Venezuela se respeta (Segunda parte)
Estaba sentado con mi amigo político ante sendas tazas de humeante café. Había transcurrido casi un mes desde nuestra anterior reunión, antes de que se comunicara nuevamente pidiéndome volver a vernos. Yo lo observaba atentamente para ver si traía o no puesto su uniforme de político mientras el paseaba distraídamente su mirada por el resto de la gente.
Se veía diferente a la vez anterior, como más suelto y natural. Pero también un poco desencajado y nervioso. Como no parecía estar dispuesto a decir nada le pregunté si seguía aún interesado en conocer lo que habíamos hecho en Venezuela, para ir equilibrando las necesidades urgentes con la organización social y planes estratégicos a mediano y largo plazo.
Contestó que si, por supuesto que lo estaba, pero antes quería hacerme unos comentarios respecto a lo que experimentaba desde que habíamos conversado. Parece que lo que había vislumbrado en el anterior encuentro lo había hecho sentir totalmente desubicado dentro de su vida de político.
Se sentía incómodo, sentía que todo era una falsedad, y además estaba avergonzado de sus anteriores preguntas y comentarios, de su insensibilidad ante el dolor ajeno. Casi aseguraría que estuvo a punto de soltar unas lagrimitas, así de afectado estaba. Puse mi mano en su hombro mientras le decía que eso era algo natural cuando uno se sacaba su disfraz social y percibía como un simple y sensible ser humano.
Eso hablaba muy bien de el, no cualquiera tenía el valor de confesar sus sentimientos profundos. Sin embargo la vergüenza y la culpa son arrastres de nuestra educación represiva que no ofrecen ninguna utilidad. Lo apropiado es alegrarte y agradecer que hayas caído en cuenta de malas grabaciones sicológicas, anímicas, conductas erróneas, huellas de tu educación infantil seguramente. Ahora solo se trata de intencionar y disponerte a corregirlas.
En muchos casos ello puede significar cambiar el ámbito o el trabajo en que uno se desempeña, si te hace sentir demasiado mal e impotente. Es allí donde muchas buenas intenciones se enfrentan al temor a perder algún privilegio o a los consejos de sensatez de la familia. Y los revolucionarios que estaban a punto de nacer, son tragados por las fuerzas conservadoras si las decisiones no son suficientemente profundas y firmes.
Pero con respecto al tema particular que nos reúne, ese estado de extrañeza y desorientación que estás experimentando es justamente el que te pone en el tono de la revolución que irrumpe inesperadamente en medio de los hábitos y creencias heredados, y te permite comprenderlo.
No ya como idea sino como estado mental, como vivencia. Ahora puedes ver que no se trata solo de cambiar instituciones, partidos o personajes buenos o malos, sino toda una organización social, toda una dirección y un modelo de conducta.
Y claro está, eso comienza por tomar conciencia de que estamos generándonos a nosotros mismos y a nuestro entorno sufrimiento innecesario, surgiendo entonces el deseo de hacer mejor las cosas. Nuestra intención de cambio nos lleva a modificar nuestras conductas, y nuestro cambio de conducta es lo que afecta inevitablemente nuestro entorno.
Recién entonces comienza realmente una revolución esencial y significativa que no tiene ya regreso, porque está asentada en la conciencia y en el cambio de conductas voluntario. Allí no hay imposiciones ni cambios obligados por temor al castigo o por la expectativa de premios. Y por ello no te pueden comprar para que traiciones tus decisiones sinceras de cambio.
Ese es el fogueo imprescindible e inevitable en quien se dispone a cambiar conductas. No puedes hacerlo en el laboratorio, en reclusión. Tienes que fluir con las correntadas o mareas vivientes que van cada día a su rutinaria jornada y vuelven a casa una y otra vez.
Descargan con sus compañeros e hijos las tensiones y frustraciones acumuladas durante la jornada, por circunstancias frente a las cuales no pueden hacer nada más que aguantar, para poder así satisfacer sus necesidades, llevar alimento al pico de los pichones en el nido.
Si aún lo recuerdas dijimos que nacemos a y en una condición biológica, con unas necesidades que satisfacer, y un esfuerzo, un trabajo que realizar por tanto. Esta es una condición ineludible, porque de no satisfacerlas comienza el dolor, la enfermedad, el creciente deterioro y finalmente la muerte. No hablamos por tanto de relatividades ni de idealismos románticos.
