El cantar de cisne de José Vicente Rangel ¿Hay algo esperanzador en último discurso presidencial?

José Vicente Rangel siempre ha gozado de estimación y respeto de parte nuestra. Pese nunca hemos intercambiado una palabra con él ni visto a menos de 20 metros de distancia. No es la primera vez que esto decimos, pero lo hacemos ahora por el título, sobre todo por lo del canto del cisne. No veo al destacado periodista como un viejo, siendo quien esto escribe un chamo que dentro de un mes cumplirá ochenta años. Bien sabe el lector que, según una fábula o muy vieja frase, el cisne siempre callado, antes de morir canta de manera exquisita. No significa tampoco que esté previendo la muerte de quien quiero dejar vivo antes de irme porque es más útil que yo y por el aprecio del cual goza entre mis amigos y hasta mi entorno familiar; como que para mi compañera de toda la vida es algo así como un ícono, pues fue urredista como él. De modo que lo del canto del cisne no se refiere a ningún presentimiento o mala intención, sino por lo que acaba de decir que pudiera ser lo que ha dicho antes y seguirá diciendo, no en favor del gobierno, sino como por un acto de conmiseración por quienes este integran. Hay en eso mucho de relaciones personales, compromisos y vínculos cercanos, afectivos que afectan el raciocinio.

Quiero decir más bien que en su buena fe, sabiendo bien cómo andan las cosas, su casi caballeresco concepto de la lealtad, lo lleva a decir cosas como quien pronuncia su último discurso, manifiesta su mejor deseo en relación con algo o alguien de quien ya no espera mucho.

No es José Vicente el único. Hay otras figuras muy respetables a quienes no mencionaré porque si formaron parte de mis amistades, hablo en pasado, porque ignoro si ellos siguen teniéndome el mismo afecto, respeto y confianza de antes, los mismos sentimientos que aún conservo por ellos, pese discrepe de su como exquisita forma de evitar decir lo que piensan, por lo mismo que Rangel.

Este último acaba de decir al inicio de su programa de los domingos:

"Me anoto en la legión de los optimistas, entre los millones de venezolanas y venezolanos, que en medio de la crisis no desmayan, que no se echan en brazos del pesimismo usado como recurso político para socavar el sentido de la patria y sembrar la desconfianza en torno a la posibilidad de salir adelante y superar las vicisitudes del presente".

Hago alusión al canto del cisne por lo evasivo que hay en el discurso. No hay en este, como sucede siempre en los de José Vicente, una defensa a ultranza del gobierno y sobre todo de sus políticas, por acción y las abundantes por omisión, ni tampoco acude al agotado recurso de acusar de esta debacle exclusivamente a la guerra económica. No. Esta vez dice algo que nosotros también suscribimos. Tampoco desmayamos. Desde la temprana juventud, hasta ahorita mismo, cuando escribo esto, lo que quiere decir antes que naciese Chávez, nos anotamos "en la legión de optimistas" que no desmayan ni se entregan "para socavar el sentido de patria". Eso significa, estar casi al final de nuestra vida, alineados en aquel incipiente proyecto expuesto tempranamente por el caraqueño Simón Bolívar, que ahora adquiere más vigencia porque las fuerzas imperialistas, esas del capital sin importar nacionalidades, nos tienen en la mira, sobre todo por las enormes riquezas de las cuales nos dotó la naturaleza.

Es verdad que hay toda una campaña destinada a quebrantar la fe, la esperanza y "sembrar la desconfianza en torno a la posibilidad de salir adelante y superar las vicisitudes del presente", como dijo Rangel.

El cisne pareciera presente cuando el discurso, por lo menos hasta allí, en ese día de programa, se sujeta a llamarnos a mantener la fe en "el sentido de patria" y mantener la confianza en el futuro. No hay palabra alguna que eso lo sujete o condicione a continuar respaldando o defendiendo a quienes ahora están en el gobierno.

