las pensiones, sueldos dignos y demás medidas “populistas” tomadas por los terribles y corruptos gobiernos socialistas o progresistas, como quieran llamarlos. Nos dicen que somos flojos, y que hemos estado viviendo más allá de nuestros medios y convencen a muchos de que hay que entregarles el poder a los tecnócratas para que ellos puedan nuevamente distribuirse el botín, desindustrializar al país, endeudarlo hasta las metras con la banca mafiosa internacional y volvernos otra vez una república bananera.
Lo más triste es que en nuestra Venezuela, un sector creciente de la población ,engañada por los cantos de sirena del consumismo capitalista ,marcha a favor de quienes solo representan un cambio hacia el pasado, protestan a favor de quien ofrece las medidas en contra de las cuales se comienzan a levantar millones de ciudadanos consientes en el mundo, en especial en el Brasil del usurpador Temer y en la argentina y el México de dos muñequitos de torta neoliberales , el Macri y el no menos muñeco Peña Nieto.
Confieso que no tengo respuestas para las miles de preguntas que surgen de las inmensas contradicciones de la historia de nuestra “civilización “si podemos llamar civilizado a un mundo donde reinan el hambre ,la miseria y las guerras de dominación más salvajes, un mundo donde las torturas y las desapariciones aplicadas por las fuerzas imperialistas dejan pendejas a las de la inquisición de la edad oscura del catolicismo, un mundo donde pocos tienen mucho y muchos tienen muy poco y muchas veces nada. Un mundo donde una salvajada como las corridas de toros es elevada a la categoría de “arte” y donde la corrupción, el egoísmo y la ambición son consideradas como los valores positivos del ser humano perfecto.
Pero estoy convencido de que en este hermoso planeta azul y especialmente en Venezuela, al menos hay quienes estamos tratando de crear algo diferente y apoyando al único modelo que puede salvar a la humanidad: las comunas y los movimientos sociales empoderados y solidarios, con una visión ecologista de la naturaleza en su conjunto incluyendo en ella a la especie humana. Sé que muchos de nosotros queremos un mundo mejor, más justo y más libre, sin tanto terror y odio, sin tanta mercantilización, sin burocracia y sobre todo, sin politiquerías baratas e inútiles.
Así que la próxima vez que salgamos a marchar o a protestar, pensemos un poco más a quien vamos a apoyar, reflexionemos en el verdadero sentido de la palabra libertad, y pensemos bien de qué se trata en verdad la democracia. Salgamos a marchar pensando no en yo, sino en nosotros. Podemos recuperar la esperanza y empezar a construir un futuro mejor para todos, si dejamos de lado el egoísmo y nos rebelamos contra las políticas hegemónicas de dominación implantadas desde hace siglos por las ya caducas elites gobernantes.
Comuna o nada!