A Chávez lo reconozco en mi corazón, como el Niño Arañero. Lo imagino con sus dulces de papaya en el sur de la América milenaria, de la Patria Grande de Simón Bolívar y de todos los que creemos en la unidad de los pueblos. Un joven soñador que acariciaba alas de mariposas y veía en la fuerza del viento unicornios galopando, dirigiendose hacia las grandes alamedas florecientes, mismas de las que habló Salvador Allende.
Alamedas post dictaduras que tenían formas de yermos, ciudades devastadas, anhelos destrozados y generaciones sin memoria. Una Latinoamérica apta y readecuada para los planes de los que siempre se han creído dueños del rocío de las flores y de la escarcha del amanecer. Definitivamente una tierra fértil para injerecistas, invasores y traidores.
Cualquiera lo hubiera llamada loco, por soñador. O terrorista por idealizar la justicia. Por imaginar a los nadies saliendo de la miseria y del olvido. En el concepto de terrorismo que tienen los fascistas, por supesto. O bien, dictador por buscar la liberación de los pueblos. De hecho, en la historia mundial, escrita por los farsantes, Chávez es un dictador. Malaya más dictadores así: hermosote, campechano, silvestre y dulce; dulce como la rapadura y el jugo de caña. Dulce como las caricias de los niños en las aldeas. A Chávez no se le puede idealizar porque no fue utopía, a Chávez hay que aprenderle y honrarlo. Chávez es el barro de casas de bajareque en los pueblos marginados de América Latina. Así de palpable y así de real.
Chávez es la alegría de las crías jugando fúbtol en las favelas. La experiencia de las abuelas añejas por la edad del tiempo y sol. Es la sabiduría que emana de los campos de arroz, de los milpales y de las quebradas. De las laderas preñadas con flores de campana y hojas de dormilonas.
Chávez es la política al rojo vivo. Es ni más ni menos que la Revolución Chavista. Nomás con eso, para que no se empachen. Chávez es una corriente cultural, (quien lea entienda), los riachuelos de las montañas latinoamericanas lo buscan, como la inmensidad del océano. Y es sin lugar a dudas el albedrío y la resistencia de los que como él sueñan con que los baldíos florezcan y de la Patria Grande broten, como en los primeros días de primavera: los retoños que harán de las grandes alamedas y de los pueblos olvidados, una cordillera de encinos rojos donde canten las chicharras canciones de amor y; un aposento donde las libélulas sosegadas por la armonía del viento, acompañen la luz de las luciérnagas y la melancolía de los grillos arullando los atardeceres pitayos de la Patria Grande liberada.
Chávez, también en poesía, claro que sí.