El dolor es un poderoso móvil, no le da sentido a tu vida, pero de que te mueve te mueve. Ahora bien, debajo de las diferentes modas de todas las épocas vive un ser humano esencial. Y se siente algo muy particular cuando uno se da cuenta que el tiempo y todos esos aparentes cambios solo son aspectos superficiales, que en profundidad no cambian nada. Es extraño darte cuenta que el hombre de mil o cinco mil años atrás era esencialmente igual a ti.
Frente a la necesidad de trabajar para satisfacer tus necesidades solo tienes dos alternativas. Realizar el esfuerzo necesario, como sea que ese esfuerzo se vista en cada época, intelectual o físico, artístico o científico. O esperar que otros lo hagan y apropiarte de el por la fuerza o por el engaño. Desde el principio mismo de los tiempos siempre ha sido así. Por eso surgieron los premios y los castigos, la ley del talión, práctica o escrita, la vendetta de la familia mafiosa.
Por eso se instauraron las cárceles y la pena de muerte que hoy desentierran en muchas partes, a la vez que bajan la edad de castigo y encarcelamiento para incluir a niños y adolescentes. Solo faltan perros y gatos, que son del mismo modo domados o domesticados. Recuerda la conquista de los anteriores imperios por los bárbaros, las historias de los vikingos, los Robin Hood, Arturos, Camelots y caballeros de todos los tiempos y de todas las épocas.
En Uruguay donde pasé mi infancia y adolescencia, decían que todos los días nace un gil o un tonto y es del primero que se lo encuentra. Los que estaban en la cárcel le llamaban a los de afuera “la gilada”, es decir los que trabajan para vivir.
Claro que sabemos que los que van a parar allí adentro es porque no tienen con que comprar jueces y abogados y que los ladrones de cuello blanco son Señores. A ellos se les rinde pleitesía para que nos den por favor un trabajito en el que poder servilmente esclavizarnos de por vida, mientras le producimos suculentos dividendos a cambio de su magnánimo gesto.
Y no me digas que en tu adolescencia, ante la alternativa de tener que encadenarte de por vida ocho horas diarias en un hueco adornado con plantitas o no, no pensaste en la posibilidad de tomar el camino menos esforzado, de explorar otras alternativas. Las circunstancias se prestan a veces más y otras menos, pero a nadie deja de pasarle por la cabeza tal idea.
Hay momentos donde pasa por la mente de toda una generación o de varias, como la de los hippies. Y hay otros momentos en que ese deseo de cambio de forma de vida, se acelera y viene cada vez más seguido, hasta que llega para ya no irse. Es entonces que sucede o nace la condición mental y anímica en que la revolución puede ser.
Hay un modelo central, una forma mental humana que se va dibujando en el paisaje a medida que se especializan funciones sociales, se van construyendo herramientas y se gana en capacidad de organización social. Ese modelo está presente en todo, y cada vez queda más claro a medida que la tecnología va permitiendo mayor producción, transportación y comunicación para ampliar el alcance los centros organizadores.
Así llegamos a nuestra época con un centro manifiesto de concentración de poder y capital al que llamamos imperio, y en cuya periferia están los países menos desarrollados o más explotados que llamamos tercer mundo. Pero ese modelo se reproduce en cada estado, gobernación y alcaldía.
Se reproduce en cada nueva generación que tiene que pelear con la que está enquistada en el poder. Opera también dentro de cada hogar donde hay centro manifiesto de control y dominio. De nuevo lo encontramos en el ego como centro de la organización y economía sicológica, y en el medioevo se nos rebela con la Tierra cual centro estático en torno al cual gira el universo.
Lo plasmamos también cual modelo planetario girando en torno a un sol, así como electrones girando en torno a un núcleo que concentra casi toda la energía atómica. Por si fuera poco también tenemos un solo Dios que es el centro inmóvil del empíreo, nos rige y organiza a todos con su poder y voluntad. Los reyes y cortes feudales, los estados no son la excepción.
Y es así como desde el principio mismo de los tiempos, desde que nos llamamos seres humanos a nosotros mismos, venimos generando sistemas de tensión en torno a ese centro manifiesto de organización, hasta llegar a ciertos umbrales de tolerancia y producir la descarga como enfrentamientos violentos entre grupos humanos.
A medida que disponemos de mayor tecnología y organización social, mayores son los grupos que se reúnen y enfrentan. Así nacen, se levantan, construyen y caen, llegan a su fin civilizaciones, imperios enteros. Dentro de tal proceso siempre hay grupos que tienden a la respuesta inmediata, a ser guiados por el dolor, la necesidad y la pasión, lo instintivo.