Este fin de semana he tenido la oportunidad de hablar casi con una decena de jóvenes que hacen planes para irse del país. José Vicente sabe bien que sus razones tienen. No son ni fueron formados en la estirpe nuestra, bajo el régimen de Pérez Jiménez, cuando en la mayoría de nuestras ciudades, como la mía, Cumaná, por lo general un joven, pese tener el título de bachiller en el liceo Antonio José de Sucre, con todo el valor cualitativo que eso tenía, sin recurso alguno para trasladarse a otra parte y de paso estando cerrada la Universidad caraqueña, optamos por hundirnos en la clandestinidad para combatir el régimen y cambiar lo que era menester cambiar. Después, instalada "la democracia" de Betancourt, por las mismas razones volvimos a envolvernos en la lucha clandestina por ese "sentido de patria" que en nosotros anidó. Ellos, los jóvenes de ahora, pese a que quienes gobiernan hablan de una revolución y hasta la llaman, de vez en cuando ahora, socialista y hasta ayer un absurdo personaje, ex ministro, hasta habló de "nuestra sociedad eco-socialista", están embargados de una lógica del capitalismo tan agobiante que no lograron en nosotros aquellos gobiernos de mi juventud. No es que hayan perdido el sentido de patria, sino que fueron formados en la lógica del capitalismo y además, la Venezuela de ahora, por efectos de la guerra económica, con todo lo que esto implica y los garrafales errores del llamado "proceso bolivariano" desde bastante tiempo atrás, que generó en ellos expectativas inalcanzables mediante un consumismo descomunal, lo que desde que Maduro es presidente, han coincidido y hasta contribuido con ciertos factores políticos y medios, como dice Rangel, a "sembrar" desconfianza en lo que el futuro les depara.

Creo que el mismo José Vicente debería revisarse. ¿Se genera o no desconfianza en el futuro cuando se oculta parte importante de las causas de nuestras dificultades al país por años, como y por qué se vino cayendo la producción petrolera y se optó por explicar la merma de divisas solamente en la declinación de los precios?

El gobierno y hasta el mismo Rafael Ramírez, ahora "mártir" o dado de eso y justo cuando le culpan de la debacle de PDVSA, por tantas cosas, incluyendo la presunta corrupción practicada por gente de su entorno, comenzaron a hablar de la tragedia de la baja producción de hidrocarburos, que según fuentes es superior a lo que se reconoce, tanto que hasta desmienten al actual presidente de la estatal petrolera, cuando habla de un aumento inusitado, como increíble de 500 mil barriles diarios desde cuando llegó al cargo hace apenas un mes, solamente cuando se les cayó el argumento de los precios, los que desde meses atrás vienen subiendo paulatinamente y ahora superan los 60 dólares por barril.

Respecto a lo anterior, cabe la siguiente pregunta. ¿Por qué, si la caída de la producción llegó a un millón quinientos mil barriles diarios, y en un mes, según el principal vocero del sector, se ha podido recuperar en medio millón, da un plazo tan largo, de más o menos dos años para lograr la meta de otro medio millón? ¿Hay coherencia en esa información o es inexacta como afirman ligados al sector ? ¿Por qué Rangel no indagó a fondo, teniendo al frente al personaje pertinente sobre ese tema?

Veo bien que Rangel llame al optimismo, a mantener vivo el sentido de patria, a denunciar a quienes difunden el pesimismo para bajar la moral y estima del venezolano en función de las políticas imperialistas, de ese imperialismo del capital y no de nacionalidades, pero vería aún mejor si "descubriese" como el gobierno no sólo es incompetente, sino que por esto mismo hunde más en la miseria y la incertidumbre al venezolano y contribuye a que ciertos sectores, sobre todo de la juventud, "pierdan el sentido de patria". ¿Hay algo estimulante, futurista, esperanzador, para salir de esta crisis y foso, en el último informe anual del presidente ante la ANC? ¿Habló de planes concretos, trascendentes. en el área económica, que no sea de unos invisibles motores que no suenan y de piñatas pueblerinas, como para crearle a los jóvenes esperanza y fe en el futuro asociado a él y su entorno?

La expresión de "Canto de Cisne", no sólo está asociada a la muerte, también a la jubilación, rompimiento con el pasado y con compromisos a los cuales por dignidad uno no puede continuar atados.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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