El complejo mundo de las relaciones diplomáticas entre los pueblos se ha centrado con preponderancia en la economía y la política. Amén del soft power basado en la cultura representada por manifestaciones artísticas y científicas, que algunos regímenes imperialistas han sabido manejar como elementos de proyección de dominio frente a otros pueblos en desventajas. Hoy, derivado de la crisis por la que atraviesa el país, está emergiendo una diplomacia social muy particular, orientada a la comunión de ideales, cuyo fin es la conquista de la justicia y la dignidad de todos.
Los días 16 al 19 de septiembre de 2017 se concentraron en Caracas delegaciones provenientes de sesenta países del mundo, inspiradas en el "Diálogo Mundial por la Paz, la Soberanía y la Democracia Bolivariana" bajo el lema: "Todos somos Venezuela". Los asistentes, por unanimidad, rechazaron las inconcebibles medidas de represión aplicadas a la economía venezolana y otras formas de amedrentamiento utilizadas por el Gobierno de Estados Unidos contra la República Bolivariana de Venezuela, por el solo hecho de haber elegido una Asamblea Nacional Constituyente, haciendo uso de su Constitución Nacional y de sus leyes.
La Asamblea Nacional Constituyente contó con el respaldo de más de 8 millones de venezolanos que votaron a su favor, y este instrumento legislativo puso fin a una situación de zozobra, que por varios meses mantuvo en estado de aflicción intensa a un país libre y democrático. Nuestro pueblo sufrió el descalabro de crímenes de la derecha internacional, corresponsable de las muertes de más de 100 compatriotas; varios de ellos quemados vivos por su color de piel o por su aparente fisonomía, víctimas de los criminales y vándalos que incendiaban "guarimbas" como métodos delincuenciales para obstruir el tránsito vehicular y el paso de peatones, con el fin de crear crisis.
La oposición tozuda del presidente de Estados Unidos Donald Trump a la Asamblea Nacional Constituyente —acto impensable y fuera de toda lógica— tuvo una respuesta contundente de sectores representativos del pensamiento político progresivo de los cinco continentes, concentrados en el Teatro Teresa Carreño de Caracas.
Estas jornadas de Caracas han aportado un elemento nuevo que se ha manifestado en la solidaridad, un término interesante relacionado con factores de paz y soberanía, por una parte; mientras que, por otra parte, se le vincula a luchas sociales para alcanzar un bien colectivo.
Este término, solidaridad, no aparece en la Biblia; sin embargo, el libro católico habla de una vida digna de justicia y amor. Por su parte, el Antiguo Testamento se refiere a un Dios que sale al encuentro con su pueblo, para liberarlo y conducirlo a una vida digna y velar por el cumplimiento de un proyecto de justicia y dignidad para todos.
Ocurre que estos son los objetivos en los cuales coinciden los representantes de los sesenta países reunidos en Caracas, cuyos pueblos sostienen luchas hermanadas a la lucha de los venezolanos, y apuestan por la creación de sociedades de hombres libres. Como bien afirmara el Comandante Supremo Hugo Chávez: Un pueblo donde quepamos todos; un pueblo de paz y justicia.
Si algo llama la atención del encuentro por la paz realizado en Caracas, es que, si oteamos el mapa del globo terráqueo, nos toparemos con que nunca antes salió al estrado tal crisol de agentes no estatales para luchar por temas que otrora eran privilegios de los Estados. Hoy los ciudadanos figuran como los grandes protagonistas de eventos sociopolíticos que tienen en la solidaridad su principal acicate, su faro reivindicador.
Ahora sí pareciera estar planteada la lucha de todos contra el despotismo y la barbarie representada por la derecha internacional que, afianzada en sus poderes hegemónicos imperialistas, se ha creído dueña de otros pueblos, más los pueblos, cobijados en sus valores creadores, tienen en la honestidad su guía para vivir en armonía y paz.
A partir del encuentro "Todos somos Venezuela", se abre un universo esplendoroso de armonías y coincidencias, para que los pueblos que no se han creído dueños de otros pueblos, sino hermanos, rompan definitivamente esos lazos históricos con los imperios vecinales y emprendan luchas por conquistas de nuevo tipo, en las que prevalezcan acuerdos de ciudadano a ciudadano, de persona a persona.