Mientras hay otros grupos que tienden a la experiencia y el conocimiento organizado. Ellos sienten como todos el dolor, pero también recuerdan su dolor y el de generaciones anteriores y lo proyectan a futuro, experimentando temor y deseo ante la posibilidad de que se repita el sufrimiento. Por tanto conciben formas de anticiparlo, prevenirlo, evitarlo.
Es así como vamos evolucionando impulsados por aquellos que van más allá de lo reactivo e inmediato, proyectándose en un horizonte temporal, que obviamente son los que han aportado la iniciativa que nos ha traído desde la época de las cavernas hasta el presente momento. Sin embargo, desarrollo intelectual no es igual a predominio de la razón.
Tú puedes ser muy culto y organizado, pero no por ello a la hora de actuar son tus razones las que imperan. Puedes ser muy razonable mientras tus intereses, tus temores y tus deseos no están en juego. Pero a la hora de que ves afectados tus recursos, entra en escena el temor y la razón es desplazada sin miramientos. Luego la razón sirve para justificar tus irracionales actos.
Por tanto, si llegamos a esta presente situación no tiene nada de sorprendente, es el desenlace natural y lógico de cómo hemos vivido siempre. Lo que si resulta sorprendente es que nos sorprendamos de llegar a estas circunstancias. Y debiera servir para hacernos preguntar adonde hemos tenida puesta nuestra atención hasta ahora, para que no reconociéramos las consecuencias de nuestra forma de vida.
Y por este camino llegamos a las circunstancias que ya conversamos se desencadenaron en Venezuela, ante la simple intención y propuesta de atender a las necesidades urgentes e impostergables de la gente más necesitada. Y como a partir de entonces comenzamos a tomar conciencia del sistema de vida en que estábamos atrapados y era necesario transformar.
De ese modo fue como en este caso no ya una élite intelectual sino todo un pueblo, comenzó a hacerse conciente de las condiciones que lo mantenían en la miseria, a sentir la posibilidad de un mundo mejor y posible, y a intencionar las refundaciones institucionales y de conductas necesarias para pasar del modelo utópico a los hechos transformadores de la realidad.
Me quedé en silencio porque habíamos llegado al punto de responder la pregunta pendiente de la reunión anterior. Pero también porque veía en sus facciones una expresión de ternura inusitada. Luego de un momento dijo más que preguntó, que sabía que todo ese rodeo que yo había dado era para que el se sintiese libre de vergüenzas y culpas y me lo agradecía mucho.
Poniendo su mano sobre la mía me confesó que desde el primer momento había sentido que nuestra reunión iba a ser mucho más que informativa. Ahora sabía que su presentimiento era certero, porque su vida había cambiado, ya no podría volver a ser el mismo. Y retirando su mano guardó silencio nuevamente, obviamente conmovido.
Dije que también mis artículos además de difundir nuestra revolución, iban dirigidos a todos los que resonaban en esa sensibilidad. Que a través de ellos me había sucedido muchas veces encontrarme con personas que sentíamos conocernos desde siempre, y que estos encuentros estaban predestinados de algún modo difícilmente comprensible o explicable.
En esencia lo que sucede si prestas atención, es que se han caído los uniformes, máscaras y disfraces del baile social, y solo queda una sensibilidad a flor de piel que no encuentro mejor modo de describir que como pureza o inocencia. Como si no hubiese nada que tradujera o intermediara la relación, como si pudieras mirar y dejarte mirar sin avergonzadas desnudeces.
Una vez más te digo que estás experimentando el proceso revolucionario. Porque la verdadera revolución comienza cuando te sientes de un modo nuevo, como un nuevo hombre. En consecuencia es natural que desees hacer las cosas de un modo diferente y construir un mundo nuevo apto a tu redescubierta sensibilidad. Desde este estado mental y anímico que experimentas ahora vas a comprender con facilidad lo que estamos haciendo en Venezuela.
No voy a entrar en detalles económicos como que después del golpe de estado virtual y el sabotaje petrolero disfrazado de huelga general, por doce trimestres ya, Venezuela ha tenido un crecimiento del 12,6%, prácticamente el mayor del mundo a la par de China. Ni te voy a repetir la información de las misiones para eludir la burocracia institucional heredada.
Todo eso ya lo leíste o lo puedes leer en mis artículos. Partamos pues de lo esencial, la elección en referendo popular, de una nueva constitución o modelo que ponía al ser humano por centro de toda planificación estratégica y organización social. Aprobada por la casi totalidad de los habitantes. Solo que como tu sabes entre los dichos y los hechos hay un gran trecho.
