Ha llegado la hora de construir una hoja de ruta política sería, confiable, constitucional y que se oriente sobre los intereses legítimos de una población agobiada por la hiperinflación, la pobreza, la miseria, el hambre, la escasez de alimentos y medicinas, la quiebra de los servicios públicos, la destrucción de nuestra empresa petrolera, la horrible depauperación del campo, los robos y atracos, el secuestro, el asesinato de personas inocentes, la corrupción, y sobre todo la destrucción moral y ética de un Estado que ha sido tomado de manera forzosa por una secta neototalitaria, que pretende implantar un sistema político en el cual seamos convertidos en una podredumbre humana sumida ante los intereses del poder, en donde tenemos que una Venezuela “petrolera” tiene que ver a los niños comiendo de la basura¹.
Hemos tenido una dirigencia opositora errática, cuyo “liderazgo” sólo logró acentuar las calamidades políticas, económicas y sociales de los venezolanos. Y si bien es cierto, no son los responsables directos de la barbarie humana que estamos viviendo, tampoco es menos cierto que en ellos se agotaron las ideas, y en el medio de esos pensamientos retrógrados convirtieron en circo electoral la posibilidad cierta de haber construido una oposición fuerte, basada en un liderazgo de nuevas figuras que permitiera presentar al país, no solamente nuevos rostros, sino ideas claras y orientadas hacia la modernización y desarrollo de una nación, que a pesar de contar con inmensos recursos naturales, es evidente que la soberbia, la prepotencia, el sectarismo y el revanchismo político nos han llevado por un estrecho callejón, que en la medida en que se avanza por sus nauseabundos espacios, pareciera que sólo encontramos una oscuridad más intensa, y llena de bazofia política generada desde lo más alto del poder.
En tal sentido, urge preguntarnos qué vamos a hacer después, cuando probablemente Tibisay Lucena, o alguna otra rectora del mal llamado Consejo Nacional “Electoral” (CNE) nos diga el próximo 20 de mayo que Nicolás Maduro ha sido “reelecto” con más de 10 millones de votos, en lo que sería el fraude de votación alguna más gigantesco de nuestra historia. La respuesta es simple. Como este es un gobierno que se jacta en decir que hace “elecciones” porque permite una “democracia” participativa y protagónica, y acabando ellos en decir que tienen más del 50% del voto popular de todo el registro electoral, a partir de una data de unos 20 millones de ciudadanos con posibilidad de ejercer el derecho al sufragio, pues, contrario a aquel llamado equivocado que hizo la oposición en intentar realizar un referendo revocatorio presidencial en 2016, toda la sociedad organizada a partir del 21 de mayo de este 2018, comenzaremos una ruta electoral para la realización de una enmienda que elimine la reelección indefinida o en cualquiera de sus manifestaciones para todos los cargos de elección popular.
Y no me vengan a decir que es necesario, aunque sea “un período”, para el ejercicio de que alguien pueda reelegirse en un cargo de presidente, gobernador, alcalde, diputados o concejales. ¡No! Está claro que en Venezuela la reelección sólo ha servido para los intereses de los políticos de turno que están enquistados en posiciones de mando, lo cual se ha acentuado en los últimos años, y sobre el cual el madurismo pretende perpetuarse en el poder.
Ante ello, nuestra Constitución establece en su artículo 341, numeral 1, que la enmienda podrá llevarse a cabo por iniciativa del 15% de todos los ciudadanos inscritos en el registro electoral, lo cual no sería mayor problema para que los sectores antimaduristas puedan recolectar el número de firmas, en virtud de que a partir del universo electoral existente, sólo se necesitarían unas tres millones de firmas que independientemente de las trabas administrativas que nos pudiera colocar el panegírico CNE, no podrían detenernos en esa vía electoral. Demás está decir que sí la ilegítima e ilegal “constituyente” quisiera jugar posición adelantada y “modificar” el número del porcentaje de firmas para el logro de esa enmienda, igualmente tendría que convocar un referendo para poder materializar esa triquiñuela política, lo cual nos facilitaría el proceso, porque en todo caso si llegaran a hacerlo se convertiría en un plebiscito contra Maduro y sus séquitos “gubernamentales”
Una vez que se recolecten las firmas, así el CNE nos otorgue un solo día para tal hecho político, no podrá detener la enmienda sobre la reelección, y si por alguna razón el obediente Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) saliera con algún subterfugio, no tendrá elementos jurídicos de peso para invalidar la acción del pueblo. Y si lo hiciese, terminaría por desmantelar el gobierno de Maduro, porque en todo caso: ¿Cómo entender que un “gobierno que gana por más de 10 millones de votos”, o con margen superior al 50% del electorado, pueda negarse a ir ante un referendo para una enmienda constitucional como se realizó en 2009, precisamente para validar la reelección indefinida?
Si logramos ponernos de acuerdo en esta hoja de ruta como primer punto para enfrentar el neototalitarismo madurista, no sólo lograríamos unirnos como oposición, sino que pasaríamos a la ofensiva política porque la inmensa mayoría de la población encontraría en tal enmienda y referendo, no solamente una forma para ir saliendo de Maduro, sino de la agotada clase política venezolana en todos sus espacios del poder.
Estamos proponiendo una vía, un camino, un propósito que acelere los cambios institucionales que requiere Venezuela para salir de esta pesadilla histórica. ¿Quiénes podrán oponerse? Difícilmente sea la mayoría del pueblo. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
***
¹ https://www.aporrea.org/ddhh/