Sobre la espiritualidad revolucionaria

¿Necesitaría la militancia, social y políticamente comprometida, de un componente espiritual también de compromiso revolucionario? Es cierto que el hombre es bastante más que el alimento que come; pero si no comiera, no sería nada, afirmaría Harry Elmer Barnes, en aquel capítulo primero en su libro: Historia de la Economía del Mundo Occidental, (Editorial Hispano Americana, México, 1970). No obstante, ¿ese otro alimento del alma, del espíritu, tan inmaterialmente concreto, podría ser requerido, perentoriamente, por esa militancia de a pie, que vive y experimenta una realidad contundente, que incluso le golpea el Pan Nuestro de cada día? ¿Se vive al día con la terrible impresión de que se está en un atolladero de inflación implacable producida por las clases empresariales, comerciantes y dominantes junto a gerentes públicos que tardaron en dar  respuestas contundentes y precisas a esa conspiración atroz y desproporcionada?

La santa complicidad del imperialismo junto a una clase política de derecha apátrida  que orquesta una guerra económica, la mentira pensada y la demagogia sistemática, propia de una derecha inmoral, convierte el asunto un tema estratégico y delicado; de forzosa observancia y análisis crítico. Se quiere hacer pasar por culpable a quien no lo es en franco objetivo seudo electoral. ¿Qué gobierno quiere hacerlo mal o desea perder las elecciones? Entre tanto, si la derecha es una cosa amorfa, díscola y disipada social y políticamente  ¿Los revolucionarios del proceso poseen algún asidero afirmativo para contribuir a la formación del Hombre Nuevo? La derecha venezolana ha sido tan gorila y eunuca mentalmente que ha llegado a proponer la disparatada idea el capitalismo popular. La risa se suelta espontánea hasta alcanzar el carcajeo. ¿Qué necesitamos consolidar, qué se debe hacer para que la revolución sea práctica social cotidiana y militancia utópica perfectamente habitual y realizable? Ser cristianos-comunistas, convertirse en cuadros revolucionarios y militantes del humanismo.

Se necesita transformarse en vietnamitas cotidianos, marxistas críticos y chavista a toda carrera. Convertirse en militantes creadores de la revolución.

El amor es la divisa. Hacerse militante, también, de la Teología de la Liberación. Pero en este globo terráqueo, tan de materialismo vulgar, viene, cual avalancha rauda, el tópico de lo espiritual, llámese alma, aliento, ánimo, voluntad, esencia, substancia, conciencia, energía, si se quiere, o material etéreo, yo interior, principio del ego, colectivo individual, como se quiera denominar, el asunto es que está presente ese elemento inmaterial en torno al cual se tiene algún tipo de fe, coño también etérea. Anima, pues, preguntar, a riesgo de parecer ridículo:

¿Será posible concebir y hacer efectiva una espiritualidad liberadora? Los cristianos, en general, y los católicos, en particular, así como los revolucionarios creyentes pueden alcanzar o, por lo menos, aproximarse a rasgos, a través de una praxis social-política concreta, al  Hombre Nuevo.

Pedro Casaldáliga precisa: la reflexión y la vivencia de la espiritualidad de la liberación tiene como consideración y exigencia básica entender que ser cristiano, en cualquier parte, es ser en Jesucristo "Hombre Nuevo", (Efesios 4:22-24), un "hombre nuevo", cuyos rasgos principales son:

•    La lucidez crítica frente a los medios de comunicación, estructuras, ideologías y supuestos valores, que resulta de la pasión por la verdad.
•    La gratuidad de la fe y la vivencia de la gracia que conllevan a la humildad, la ternura, el perdón y la capacidad de descubrir.
•    La libertad desinteresada que asume la austeridad y la pobreza para ser libres frente a los poderes del mundo.
•    La libertad total de quienes están dispuestos a dar la vida por el Reino.
•    La creatividad alegre, sin esquematismos.
•    La denuncia profética como misión y servicio al lado de los más pobres.
•    La fraternidad sin privilegios.
•    El testimonio coherente, vivir lo que se proclama.
•    La esperanza creíble de los testigos y constructores de la resurrección y del Reino.