En Venezuela todos chupaban la gran teta del Estado, repartiendo entre la élite los dividendos petrolíferos y dejando gotear hacia la clase media los excedentes, al costo de ir endeudando, vendiendo, regalando, privatizando las materias primas, bienes y servicios nacionales.
Por tanto cuando les quitaron la teta de la boca y la reorientaron prioritariamente hacia la clase más necesitada, necesariamente toda esa red de distribución parásita se resintió. Utilizando todos los poderes económicos y comunicacionales para exacerbar el miedo de la clase media poniéndola en contra de un proyecto que ellos también deseaban, pero ahora temían irracionalmente como al mismo diablo al sentir puestos sus intereses en juego.
Fue así como el pueblo comenzó a tomar conciencia de los intereses que impedían que viviera decentemente. Fue toda una educación experimental en que hubo que aguantar a pie firme las arremetidas de grupos enceguecidos que no reparaban en medios ni tenían la menor moral, utilizando a los que se dejaron manipular siempre cual escudo y carne de cañón.
En lo esencial comenzó a quedar clara toda una cultura del temor, deseo, egoísmo y muerte que nos había regido hasta ahora y nos seguía rigiendo, porque la teníamos metida hasta en los tuétanos. Y por tanto la médula del proceso revolucionario era una educación teórica y práctica a todo nivel, simultánea al cambio de los mecanismos económicos e institucionales.
La revolución concebida y comprendida como un ejercicio de transición hacia una cultura de complementación, solidaridad, generosidad. Aprender a resolver nuestras necesidades compartiendo, crecer juntos reconciliando diferencias arrastradas del modelo que justamente deseábamos transformar, superar, dejar atrás, pero que estaba arraigado en nuestros hábitos.
Para que comprendas la complejidad del proceso tienes que entender que hay varias generaciones compartiendo un mismo espacio y tiempo, pero todas en diferentes momentos de capacidad de respuesta a la satisfacción de sus necesidades. Y a todas ellas hay que darles atención simultánea. Amplíalo ahora al campo y a los indígenas totalmente abandonados.
Y todo ello bajo una continua campaña de bombardeo informativo y todo tipo de alteraciones del orden, incluyendo asesinatos, secuestros, contratación de paramilitares, todo ello financiado por capitales e intereses extranjeros que además hacían campaña internacional de descrédito para aislar a Venezuela de sus vecinos y simpatizantes y poder invadirla.
Más o menos puedes hacerte una idea de las presiones continuas y crecientes a que ha estado sometida la gente, y que nunca son tenidas en cuenta ni valoradas cuando se habla de los logros de la revolución. Muchas veces ni siquiera por los propios revolucionarios, que ingenuamente quisieran que todo cambiara mágicamente sin tener en cuenta las fuerzas en juego y los movimientos estratégicos y oportunos que han sido necesarios para avanzar.
Pero no termina allí la complejidad del proceso. Porque necesariamente el éxito de la revolución se debe también en gran medida a su política internacional, que ha sido exactamente la misma que hacia adentro. Cansados de ir a reuniones y proponer cambios de dirección desde la competencia hacia la complementación, se dieron pasos unilaterales.
Se proyectó la relación que ya se había establecido con Cuba internacionalmente, como misiones de alfabetización y medicina gratuitas para los más necesitados sin ninguna discriminación. Se comenzó a vender el petróleo sin intermediarios con amplios plazos de pago y bajísimos intereses, que pueden ser pagados parcialmente con la producción de cada país.
Es decir, una vez más pasar del temor y el egoísmo a la complementación y la generosidad. Este cambio anímico de la atmósfera que hemos respirado hasta ahora es el salto cualitativo, el núcleo esencial de la revolución, el único que puede romper las cadenas de la cultura del temor y la violencia sacándonos del eterno girar en círculos. Todo el resto es un asunto secundario de formas que se va resolviendo sobre la marcha si das dirección solidaria a la creatividad humana.
Cuando hablamos de petróleo date cuenta que no hablamos de cualquier cosa, sino nada más ni menos que la sangre que circula por el torrente planetario y genera el movimiento, la energía que ha revolucionado el espacio y el tiempo acelerando nuestra siquis y ritmos de vida. Hablamos de lo que mueve la codicia de los que quieren aplastar las libertades con sus botas.
