Se supone que vivimos una época de racionalidad. También se lo suponía justo en el momento en que el nazismo hizo irrupción en el escenario mundial y casi se adueña de el. Porque en aquél momento Europa era el centro del mundo y el resto eran colonias y suburbios de donde se traían ricos minerales y exóticos productos.
Eran el motivo de las fantasías de los escritores y aventureros, de todo aquél que se sentía frustrado en su propia cultura. Es curioso que afloren juntas a la conciencia colectiva dos versiones del nuevo hombre y mundo posibles. Una que habla de justicia, hermandad, libertad, igualdad. La otra que habla de la raza superior que ha de dominar a las inferiores y que promueve exterminios raciales.
Hoy ya no quedan muchos espacios vírgenes o desconocidos con los cuales fantasear con el misterio. En parte porque nuestros satélites cubren el planeta completo y además porque nos hemos vuelto escépticos de tanto soñar y desilusionarnos. Nuestra civilización está cansada.
Se supone que vivimos una época de racionalidad. Y justo entonces salen los presidentes diciendo que los dioses les encomendaron eliminar a los bárbaros, a los infieles, herejes, que hoy se llaman terroristas. Y comienzan otra vez las inquisiciones y los holocaustos.
Si prendes radios o televisores escucharás adivinas que prometen todo tipo de prodigios, profesionales que te adelgazan sin dejar de comer ni hacer ejercicios. ¿Qué será lo que no puedas escuchar en este mundo racional? Si caminas por la calle, la mitad de los negocios son loterías. ¿Qué otra cosa puedes hacer que apostar tu futuro al azar en un mundo racional y disciplinado, cuando las alternativas de mejorar tu situación se ven negras?
Se supone que vivimos una época de racionalidad. Entonces escuchas a un político decir que los impuestos no son suficientes para alimentar, educar y dar salud a la gente. Hay que abrir el mercado para que vengan capitales y creen fuentes de trabajo.
Entonces tal vez, los que no hayan muerto de hambre puedan arrastrarse y hacer una fila en espera de ser aceptados entre todos los menesterosos para trabajar. Después de un mes, si todavía no se han comido a ningún jefe ni compañero, recibir una limosna para engañar sus estómagos y los de su familia y poder dar las gracias de rodillas a su generoso salvador.
Mientras tanto hay millones de hectáreas ociosas, casas y apartamentos vacíos, millones de kilos de comida se tiran al mar y se les paga a los campesinos para no producir, para no saturar el mercado y hacer caer sus precios. Porque la propiedad privada y el capital “ganados con el propio sudor” son sagrados e inviolables. Mientas que la vida es solo un producto más que regula la demanda-oferta.
Se supone que vivimos en un mundo racional. Y sabiendo que las tierras se desertizan, las aguas y atmósfera se contaminan, los hielos se derriten, aumentamos el consumo de productos que elevan la temperatura de la atmósfera y hacemos todo tipo de cosas inútiles para elevar el PIB y sostener el crecimiento de la economía.
También acumulamos un arsenal bélico como para volar diez o cien veces el planeta. Con cuyo costo se resolverían sobradamente todas las necesidades mundiales. Destruimos países completos para apoderarnos de su petróleo y luego entregárselos a las corporaciones para que lo reconstruyan como otro paraíso más para las coca colas y hamburguesas. Además tenemos escritores y filósofos que publican libros y dan discursos con maravillosas teorías políticas y económicas, mientras el mundo se desmorona bajos sus pies.
Se supone que vivimos en un mundo racional. La institución matrimonial es una embarcación que naufraga, pero la gente aún no ha salido de uno que ya está poniendo el pie en el siguiente. Si afinas el oído puedes escuchar a los hijos preguntándonos a los padres para que nos prometemos fidelidad eterna y nos casamos, cuando ninguno lo cumplimos y no hacemos sino lastimarnos los unos a los otros.
Los padres mirando para otro lado para que no vean nuestras caras sonrojadas de vergüenza les decimos que a veces la vida no es fácil, las cosas no coinciden con lo que nos enseñaron, los tiempos cambian, los sueños no se parecen a la realidad. Esos mismos somos los sicólogos que luego te analizan en el sofá garantizándote la reinserción en esta racional sociedad.
Esos mismos somos los profesores que luego les enseñamos a nuestros alumnos lo que deben aprender de la vida. Los mismos políticos que luego ves en la TV explicándote las circunstancias y lo que hay que hacer para resolverlas. Los mismos que en otras oportunidades podrás escuchar diciéndoles a sus empleados que las cosas son así porque nosotros las decimos y somos quienes mandamos. Los mismo curas que te decimos que le reces a Dios para que salve tu alma, porque lo que es con tu cuerpo, pues nada que hacer
Sin embargo hablar de volver a las raíces es casi un insulto para la cultura moderna que tiene a Dios y a la felicidad tomadas por las barbas, allí, casi al alcance de las manos. Aunque luego de miles de años de supuesta civilización veamos las enfermedades y la desnutrición creciente ganando la batalla contra la especie humana.
