Piensan que ya no queda aliento alguno, que lograron pulverizar los anhelos y que han arrancado del campo las raíces de los azafranes. Piensan que han dejado a los árboles sin corteza, desvalidos, en tierra erosionada. Creen que todo es un alud. Pero cada ciprés silvestre, naciendo en los peñales les demuestra lo contrario. Piensan que han silenciado el canto del jilguero, pero las parvadas surcando el horizonte les demuestra que hay trinos imposibles de matar y que hay bellezas y libertades deslumbrantes que ningún odio puede opacar.
Piensan que han logrado cercar los vendavales, doblegar la fuerza de los mares, que compraron por la mitad de un centavo la esencia de las tempestades, así como los compraron a ellos. Sin embargo; la brisa de agua salada que acaricia el litoral, les demuestra que no hay dinero que pueda comprar la inmensidad del mar.
Piensan que las cordilleras milenarias de la América reverdecida, son rascacielos de cemento y presunción. Como las casas donde ellos viven, construidas con el sudor y la dignidad del obrero. Compradas con la deslealtad y la traición del que se vendió.
Eso creen. Creen que todo se vende y todo se compra, como los compraron a ellos. Creen que tienen el poder de cambiar la naturaleza del amor. Que lograron vencerlo, marchitarlo y con esto vencernos. Porque solo quien ama es invencible. Porque solo quien siente, ama y sueña y se da, se da a la vida que es la cepa de los pueblos. Los pueblos que son la lozanía de la Latinoamérica originaria.
Piensan que lograron hacernos olvidar, que nos borraron la memoria, que como ellos nos vamos a vender. Piensan que como ellos nos vamos a convertir en traidores, que nos pondremos en subasta y que, también apuñalaremos por la espada con la deslealtad de los lacayos. Como ellos.
Piensan que nos cansaremos de luchar y que voltearemos la espalda y que nuestros gritos se convertirán en murmuros y que se apaciguarán, solapando en silencio con alevosía y ventaja la mancilla de los ingratos. Y que seremos como ellos: perversos y cómplices.
Piensan que remataremos la rebeldía, que la haremos chinchilete o que la dejaremos tirada en cualquier elevador de rascacielos, o peor aún que la vamos a encriptar en alguna caja fuerte de banco de corruptos. Creen que escupiremos los rostros de nuestros ancestros y que el nombre de nuestros héroes y heroínas rodarán en el alud, hacia los abismos, enterrándolos para siempre. Pisteándolos. Eso creen. Eso quieren.
Creen que nuestra hoguera se apagará, como llamarada de tusa, pero es lava de volcán en erupción. Creen nos empujan hacia un abismo por donde rodaremos hacia la muerte, no saben que estamos hechos de barrancas y filones. De barro de bajareque y adobe, que somos tierra, Pachamama. Que estamos hechos de raíz de conacaste y madre cacao. Que nuestro cauce es el eco del canto de los jilgueros rompiendo el silencio en las cordilleras de la América mileria, que se niega a renunciar a su esencia originaria y autónoma.
Creen que nos vencieron: desollejándonos, torturándonos, intimidándonos, encarcelándonos, desapareciéndonos, asesinándonos; pero aún desconocen la resistencia de los azafranes que embellecen los campos abiertos, que nunca ningún traidor podrá secar.