Aparte de eso lo fundamental es el nuevo modelo o imagen del mundo con que se está educando. Desde niños se conocen y experimentan a si mismos como parte integrante activa y protagónica de una comunidad. Hacia ellas se han descentralizado los consultorios de medicina, los locales de estudio de todos los niveles, los expendios de comida, las comunicaciones que cada vez se digitalizan más, alfabetizando crecientemente al pueblo.
Cada comunidad tiene comités de agua, electricidad, tierras, bancos con capital que aporta el gobierno para que diseñen las mejoras que consideren necesarias, así como el asesoramiento profesional necesario. Las cooperativas atienden las casas de comida para los que no tienen recursos, diagnostican a los indigentes y madres sin recursos que han de ser atendidos por las misiones designadas a tales funciones.
Las comunidades ejercen contraloría social sobre si mismas y sobre las instituciones del Estado, que por ley están obligadas a hacer accesibles todos sus proyectos y administración de recursos. También participan en la discusión y elaboración de leyes junto con los parlamentarios. Como ya te dije todas esas funciones se están interconectando digitalmente para que realmente sea posible realizar una democracia participativa en tiempo real.
Como puedes apreciar estos niños ya nacen a, experimentan y conocen un mundo nuevo totalmente abierto a su curiosidad y participación. No se sienten separados de ningún modo de su entorno vital, participan de todo tipo de asociaciones. Construyen y comparten creativamente conocimiento, saben que son los creadores de su realidad y pueden transformarla de común acuerdo cuando lo deseen.
Bueno amigo he compartido contigo mi experiencia e información hasta donde estoy capacitado. Si te ha surgido alguna pregunta más que no sea para otra reunión completa, este es el momento de hacerla. Dijo que solo tenía dos inquietudes. ¿A qué se debía mi certeza sobre el triunfo de la revolución y cuales eran las deficiencias que le veía?
Es muy simple amigo, la estoy viviendo, sintiendo que en mi triunfa lo nuevo sobre lo viejo que va quedando atrás. Imagínate por un momento la historia como una película en la cual van desfilando las generaciones, unas van llegando y desplazando a las otras que se van yendo. Cada una hace y deja su aporte, enriqueciendo, transformando, construyendo el mundo en que ahora vivimos. Ahora acelera la película, 2, 3, 4, 10 veces.
De allí puedes sacar dos esenciales conclusiones. Todo lo que ahora ves en el mundo lo trajimos a ser nosotros desde donde sea que lleguemos aquí. La segunda es que la revolución es una aceleración del ritmo habitual de evolución, no una continuidad sino un salto cualitativo.
Tu y yo, nosotros somos la vida en proceso, somos lo que se puede acelerar e intensificar.
No creo que te puedas imaginar instituciones, que son una simple construcción, como cualquier casa, una simple cosa o mecanismo, acelerándose y ganando en vida, en creatividad. Nosotros los seres vivientes somos los que nos revolucionamos mental y anímicamente.
Nuestras conciencias y cuerpos son los que despiertan del letargo y comienzan a manifestar esa nueva sensibilidad en formas, nuevas instituciones y tecnologías. La revolución no tiene un objetivo, no se dirige hacia un fin en el tiempo, la revolución es el objetivo y el fin en si misma. Es una nueva forma de vida que llegó para quedarse, sin relación ya con el pasado.
¿Deficiencias, carencias de la revolución? Yo no lo diría así. Somos un proceso naciente, estamos en pañales, gateando. Pero somos un proceso alegre, creativo, transformador de la conciencia y el mundo, valioso en si mismo. Si no disfrutas revolucionarte, si no lo vives como un proceso valioso y gozoso en si mismo, ¿para que revolucionarse? ¿Qué revolución sería?
Somos un tierno brote que a muchos acongoja en cualquier momento sea aplastado por las pesadas botas de la barbarie. Pero no hay motivo para asustarse, frustrarse, desesperarse, porque es así justamente como florece y se va abriendo camino en la endurecida tierra toda semilla de vida, toda idea-fuerza de cambio.
Piensa solo en Jesús y sus doce apóstoles y adónde han llegado sus propuestas. Recuerda cuando a principios del siglo pasado los eruditos les decían a los hermanos Wright que si hubiésemos nacido para volar nos hubiesen dado alas. No nos dieron alas, tenían razón los sabihondos.
Pero nos dieron algo aún mejor. Fe, amor a la libertad, creatividad, inteligencia, solidaridad, y un deseo de trascendencia inagotable, indomable e inquebrantable, inmortal, que renace una y otra vez. Y de que volamos volamos amigo. ¿O no?
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