¡Ah pero no podemos renunciar a las recetas de felicidad que tanto nos ha costado conseguir!
Vivimos en una atmósfera muy particular, no es nada extraño que cuando creemos o soñamos que la felicidad está cercana irrumpa lo irracional y ponga el mundo de cabeza. Es paradójico porque yo supongo que en la época de las cavernas mal que bien nos las arreglábamos para comer unos días mejor y otros peor.
Y hoy que disponemos de todo el potencial tecnológico y sería tan simple resolver todos los problemas básicos de la humanidad, respiramos esta extraña atmósfera paralizante, estupidizante, enajenada de la relación con todo lo que nos rodea. Por eso es que es necesario algo que nos sacuda y despierte de verdad, que nos saque de este sueño y denso letargo.
Tal vez un mago que nos quite este hechizo que nos mantiene flotando en la tierra de nadie tan ajenos a todo lo que sucede y sentimos en profundidad. Un mago que haga temblar las entrañas de la tierra sobre la cual nos apoyamos, que haga que los vientos soplen con furia desde las cuatro esquinas del mundo. Que los mares embravecidos aneguen las tierras para que nos caigamos de este sueño de orgullo y omnipotencia. Que renazcan tal vez los dioses y sus hijos y vuelvan a vivir entre los hombres.
Las cosas humanas son más complejas que las de los minerales, vegetales y animales. Están sujetas a menor determinismo, son más imprevisibles. Tengo un buen amigo que dice que la humanidad se prepara para una guerra mundial y resulta que terminan siendo invadidos por virus.
En esta supuesta sociedad racional, el que Venezuela decidiera por mayoría en referendo popular comenzar a satisfacer las necesidades más urgentes de su población, desencadenó un mare mágnum de ataques desde todos los flancos y violencia desproporcionada que ya todos más o menos conocen.
Para comprender estos sucesos hace falta adentrarse en la estructura interna de los fenómenos sociales y naturales. En el anterior artículo describí una sociedad como un tapiz entretejido por los hilos de nuestras acciones desde el reverso. Imagínate ahora que desde cualquiera de los hilos comienzas a jalar y las figuras sienten que se comienzan a deshacer sin comprender de donde proviene tal movimiento.
Pues así suceden todas las cosas en la vida real, más allá de las categorías abstractas, pues todas las funciones actúan en estrecha interdependencia. Hoy el tejido socioeconómico es planetario y cualquier cambio de dirección afecta a los que se creían independientes y todopoderosos, orgullosos y admirados por las demás culturas.
Porque su sistema de vida está entretejido con el de todos los demás y depende inevitablemente de lo que suceda en ellos. De allí lo ridículo e infantil de nuestra mirada hipnotizada con el norte, sin darnos cuenta que basta que jalemos los hilos de nuestro lado para que todo aquello se desmorone.
Una organización económica se impone cuando es en algún modo evolutiva, cuando es eficiente, cuando metaboliza la energía vital con menor desperdicio. Ya dijimos que EEUU fue el primer país en separar lo religioso de lo político en su constitución, dando un poderoso empuje al libre pensamiento, a la investigación científica y a la tecnología. Fue justamente esa dirección de desarrollo la que lo llevó a superar toda la instancia anterior.
Pero convirtió ese nuevo paso en un hedonismo personal, donde los que triunfaban hacían uso de su poder para imponérselo a todos los demás y satisfacer todos sus deseos violentando impunemente el orden establecido. Es decir, estableció una especie de jungla donde todos luchaban y competían contra todos y cada cual se las arreglaba como podía.
El ejemplo claro lo tenemos en los modelos que nos venden por TV y cine, en las vidas de sus artistas y deportistas que es otro artículo más de venta y culturización. Cuando llegas a la cúspide ya no tienes que fingir que respetas reglas de ningún tipo, puedes hacer lo que quieres sin que nadie te diga nada, por el contrario todo el mundo te festeja porque todos están hartos.
Lo simpático de todo esto es que somos nosotros los que pagamos por todo eso. Nosotros construimos y pagamos por ese sueño de libertad e impunidad en que se satisfacen todos los deseos que el ciudadano común ha de reprimir. Pareciera que necesitamos un modelo elitesco hacia el cual dirigir nuestros esfuerzos y sentidos de vida. Antes teníamos a los dioses del Olimpo y a los reyes con sus placeres cortesanos.