Se trata de comentar, por lo menos, una de tales características, considerando su inherente relación intrínseca. Hacer referencia a tal o cual particularidad conduce, tácita e inexorablemente, a considerar las otras. Por ejemplo, la lucidez crítica frente los medios, estructuras e ideologías y sobre los supuestos valores, por un lado, y por el otro lado, el testimonio coherente, vivir lo que se proclama, calzan y se integran con el sólo hecho de comentar una de ellas. No es posible hacer una crítica y seguir con una práctica a la cual se está cuestionando. El ejemplo clásico de  aquellos marxistas-leninistas que vociferaban contra el machismo en la calle, en el partido, en cualquiera intervención, pero en su casa su práctica daba pena ajena, eran los supermachos en el hogar o como aquellos que se declaraban ateos y hasta se burlaban de alguna práctica católica-cristiana pero no dejaron nunca de montar su tradicional pesebre decembrino y cuando se les increpaba sobre tal práctica, soltaban el alegado: -camarada, eso no quita ni pone. Mayúscula hipocresía, poca autenticidad, fe clandestina,…en una palabra lastimeros revolucionarios. La pena social ante un partido y una postura conceptual que proclamaba el ateísmo de boca. Pero lo peor es que no eran lo suficientemente valientes para afirmar: sí somos revolucionarios, marxistas y católicos.

Pero volvamos a esos aspectos abordados desde los asuntos básicos y fundamentales de esa idea, en torno a la cual el mismísimo Comandante Ernesto Che Guevara insistiera, abundante e implacablemente: el Hombre Nuevo. El tema increpa indeleblemente, y ahora con mayor tropel porque tenemos la tremenda y real pretensión de que se sucede una revolución en la Venezuela del siglo XXI. Habría que preguntarse si esa transformación social ha tocado al ser humano venezolano común y de a pie o ha enriquecido las arcas de algunos, quienes han hecho el gran negocio con la Revolución Bolivariana. Algunos piensan, con acertada precisión, que ambas consecuencias se experimentan, se sienten y se viven y son en demasía cotidianas. Mientras el corrupto es un bastardo social; el ser humano cotidiano, humilde, trabajador, vecino, compatriota, tiene su existencia social puesta en la oniria revolucionaria. Y existe una conducta comprometida que se traduce contundentemente en el trabajo voluntario, en la participación protagónica, en el reclamo sincero, en el voto duro, en el desprendimiento, en la lealtad a toda prueba, en la presencia militante, en el crecimiento revolucionario, en la formación y capacitación permanente y en el desarrollo habitual y compromiso socio-político-filosófico con el inmenso legado del Comandante Eterno, Hugo Rafael Chávez Frías.

La reflexión, meditación y la vivencia de la espiritualidad de la liberación tiene en consideración, reparo y exigencia de una práctica humana, social y política cristiana que en cualquier parte, es ser en Jesucristo un Hombre Nuevo. Dice Efesios. Capítulo 4. Versículos 22- 24: Se les pidió despojarse del hombre viejo al que sus pasiones van destruyendo, pues así era la vida que llevaban y renovarse por el espíritu desde dentro. Revístanse, pues, del hombre nuevo, el hombre según Dios que él crea en la verdadera justicia y santidad, (La Biblia Latinoamericana, 2005). O esta otra traducción:

Ustedes saben que tienen que dejar su manera anterior de vivir, -el hombre viejo- cuyos deseos falsos llevan a su propia destrucción. Han de renovarse en lo más profundo de su mente, por la acción del Espíritu, para revestirse del Hombre Nuevo. Este es el que Dios creó a su semejanza, dándole la verdadera justicia y santidad, (La Biblia. Ediciones Paulinas. Verbo Divino, 1974). Considérese, por los menos, uno de los rasgos principales de ese Hombre Nuevo, valga la reiteración.

