Alquimia Política

Jesús Napoleón Azócar (Chucho), 1939-2016

El mes de septiembre vino con la triste noticia del fallecimiento del poeta, narrador y ensayista, Jesús Napoleón Azócar, alias “Chucho”, como su familia y sus amigos le conocimos desde siempre. Fue un escritor prestado al ejercicio de la abogacía, y un abogado con un estilo literario pulcro, limpio, extremadamente minucioso. Fue uno de los primeros intelectuales que conocí que se leyó la biblioteca completa de las obras de Francisco de Miranda y dejó importantes anotaciones que algún día verán la luz en algún otro libro de su autoría.

“Chucho” no era un escritor de cuarto oscuro, para él lo importante era la convivencia, el “tú a tú” con escritores y gente de la vida cotidiana; nacido en Aguasay, estado Monagas, vivió una vida plena en la llamada La República del Este, en la Caracas de los setenta del siglo XX; fue amigo de todo cuanto intelectual uno pueda imaginarse existió y existe en Venezuela; era un hombre de diálogo abierto, franco con los argumentos y defensor, a toda costa, de la justicia y la igualdad como patrimonio de la civilización humana.

Entre sus aportes literarios, “Chucho” resolvió, a través de la palabra, la carencia de objetividad en la esencia del poema, generando  ideas que lo llevaron conocer, y reconocer,  los acaecimientos del mundo como mito de su propia existencia, como algo muy subjetivo;  para él,  el poeta se halla unido a la realidad, una realidad desde donde los juicios tendrán siempre una dosis de parcialidad, justamente como consecuencia del subjetivismo, lo que hace del poema un modelo de vida, tan válido como un modelo matemático para la resolución de algún problema. La poética de “Chucho”, muy al nivel de otro grande, Ramón Palomares, partía de la descripción simple de una faena u oficio, extendiéndose a una reflexión filosófica del ser como entidad inmutable.

Por otro lado, la ensayística de “Chucho”, fue, y sigue siendo, una crónica viva de la modernidad. Examina los fenómenos de manera que se llega a comprender sus acaecimientos, retornando a su propio terreno y desde allí, formulando sus observaciones y sus resultados; todo bajo la vitalidad de las potencialidades históricas del espíritu, que están latentes desde la experiencia de vida de un hombre que entendió la bohemia como parte de la creación literaria, seduciéndola y confiscándola de toda amarga experiencia.

El “Chucho” moderno, visualizó la literatura como principio de la vida y como movimiento del espíritu; el poeta “Chucho”, asumió su papel de mago, de chaman de la cotidianidad que le tocó interactuar y tocar; su ira desbrozó la senda de las historias oficiales y lo hizo crítico, rebelde e inspirador de una libertad plena del espíritu ante el vacío de la existencia dilatada y estéril que impone la academia.

Para ubicar los orígenes del perfil del poeta de “Chucho”, hay que remontarse  al retrato de familia que nos legó, donde es necesario buscar en el Humanismo y en el Renacimiento, vestigios de un intelectual integral, que cuestiona la exaltación  del culto a la personalidad, e impone la realidad tosca y sencilla como anécdota que satisfaga los recuerdos provincianos y la intensa necesidad de apoyarse en los modelos antiguos, para impulsar los destellos modernos desde la oscuridad de la consciencia.

La historia de vida de “Chucho”, se muestra a través de su personalidad, su vinculación orgánica con la tradición, su estética inductiva, así como su relativismo desplazado al culto del lenguaje como vínculo para la dialógica perenne entre la razón y la consciencia. Destaca, además, en “Chucho”, una postura de filósofo existencialista, sustentado en las teorías de Voltaire, Montesquieu, Vico, entre otros; quienes aportaron nuevas ideas a las formas de organizar la sociedad y de interpretar sus acciones;  pero “Chucho” se distingue de estas posturas, a través de su interés en el sensualismo inglés, el cual lo  acercó al campo de la experiencia histórica, imponiéndose un camino desde lo individual hasta la idea de una realidad total, que conlleva a nuevos puntos de vistas que acercan al hombre pensante al imperio de la palabra como vía expedita en su tarea por reconocerse a sí mismo.

En un ensayo de Andrés Sánchez Robayna (“El perfil de un poeta”, 2014), el autor, refiriéndose a Octavio Paz, dice: “…éste fue, ante todo, esencial e irrenunciablemente, un poeta; … tuvo una fe invariable en lo que llamó la otra voz del ser, el espejo de la fraternidad cósmica, el lenguaje del amor, la rebelión y la revelación…”

Lo mismo calca para “Chucho”, fue “…esencial e irrenunciablemente, un poeta”; un hombre vertido en tres afluentes: su personalidad, su quehacer literario, y su compromiso con la justicia y la equidad. El poeta Jesús Napoleón Azócar, alias “Chucho”, partió de este reino, y pasó a la constelación del mito, del lugar creador en donde todos los sueños se hacen verdades infinitas; partió el poeta que transmutaba la realidad a través de la palabra y aspiraba, quizás esa fue siempre su intención, transformar la realidad con la palabra llana, limpia y pura que estaba ahí, dispersa entre los moradores de tránsito de la época en que le tocó vivir…¡Bendición tío Chucho!¡A muerto Chucho!¡Viva por siempre su legado y su voz!



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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