Pero les voy a contar un secreto de los VIP y sin cobrarles nada. Tuve la oportunidad de ver y vivir por dentro ese paraíso de artistas, deportistas, mises y políticos. ¿Y saben qué? Es hueco, está vacío. Es gente más aburrida y estúpida de lo común. Es todo un reality show mediático que siempre debe continuar sin importar su costo.
Debe continuar para que sigamos pagando por el, para que nos mantengamos entretenidos persiguiendo un sueño y la sociedad siga siendo gobernable. Debe continuar porque siempre fue una mentira, una representación, una apariencia. Debe continuar porque sigues siendo tan cautivo de ese mundo como de cualquier otro. Porque para llegar a el debes vender tu alma y ser tan mentiroso y falso como los que te lo posibilitan.
No permitirán que llegues sin ensuciarte y corromperte como ellos, porque luego podrías revelar la verdad tras bambalinas. Y finalmente debe continuar porque es muy poca la gente que tiene la fuerza para reponerse de un shock y una desilusión así.
No pueden aceptar que todo el precio que pagaron fue en vano, para nada, que están igual que al principio y sin saber que dirección tomar. Así que siguen representando el show mientras el hastío los carcome por dentro.
Un sistema de explotación y esclavitud social es altamente ineficiente. Porque la necesidad de carceleros, represores, vigilantes, espías, supervisores, jueces y todo tipo de controles se multiplica a medida que aumenta la pobreza y la insatisfacción. Porque necesitas un ejército de gente improductiva para poder mantener el pueblo hipnotizado y asustado.
Es altamente ineficiente porque pese a que necesitas capacitar a la gente para que pueda manejar tecnología y conocimiento abstracto, tienes que mantenerla en la ignorancia de los mecanismos de fondo mediante los cuales la expolias. Por tanto la mayor riqueza que es la creatividad humana, se desperdicia al convertirlos en rutinarios robots.
Por eso cuando pese a todos los pronósticos en contra surge inesperadamente una voluntad política que rompiendo con la inercia y automatismo, comienza a llevar a los hechos con sencillez, sinceridad, precisión y eficiencia una nueva dirección económica, en muy pocos años y pese a encontrar el país en bancarrota, sufrir golpes de estado y boicots, los logros son inéditos respecto a los 40 años anteriores de democracia.
Lo más sorprendente es que los que ostentaron el poder y el conocimiento durante décadas y siglos, no logran impedir pese a que lo intentan con todos sus recursos disponibles, que según ellos son infalibles, que tal nueva dirección siga abriéndose camino y profundizándose, multiplicando sus éxitos, poniendo en evidencia el fracaso e impotencia del anterior modelo.
Claro que aún es demasiado pronto, siete años son un suspiro en nuestra historia. Por ello aún no podemos apreciar con claridad si esta política de desarrollo endógeno y complementación solidaria de asimetrías en lo internacional, se abrirá realmente camino frente a las resistencias de las mismas naciones habituadas e imitadoras del modelo de desarrollo exitoso del norte.
O si será aplastada como tantas veces ha sucedido por la contrarrevolución. Pero hay que tener en cuenta que la revolución bolivariana no ha seguido el camino del crecimiento egoísta que han intentado emular todas las demás encerrándose en su orgullo nacional. También es necesario considerar que estamos en un momento de síntesis histórica.
Por lo cual disponiendo del conocimiento y la técnica pueden realizarse en décadas el equilibrio de los países subdesarrollados con los desarrollados, a los cuales les tomó centurias. Si a ello le sumamos la sincera colaboración solidaria entre naciones en lugar de competencias y dobles intenciones disfrazadas diplomáticamente, la velocidad de la transformación se incrementaría.
En pocas palabras la eficiencia creciente que posibilitó la tecnología para mejorar la calidad de vida, produciendo la revolución económica y cultural, en EEUU y Europa solo multiplicó un hedonismo personal y nacional que traían de arrastre o herencia, y que no podía conducir sino a la competencia despiadada, a la explotación y a la guerra.
Hoy en día tenemos a la vista los resultados de tal modelo que además se intensifica como lo evidencia la situación en Medio Oriente, la pobreza, hambrunas, enfermedades y muerte a nivel mundial así como el deterioro del ecosistema.
Por tanto es obvio que es imprescindible corregir de inmediato tal dirección en lo que a necesidades perentorias toca, así como que si no pasamos de la competencia a la complementación, no tenemos futuro.
Los demonios del temor y el egoísmo tienen gran poder de transformismo, se disfrazan según la ocasión, según la época. Así puedes ver a tu mejor amigo convertirse en un instante en tu peor enemigo, a tu amante en la persona que más te odia en el mundo y a la izquierda convertirse en extrema derecha mientras esta se disfraza de izquierda o centro.
