El Partido de la Revolución

El Presidente Chávez ha llamado a la construcción del partido único de la revolución, lo cual pasa a ser una línea para todos los militantes bolivarianos: se tratará ahora de despejar el camino de los pedruscos que han venido entorpeciendo la marcha de la unidad, sobre todo los remanentes de la vieja tradición de los partidos --lo digo sin ánimo de censura ni de suficiencia, sólo tratando de interpretar un sentir colectivo--, tales como sectarismo, precariedad de democracia interna, inconsistencia en materia de estudio y formación ideológica, carencia de crítica y autocrítica metódica y prácticas organizativas que dificultan la relación orgánica con las masas; debilidades parecidas pudiere haber también en organizaciones de otro tipo, y en ambos casos es preciso luchar por superarlas.

Los partidos revolucionarios cumplieron un fundamental rol en la lucha contra la estructura de poder oligárquico-imperialista y pueden seguir cumpliéndolo, pero ya no como antes: en las condiciones del proceso bolivariano deben torcerle el cuello al sectarismo; deben ser facilitadores, impulsores, promotores de participación; deben actuar como orientadores y educadores que a su vez se orientan y se educan, y, esencialmente a partir de ahora, deben trabajar hacia la confluencia en un solo cauce de todo el movimiento popular consecuente, es decir, hacia la construcción de la vanguardia unificada o partido único de la revolución.

Las bases de la unidad están claras: la Constitución bolivariana, cuyo texto expresa las necesidades de cambio de este tiempo histórico y posee los mecanismos para seguir avanzando; el pensamiento del Libertador, luz inapagable en la cual se concentra y macera la ideología de la revolución, y el liderazgo del Presidente Chávez, que traza con audacia y lucidez la estrategia y la táctica de la liberación nacional rumbo al socialismo.

El presidente ha identificado la ideología de la revolución como “el árbol de las tres raíces”; pero si ha de personificarse en uno, luce evidente que del propio planteamiento del líder, cuyo enfoque se ha venido desplegando con el más consecuente rigor, y de la incuestionable aquiescencia del pueblo, surge el nombre del héroe máximo como sujeto de esa personificación.

El pensamiento del Libertador, o bolivarianismo, es el cemento de la cultura nacional y de la integración latinoamericana; reempata el hilo de nuestro acontecer colectivo y recupera la visión histórica de nuestro pueblo, dándole la percepción de un continuo que enlaza el pasado, el presente y el porvenir, y al calor del proceso revolucionario se ha enriquecido y se enriquece constantemente con las ideas de redención que han surgido y van surgiendo del pensamiento venezolano, latinoamericano y universal, incluyendo como sustentos fundamentales las concepciones vivas y necesarias del marxismo y las hondamente humanas del cristianismo originario. Por ello el Socialismo del Siglo XXI pudiera llamarse también Socialismo Bolivariano.

Asentado sobre las formidables bases descritas, el partido de la unidad bolivariana debe empezar a caminar muy pronto y el requerimiento del Presidente Chávez debe prender en el alma de cada revolucionario. La gran victoria de diciembre exigirá la forja de este instrumento decisivo, y desde ya es procedente comenzar a desbrozar los caminos.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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