He leído con muchísima atención el artículo de Víctor Álvarez que lleva por título “Ser o no ser: ¿de izquierda, socialista o humanista?”, el cual no comparto en su totalidad pero si saludo enormemente el debate que propone, que por cierto queda más reivindicado aún, ante las descalificaciones de las que ha sido blanco su autor. Ese vicio de obviar lo sustantivo para centrarse en el señalamiento contra quien expone los argumentos ha sido una práctica que expresa el delirio alienante y castrador, inherente en la lógica de quienes temen hasta de sus propias intrigas.
Pero yéndonos a lo que realmente es nuestro interés, Álvarez expresa una gran complejidad que para muchísimas generaciones de valiosos militantes y luchadores ha significado todo un reto con diferentes resultados desde el punto de vista de la comprensión. El costo de vivir o entender tragedias como la acontecida en Rusia una vez consolidado Stalin en el poder, más todo lo que ha significado desde el punto de vista histórico y político para la humanidad, y que todo eso se hizo a nombre de la revolución y del socialismo, se ha traducido en una diáspora que llevó a hombres y mujeres hacia cualquier parte, que han ido desde romper con cualquier alternativa posible ante el capitalismo o caer en los brazos del escepticismo.
Las revoluciones no han cumplido su promesa de liberar a los pueblos de la explotación, lo que de manera automática no hace a la revolución responsable del fallo porque entre otras cosas se corre el riesgo de tener solo un enfoque burocrático de cualquier gesta emancipadora. Si una dirección política dice que el socialismo en un solo país es posible, por un lado está equivocada y por el otro los revolucionarios deben asumir como tarea enfrentar los riesgos que conlleva semejante afirmación. Si una dirección política dice que el Arco Minero del Orinoco firmado con transnacionales es ganancia para el país, la tarea inmediata de los revolucionarios es denunciar e ir contra esa política.
El capitalismo ha fracasado porque es un sistema que solo ha dejado hambre y miserias para los pueblos del mundo en beneficio de pequeños emporios de poderes, el capitalismo es el gran enemigo de los pueblos, pero una revolución misma de manera contradictoria lleva en sus entrañas el monstruo contra el que pelea y ese monstruo se empieza a revelar con mayor fuerza inmediatamente una vez que un proceso socio político de cambio comete la fatalidad de encerrarse en las fronteras de un determinado país. No era cualquier cosa lo que afirmaba Lenin de que la revolución rusa iba a depender más de los pueblos europeos que de lo que hicieran ellos mismos dentro de Rusia.
Ese monstruo muta y encuentra formas nuevas a su acomodo. Una de sus grandes caras es la burocracia y una dirección burocrática no traiciona solamente desde el hecho que responde a sus intereses particulares, sino que también se sustenta en la falta de un programa concebido para la revolución. En Cuba se decidió un rumbo alejado de su pueblo no solamente al comenzar a relacionarse con los soviéticos, sino fundamentalmente cuando se empezó a excluir a los trabajadores y a la población en general de los grandes debates, entre ellos el económico.
Para la revolución bolivariana no fue saludable nunca que su programa prácticamente lo encarnaba Chávez, por eso no había alma orgánica para que los trabajadores lucharan contra las mafias en las empresas expropiadas, por eso no hubo una política real de fondo para superar el rentismo petrolero, por eso los debates de los problemas más reales como los relacionados a la mujer, los estudiantes, la comunidad, sexo diversos, la juventud, etc., etc., no fueron abordados de fondo ni se pudo pelear porque así fuese.
La burguesía ha hecho muchísimo por identificar socialismo con estalinismo, con autoritarismo, con falta de democracia, con partido único… que se ha traducido en derrota y desmoralización y el papel de una supuesta izquierda que en su son de comparsa ha puesto en bandeja al verdugo de los pueblos, todo el terreno para la ofensiva neoliberal. Pero esos mismos pueblos siempre vuelven a la pelea, amén de que no tienen más alternativa y es ahí donde está una de las claves para empezar a entender y hacer.
Que “Las revoluciones han sido traicionadas” no es una expresión vacía ni eufemismo, es el comienzo de una explicación que nos abre paso para encontrar las herramientas necesarias y volver de cara hacia la gente, no para de entrada ir a enseñarles ni explicarles nada, pero si para acompañarles en sus reclamos, en sus luchas, por caminar en función de verdaderos intereses comunes.
Lo que hoy está desacreditado y lo seguirá estando son los modelos de gobiernos antipopulares y hambreadores, como también las caricaturas de supuestos gobiernos progresistas, y lo que siempre estará vigente es vincularse a la realidad de los trabajadores y el conjunto de los excluidos para a partir de ahí diseñar propuestas y políticas. Ahí van a ser bien recibidos los de izquierda, los socialistas y también los humanistas.