Y es que en un mundo donde los hechos golpean con fuerza las necesidades básicas, los cuerpos y las psiquis, donde los capitales golondrinas y las especulaciones bursátiles dejan en quiebra súbitamente a las personas y los países, no puede pasar desapercibido que las ideologías solo son adornos superficiales a la hora de que los intereses se ven afectados.
El señor Chomsky que gracias a que el presidente Chávez lo mostró en su presentación ante la ONU, vendió más libros que en toda su vida, opina que si bien está de acuerdo con lo que expresó no lo está con la forma en que demonizó al respetable señor Bush. Estética y moralina intelectual a la hora en que el equilibrio del mundo se tambalea y es necesario sacudir las conciencias aletargadas que van ciegamente camino del abismo.
Caminamos por la calle y vemos indigentes, madres e hijos hambrientos pidiendo limosna, gente desequilibrada mentalmente, enfermos que no reciben atención y no sentimos ni hacemos nada. Nos hemos habituado, nos hemos anestesiado ante el dolor y la miseria en que se refleja nuestra propia e indigna humanidad.
Pero si alguien golpea nuestra conciencia aletargada poniendo en evidencia tal barbaridad, alertando adonde nos conduce tal peligroso y creciente tropismo, en lugar de llorar avergonzados ponemos el grito en el cielo porque eso ofende la estética del pensamiento con que maquillamos nuestra impotencia e insensibilidad. Este no es un tema personal sino una reacción visceral colectiva de la cual Venezuela es un escenario privilegiado.
Es un modelo de irresponsabilidad e impotencia social en el que hemos sido educados, criados. Nacemos a o heredamos un mundo hecho en que cada uno recibe una bolilla de lotería que designa su suerte o karma, decide nuestro destino de por vida. El peso del curso acumulativo de la historia, la inercia de la memoria colectiva aplasta todo esfuerzo personal.
En Venezuela hemos comenzado a cambiar todo eso desde la misma educación, desde el mismo modo en que los niños conocen el mundo al que nacen y en el que han de hacerse responsables. Las misiones bolivarianas dan respuesta creciente a todos los que han sacado una mala bollilla en la lotería de la historia agravada por una sociedad irresponsable.
Las mismas comunidades se van sensibilizando y volviendo paso a paso responsables de sus integrantes, nadie puede seguir en condiciones de necesidad desesperada e indignidad. ¡Ah pero la oposición dice que se regala el dinero y no hay certeza de que tales misiones sean sostenibles! Hay que tener certeza racional aunque la gente enloquezca o muera esperando. Estamos en transición de una conciencia y sensibilidad enfocada y encerrada en si misma, los resultados acumulativos de cuyos hechos están a la vista, hacia otra abierta y sensible a su entorno humano y natural. Estamos ampliando nuestra conciencia y responsabilidad de lo personal a lo social y reconociendo hasta que punto la dirección de nuestros actos egoístas o solidarios, afectan y transforman nuestro entorno y hasta nuestra salud para bien o para mal.
Y es dentro de este escenario colectivo que la voz bolivariana se eleva y resuena con valentía en todos los ámbitos, con la fuerza de dignidad que le da su sinceridad y sencillez, su palabra firme y coherente sostenida siempre por sus hechos generosos, solidarios, sensibles, creativos.
Poco a poco se va abriendo camino una tímida luz en medio de la insensible oscuridad.
Los acontecimientos nos han conducido a un escenario mundial en que inevitablemente hemos de tomar conciencia de la dirección acumulativa de acciones, que hasta este desenlace nos ha traído. Nos toca ejercitar nuestro libre albedrío para decidir si seremos arrastrados por el tropismo histórico hasta el mismo abismo o tendremos la fuerza suficiente para corregirlo.
No hay fronteras abstractas ni sistemas de intereses egoístas que puedan resistirse u oponerse a la generosidad que es contagiosa y multiplicativa. Las anestesiadas pieles y endurecidos corazones se disuelven y reviven al calor del afecto y la caricia humana, a la luz de una mirada de afecto, bondad, compasión.
Si alguien cree que soy un romántico más escribiendo poesía, compensando con bellas palabras mi impotencia, que venga a Venezuela y vea el jardín de bellos y tiernos brotes que comienzan a dar las generosas semillas regadas con lágrimas de dolor y amor. Que sienta y vea renacer la humanidad de entre las cenizas de su historia.
Y si su corazón no se conmueve y expande presenciando tal transformación, si no siente que el futuro de la humanidad se abre esperanzado y un nuevo sol brilla en el horizonte, si no siente que su ser despierta en las profundidades y unas lágrimas con sabor a sonrisa bañan sus mejillas… pues entonces cerraré mis labios para siempre porque ya no tendré nada que decir.