Si la vaina continúa así; todos los cuadros del PSUV van a terminar arrepentidos y lamentando la corrupción. Ya me imagino a Diosdado, casi por reventar porque se aguantó por muchos años casos de corrupción y tiempo después y para no reventarse, decidió tirar a la calle los trapitos de otros y seguramente los de él. “No me aguanto más”, no es la mejor manera de librarse de ese mundo.
Luisa Ortega Díaz debe andar rumbo a martes para exponer allá, los cosos de corrupción que se aguantó por muchos años. De martes se elevará hasta júpiter y si el avión prestado no le falla, hará una escala para saludar a San Pedro y explicarle, lo malo que funcionó la justicia en Venezuela siendo ella fiscal, pero justificará ante el amo de llave del paraíso, que no fue su responsabilidad.
La vaina es que este antojo anticorrupción que sacude la humanidad de algunos es como viral. El virus explota y hace efecto, cuando a un portador o portadora; el PSUV le aplica lo que ha venido aplicando desde su creación. Mientras se está bien con el PSUV, la corrupción es un hecho normal, rutinario y razonable. En cuanto se produce un “corto circuito” porque el PSUV hace lo que ha venido haciendo, pero ahora no le cae bien a un involucrado, aparece lo que no se aguanta y “sin querer queriendo”, dejan ver, que efectivamente hay mucha corrupción en el gobierno pero por omisión y acción; la afectada o afectado aparece como una pieza importante de ese perverso fenómeno.
Antonia Muñoz, que fue gobernadora con los votos de Chávez, vino a decirnos ahora lo que ya no se aguanta, pero que se aguantó por muchos años. Traicionó a su consciencia por aguantar muchos años hechos de corrupción y ahora, según creo, se ganó la fácil calificación de traidora por parte del PSUV.