En primer término, la lucidez crítica, la cual es producto de la pasión por la verdad. La observancia y cuestionamiento permanentes frente a los medios de comunicación, estructuras, ideologías y supuestos valores, símbolos y prácticas que enajenan y avasallan al ser humano y lo hacen esclavo del consumismo,  lo entrampa en el egoísmo y espíritu individualista. De igual manera, estimulando sistemáticamente la pérdida del sentido social de la vida y de los objetivos colectivos. Todo ello tiene su fundamentación en las diferentes formas como se expresa el global market, también referido como el neoliberalismo o la globalización, (Subercaseaux, 2002).

El capitalismo ha impuesto la lógica de la desigualdad aunada a la persistente pobreza y desintegración social. La distribución de los ingresos en la población mundial expresa que el  segmento más rico constituye el 20 por ciento del total de la población, la cual percibe el 82 por ciento del ingreso mundial; mientras que el 20 por ciento más pobre, apenas recibe el 1,4 por ciento del ingreso mundial. Tamaña desproporción tendría que increpar al alma más áspera, desapacible y hosca d cualquier parte del orbe. Es esa la copa de champan de donde bebe el mundo contemporáneo. La fortuna de los 358 individuos millonarios en dólares que hay en el planeta es superior a las entradas anuales sumadas del 45 por ciento de los habitantes más pobres del planeta, (PNUD, 1996). Mientras en 1960, el 20 por ciento de la población mundial, que vivía en los países más ricos, tenía ingresos 30 veces superior al 20 por ciento de los países más pobres; treinta y cinco años después, en 1995 ese ingreso era 82 veces superior, (Le Monde Diplomatique, nov., 1998). Más de 800 millones de seres humanos pasan hambre y  alrededor de 500 millones de individuos sufren de malnutrición crónica. Cada año, alrededor de 17 millones de personas mueren de enfermedades infecciosas o parasitarios curables, como la diarrea, el paludismo o la tuberculosis. Millones de niños y niñas no tienen aún acceso a la escuela, 130 millones en edad de primaria y 275 millones en edad de secundaria. Esto es lo que se llama capitalismo. Ese es la realidad histórica-social desde la cual es ineludible hacer la revolución socialista, humanista y revolucionaria. El Hombre Nuevo nacerá desde una realidad de explotación e injusticia; exclusión y prepotencia clasista. La universalización del modelo burgués lleva implícito e inherente al mismo tiempo la mundialización del proceso de liberación. La historia tendrá que contar con los pobres de América…

Si el modelo afirma que en el Norte los ricos y en el Sur los pobre. Al parecer el esquema es válido sólo en parte: la inopia se observa con un relativo crecimiento progresivo en los países industrializados del Norte. La pobreza les llegó de visita. Para el año 1997, en Estados Unidos, 47 millones de personas estaban carentes de seguro social y en Londres, los implacables números precisan que 400 mil personas están sin hogar, dulce hogar. La pobreza no afecta de la misma manera a las mujeres y a los hombres. Víctimas de todo tipo de desigualdades sociales, oportunidades diferentes en términos de educación, de empleo y propiedad entre otras cosas –los mujeres disponen globalmente de menos perspectivas que los hombres, (PNUD, 1997).

La globalización –o mundialización- expresa una fase del capitalismo que se caracteriza por la libre circulación de flujos financieros y bienes económicos. Expresa también una situación nueva en que la lógica del mercado que se ha extendido a casi todo el planeta. Se trata de un proceso al que concurre un desarrollo incesante de nuevas tecnologías de la comunicación e información. Tecnologías que le han quebrado la mano al tiempo, al espacio y a la geografía, generando lo que algunos llaman un mercado-mundo y otros, aldea global. La globalización implica grados crecientes de comunicación e interdependencia en todos los niveles de la vida y entre todas las sociedades del planeta, lo que produce una transnacionalización inédita de los procesos históricos, (Subercaseaux, 2002).

