En las sociedades occidentales es donde más ha venido actuando el capitalismo mediante dos de sus principales expresiones: la acumulación y el consumismo.
La acumulación de capital bien (o mal) pude ser mediante el apilamiento de grandes fortunas en divisas fuertes o de joyas. Así aparecen las grandes cuentas en los paraísos fiscales o las medianas en uno que otro país donde se pueda operar sin trabas. Muchas veces, esa ansia por acumular lleva a acciones desesperadas que en el mejor de los casos convierte a los seres humanos en esclavos de su avaricia. Un viejo adagio reza “si el dinero no te sirve para vivir, eres un pobre infeliz”.
Para el FMI los países son ricos si tienen altas reservas internacionales sin importar que la pobreza sea tan elevada como la cantidad de billetes en las bóvedas o de derechos especiales de giro o bonos.
La otra forma clásica capitalista es la adquisición de inmuebles costosos como apartamentos, edificios, tierras, o de bienes muebles como automóviles, yate, aeronaves, ganado; y el consumo sin medidas de productos perecederos
El capitalismo es una ideología que aliena con su venta de comodidad y confort a la ”última actualización”; crea en el ser humano y en los países un estado de angustia por estar al día, por tener más, por vivir de acuerdo al manual capitalista. El capitalismo es aparentar lo que no se es, gastando lo que no se tiene. Es un constante desvivir.
A diferencia del socialismo que convence, que pregona la igualdad, la distribución de las riquezas, la producción para todos y no la acumulación para uno. El socialismo es convivir. Es la convicción de que el verdadero bienestar propio depende del bienestar de todos.
El capitalismo es una escuela del subconsciente que está presente en los organismos multilaterales. Donde el diplomático que fue tras el discurso del cambio, debe justificarse día a día, porque ahora hace lo que piensa que no debe hacerse. El capitalismo atiborra todo con sus formas, porque así puede ir más allá de occidente, para saquear al mundo entero en función del ego de unos pocos.
Su triunfo llega cuando el hombre y la mujer de izquierda se convencen que lo que defienden es el derecho de los pueblos a “vivir bien” de acuerdo al manual, y no en consonancia con el buen vivir en armonía con la naturaleza, con el universo, con la humanidad. Ese es su máximo peligro, cuando se cree que el bienestar consiste en vivir con el modo de producción (de destrucción) capitalista.
Quien se indigna desde el confort está alineado. Solo revisando el subconsciente, la cultura, y lo queremos podemos salir de las fuertes líneas capitalistas que aún nos rigen y aplicar las teorías humanistas que bien conocemos. Desalinearnos pues.