La fuerza de la tempestad

Crecemos con el camino marcado, por los estereotipos, las costumbres, la cultura, la religión y el sistema patriarcal que nos daña a todos. 
Prejuicios que nos dicen esto se hace y esto no. Esto está mal, por el qué dirán, por nuestro género, apariencia física, ideología, color de piel, edad, condición social, nacionalidad y etnia. 
 
Y vamos creciendo condicionados y nos vamos llenando de miedos, de fantasmas que se vuelven infiernos   que nos consumen lentamente,  y jamás logramos desarrollarnos a plenitud como seres humanos porque traemos con nosotros todas las limitaciones que fueron impuestas durante nuestra infancia y adolescencia. 
 
Nos convertimos en adultos inseguros, frustrados y escondemos en lo más profundo de nuestra desilusión todo aquello que nos llena de vida, nos da alegría y felicidad. Todo lo que nos permite ser en libertad. Lo que nos apasiona se pudre y nos pudre al convertirse en veneno puro para nuestra alma y espíritu. No es necesario el suicidio, porque estamos muertos en vida. Y nos dedicamos a imitar las carencias de otros. 
 
Los sueños  que un día tuvimos,   que la familia, los amigos y la sociedad nos dijeron que eran una locura, que jamás funcionarían por utópicos, los vamos enterrando en nuestra hiel que recorre nuestras venas, que se apodera de nuestro cerebro, de nuestros músculos, de nuestra fuerza de voluntad. De nuestro corazón y  emociones.  Se instala traicionera en nuestras células. 
 
Y caemos en abismos insondables:  porque somos frágiles, manipulables y nos llenamos de culpas. La depresión nos consume y el estigma se encarga de borrar toda ilusión. Y nos lo creemos, creemos que en realidad somos unos harapos viejos  tirados en cualquier basurero, que no tenemos derecho a la plenitud.  Que no tenemos capacidad alguna de razonamiento y dejamos nuestro criterio propio guardado debajo de la cama y salimos a enfrentarnos al mundo sin protección alguna porque nuestra auto estima está destruida, nuestro amor propio nunca lo conocimos y nuestra fuerza de voluntad fue cortada de tajo desde nuestra infancia.  Entonces cualquiera opina, cualquiera nos dirige, cualquiera nos utiliza. 
 
Y pasan las horas, los días y los años y nosotros somos los objetos que el sistema patriarcal necesita: que no piensan, no sienten, no tienen espíritu y son incapaces de despertar y luchar por esas ilusiones que nos llenan de vida.  Porque un ser vivo se ama y ama, tiene fuerza en su voz y rebeliones en sus actos, tiene certeza en sus pasos y ternura en sus manos.  Un ser vivo crea, sueña, transforma y pinta de alegría la amargura más amarga para hacer transitable el infierno más feroz. 
 
Porque un ser vivo encuentra fuego en la música que brota de su alma, su espíritu es libre y libera. 
 
Nunca es tarde, nuestro paso por la tierra es fugas, no tendremos otra oportunidad, el día de hoy no se volverá a repetir en nuestras vidas, tenemos que aprender a eliminar de nuestro pensamiento todo patrón patriarcal,  y tenemos que ser valientes y tener el coraje de enfrentarnos a la fuerza de la tormenta; nuestra propia tormenta, donde nadie entra, que solo nos consume a nosotros mismos.  
 
Tener las agallas para saltar al vacío y liberarnos de aquella manipulación emocional que vino con los patrones de crianza, la escuela, las religiones y la sociedad. Enfrentar los fantasmas y los infiernos; encararlos y despojarnos de todo lo que no nos permite vivir a plenitud, porque vivir a plenitud es nuestro derecho y debemos defenderlo de todo y de todos, ¡hasta de nosotros mismos! La plenitud no tiene nada que ver con el dinero ni  títulos universitarios, es algo excelso que no tiene explicación pero que transforma al ser humano.  
 
Que nada ni nadie nos detenga, que nada ni nadie ejerza poder sobre nosotros, es nuestra obligación luchar por aquello que nos llena de felicidad, por ese instante fugas que  llena de luz nuestra  alma y aviva nuestro espíritu. 
 
Y estamos equivocados si pretendemos escudarnos en todo lo que llega de afuera,  tenemos la capacidad para bloquear todo lo que no nos permite desarrollarnos, porque solo nosotros tenemos potestad en nuestros propios infiernos. 
 
Tengamos la suficiente entereza para que ni los prejuicios  y los estereotipos que están en los patrones con los que crecimos y en la sociedad que vivimos todos los días, tengan cabida en nuestro derecho a la locura y felicidad.  Aunque  lo tengamos todo en contra, de eso se trata  la  tempestad, está ahí para fortalecernos y hacernos invencibles. Es tiempo  de creer en nosotros mismos. 
 
 


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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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