La forma específica de expresarse esa aldea global en el mundo cotidiano de las personas, concretamente en hechos, valores, símbolos, actitudes, conductas, y en general, en estilos de vida, la caracteriza en su trabajo Reflexiones en torno al proceso de Mundialización-Globalización, (Lumen Humanitas, 1998), Ezequiel Ander-Egg y la llama: La transnacionalización de la cultura, la cual se ha producido o canalizado a través de dos vías de diferente naturaleza: los medios de comunicación de masas y el comercio internacional. Los Mass Media han creado una novedosa conciencia planetaria, que supera las culturas firmemente enraizadas, religiones tradiciones…e identidades nacionales bien distintas. Además, el intercambio e inmenso cambalache cultural se sucede desigual, asincrónico. La cultural dominante impone procesos de aculturación compulsivos y así su estilo cultural predomina. Algo es definitivamente cierto se ha producido un proceso de difusión cultural y divulgación científica sin precedentes. En ello  también los canales mediáticos han jugado un papel determinante. El mayor tiempo libre para el disfrute cultural y la adquisición de conocimientos y saberes lleva consigo su condición fragmentaria y acrítica de todo en un único paquete.. Una postura crítica y resueltamente contestaría juega aquí un papel definitorio y esclarecedor en el momento de discernir y  optar por el camino de emprender la revolución, la toma del poder, la dignificación de la humanidad doliente. Pero en la realidad capitalista planetaria y a la vez cotidiana

Pero en la realidad capitalista planetaria y a la vez cotidiana se encuentran la teleparticipación planetaria, que ofrece los eventos globales y determina, de alguna manera, la percepción que tiene el individuo de la realidad. La enorme y abundante venta de productos trae con ellos un estilo de vida, así como valores culturales. El libre mercado- se posesiona de la vida común y habitual: libre circulación de servicios, bienes y capital, desde las inversiones directas hasta las transacciones financieras. Ello significa la primacía de los intereses económicos y empresariales sobre las necesidades de las personas, la justicia social y los intereses colectivos. De tal manera que el binomio mercado/rentabilidad opera en tres principios: producir eficazmente para aumentar la rentabilidad, consumir con opulencia para dinamizar el mercado y ponerle precio a todo, hasta los servicios sociales tienen un costo. La autopista electrónica de la información brinda una sobreinformación que para comienzos del siglo XXI se calculaba en 500 millones de usuarios. Ponerse en sintonía con  el planeta requiera nada más que de un ordenador, un módem y el número telefónico. El mundo hollywoodense impone el modo de vida norteamericano a través de los medios masivos de comunicación. Estos medios industriales sutilmente trasmiten valores, símbolos, conductas, falsa conciencia, estereotipos de la cultura light como cultura de masas para vivir diariamente el modo de vida del espectáculo con comportamientos y actitudes vitales de frivolidad, conformismo y evasión, así como el compulsivo consumo masivo, el imperio de la mercancía, necesario o no requerido. La dominación ideológica-cultural se expresa en la norteamericanización del estilo de vida; en las condiciones de dominación/domesticación, en la cual las necesidades se transforman en ideas abstractas y las ideas abstractas en necesidades. Se incuban los valores de los dominadores en la propia mente de los dominados. Los puntos de referencia vitales se reducen a dinero, consumo y figuración social. Junto a un estilo de vida insolidario se absolutiza la individual. El baremo del dinero determina el status alcanzado por el espíritu individualista.

La aldea global ha configurado a escala mundial un modelo global de modernización Ese modelo ha sido configurado a escala planetaria en términos de la aldea global made in USA y su mejor aliando es la cultura del entretenimiento, traducida en tv de pacotilla, telebasura, reality shows, concursos de todo tipo, simplones, revistas del corazón, donde la clase media es protagonista de rigor y promoción de la forma de vida del lumpen proletariado: actores, actrices, prostituidos y semi prostituidos, playboys, nobles y deportistas de grandes ingresos, de fiesta permanente, vida banal, de revista de chismes entre alcobas, tragos, droga, amores y toda una existencia light. En términos generales, se trata de la universalización del modo burgués como paradigma. Se absolutiza lo individual, se configura la personalidad del homo consumens y tener status es el proyecto existencial. He aquí algo del capitalismo en su realización cotidiana.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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